Santiagueño de nacimiento, es considerado uno de los grandes héroes civiles de la Patria
Un día como el de ayer, pero de 1906, nacía Ramón Carrillo, neurocirujano, neurobiólogo y médico sanitarista argentino.
Nacido en Añatuya, Santiago del Estero, llegó a Buenos Aires en 1924 con sólo 17 años con el objetivo de convertirse en médico. Al recibirse, en 1929, obtuvo la Medalla de Oro al mejor alumno de su promoción y ya a los 36 años era profesor titular de la Facultad de Medicina, de la que llegaría a ser decano.
Desde estudiante se inclinó hacia la Neurología y la Neurocirugía, colaborando con Manuel Balado, eminente neurocirujano de la época, con quien realizó sus primeros trabajos científicos. Ya recibido abrazó definitivamente estas especialidades y obtuvo una beca universitaria para perfeccionarse en Europa, donde trabajó e investigó junto a los más destacados especialistas del mundo, entre ellos Cornelius Ariens Kappers.
Regresó a Buenos Aires en plena Década Infame y fue allí cuando adhiere al pensamiento nacionalista que toma auge en aquella época, rechazando explícitamente tanto las propuestas culturales anglonorteamericanas y nazifascistas, cuanto el estalinismo. Se vincula con su compañero de estudios primarios Homero Manzi, y otros hombres como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz y los autores teatrales y de tango Armando Discépolo y Enrique Santos Discépolo, representantes de la cultura y de las nuevas ideas nacionales; y se asocia con la escuela neurobiológica argentina activa en el Hospicio de las Mercedes y el Hospital de Alienadas, luego llamados Hospital José Borda y Hospital Braulio Moyano respectivamente.
Durante esos años Carrillo se dedicó únicamente a la investigación y a la docencia, hasta que en 1939 se hizo cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central en Buenos Aires. A partir de este empleo conoció con mayor profundidad la realidad sanitaria del país.
Tomó contacto con las historias clínicas de los aspirantes al servicio militar, procedentes de toda la Argentina, y pudo comprobar la prevalencia de enfermedades vinculadas con la pobreza, sobre todo en los aspirantes de las provincias más postergadas. Llevó a cabo estudios estadísticos que determinaron que el país sólo contaba con el 45% de las camas necesarias, además distribuidas de manera desigual, con regiones que contaban con 0,001% de camas por mil habitantes. Confirmó de esta manera sus recuerdos e imágenes de provincia, que mostraban el estado de postergación en que se encontraba gran parte del interior argentino.
Con doble empleo, debido a su necesidad de salario (aún era soltero, pero ayudaba a sostener a su madre y diez hermanos más jóvenes, cuidando de que todos lograran una carrera profesional), en 1942 Carrillo ganaría por concurso la titularidad de la cátedra de Neurocirugía de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires.
Por aquella época, grandes cambios se producían en el país. En 1943 es derrocado el régimen del presidente Castillo y asumió otro gobierno militar.
En este contexto, Carrillo conoció en el Hospital Militar a Juan Domingo Perón, paciente con quien compartía largas conversaciones. Es precisamente el coronel quien convence a Ramón Carrillo de colaborar en la planificación de la política sanitaria de ese gobierno.
Al poco tiempo, Perón llegaría a la Presidencia, por vía democrática, y confirmó a Carrillo al frente de la Secretaría de Salud Pública, que posteriormente se transformaría en el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la Nación.
La gestión Carrillo
Aumentó el número de camas existentes en el país, de 66.300 en 1946 a 132 mil en 1954. Erradicó, en sólo dos años, enfermedades endémicas como el paludismo, con campañas sumamente agresivas. Hizo desaparecer prácticamente la sífilis y las enfermedades venéreas. Creó 234 hospitales o policlínicas gratuitos. Disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis de 130 por 100 mil a 36 por 100 mil. Terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis. Redujo drásticamente el índice de mortalidad infantil del 90 por mil a 56 por mil.
Todo esto, dando prioritaria importancia al desarrollo de la Medicina Preventiva, a la organización hospitalaria, a conceptos como la «centralización normativa y descentralización ejecutiva».
Numerosos autores coinciden en que el legado más importante que dejó Carrillo fueron las ideas, principios y fundamentos que acompañaron este accionar, equiparándolo con el gran maestro argentino como «el Sarmiento de la Salud Pública».