NOTA Nº 437, escribe Jesús Chirino
En la plazoleta central de la avenida Naciones Unidas, donde hace esquina con el bulevar Italia, se erige un busto de Martín Miguel de Güemes. Todos los días hábiles de cada ciclo lectivo los niños pasan frente a él para ingresar a la escuela primaria Dr. José Mármol, que está a poco metros. Hace años ese busto, como otros monumentos en la ciudad, está deteriorado. Su blanca cara de mármol está explotada, destruida, lo que hace que el rostro del héroe de la Independencia sea irreconocible.
Fue el sábado 15 de noviembre de 1986 cuando el intendente municipal Horacio Cabezas, junto al director de la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos de Villa María, Manuel Cornejo Torino, dejaron inaugurado el busto al descubrir las placas que están en el pedestal de hormigón sobre el que se encuentra la escultura que fue donada por el Gobierno de la Provincia de Salta.
El acto estuvo animado y podemos recordar sus instancias a partir de la crónica que entonces publicó El Diario.
Estuvieron presentes delegaciones escolares, efectivos de la Fábrica Militar, de la Policía provincial y del Cuerpo de Bomberos. La Banda Municipal de música, integrada mayoritariamente por niños y jóvenes, ejecutó obras al compás de las cuales desfilaron los uniformados y la Agrupación de Bastoneras. A la hora de los discursos, Héctor Massel, entonces secretario de Gobierno municipal, dijo que “la guerra gaucha no constituyó un episodio ni estuvo circunscripta a una campaña, fue, por el contrario, un cúmulo de acciones que se desarrollaron a partir del momento en que Güemes regresó a su provincia de nacimiento, fue una guerra de guerrillas, recursos, emboscadas, de las que participó la población en masa, inclusive las mujeres”.
Héroe de la Patria
Así Villa María homenajeó a Martín Miguel Juan de Güemes de Mata, cuyo Bautismo quedó registrado en la Iglesia Matriz de Salta, en 1785, por el cura rector más antiguo del lugar. Hijo de Gabriel de Güemes y Montero y de María Magdalena de Goyechea y La Corte. La fecha precisa de nacimiento no está escrita, por ello se usó la de Bautismo para calcular que nació el 8 de febrero de 1785.
Güemes estudió en Buenos Aires y a los 14 años ingresó a la carrera militar. Siendo edecán de Santiago de Liniers, participó de la defensa de Buenos Aires en las invasiones inglesas. En esa época protagonizó un insólito hecho cuando, por orden de Liniers, comandó un grupo de jinetes que capturó el barco inglés Justine, encallado por la baja del Río de la Plata.
Luego de la Revolución de Mayo de 1810 se incorporó al Ejército patriota del Alto Perú. El 7 de noviembre de ese mismo año, en territorio que actualmente pertenece a Bolivia, tuvo participación decisiva en la batalla de Suipacha, que fue el primer triunfo de nuestros ejércitos en la guerra de la Independencia.
Regresando a Buenos Aires, cumplió servicios en el primer sitio de Montevideo. En 1815 retornó a Salta, poniéndose al frente de la resistencia a los realistas y el 15 de mayo fue electo gobernador provincial, cargo que ejerció hasta 1820.
Muchas veces el salteño fue blanco de la desconfianza y el desmerecimiento por parte de militares y miembros de las clases acaudaladas. En 1816, el director supremo nombrado por el Congreso de Tucumán viajó a Salta para ver qué pasaba con Güemes, tan cuestionado por algunos porteños. Tan bien le impresionó la capacidad militar del salteño que lo nombró coronel mayor. Hasta el propio San Martín estuvo de acuerdo con aquella designación. Por su parte, Manuel Belgrano, que también conocía la importancia del trabajo de Güemes, en una carta al salteño le dijo: “Hace Ud. muy bien en reírse de los doctores; sus vocinglerías se las lleva el viento. Mis afanes y desvelos no tienen más objeto que el bien general y en esta inteligencia no hago caso de todos esos malvados que tratan de dividirnos. Así pues, trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria, que es la recompensa que deben esperar los patriotas”.
Ejército de gauchos
La capacidad militar de Güemes hizo muy difícil la vida de los realistas. El general Joaquín de la Pezuela escribió al virrey del Perú acerca de Güemes: “Su plan es de no dar ni recibir batalla decisiva en parte alguna, y sí de hostilizarnos en nuestras posiciones y movimientos. Observo que, en su conformidad, son inundados estos interminables bosques con partidas de gauchos apoyadas todas ellas con trescientos fusileros que al abrigo de la continuada e impenetrable espesura, y a beneficio de ser muy prácticos y de estar bien montados, se atreven con frecuencia a llegar hasta los arrabales de Salta y a tirotear nuestros cuerpos por respetables que sean…».
Y en 1817 organizó Salta como un gran Ejército, armó partidas de no más de 20 hombres para enfrentar la invasión organizada por el mariscal De la Serna, que tenía más de cinco mil hombres, incluidos veteranos que venían de pelear y vencer a Napoleón.
Pero pudo más la estrategia del Ejército popular salteño, que cuando parecía estar en retirada, dejando tierra arrasada, las partidas de gauchos atacaban con tácticas guerrilleras. Cuando llegó la noticia del triunfo de San Martín en Chacabuco, los ya desmoralizados realistas se retiraron hacia el Alto Perú.
En 1819, cuando José Rondeau, rival de Güemes, era director supremo de las Provincias Unidas, los realistas volvieron a invadir Salta. Para Rondeau era más importante derrotar a Artigas en la Banda Oriental que guerrear por la independencia, por ello no era fácil lograr apoyo desde Buenos Aires. En una carta a Manuel Belgrano, Güemes dijo: “La Nación sabe cuántos y cuán grandes sacrificios tiene hechos la provincia de Salta en defensa de su idolatrada libertad y que a costa de fatigas y de sangre, ha logrado que los demás pueblos hermanos conserven el precio de su seguridad y sosiego; pues en premio de tanto heroísmo exige la gratitud que emulamos de unos sentimientos patrióticos contribuyan con sus auxilios a remediar su aflicción y su miseria”.
Para entonces, Salta vivía una situación desoladora, la interrupción del comercio con el Alto Perú había afectado de manera importante su economía. Faltaba apoyo porteño y las clases altas le tenían desconfianza al gobernador, entonces éste debió aplicar empréstitos forzosos a los acaudalados salteños. Los mismos que no veían con buenos ojos que los gauchos dejaran su rol de peones rurales para integrar las partidas armadas.
En 1820, año del triunfo federal en la batalla de Cepeda, se desató una guerra civil y los españoles volvieron a invadir. Pero se encontraron con Güemes y sus gauchos defendiendo lo nuestro. En 1821 se produjo otro ataque español. Entonces Güemes soportaba el hostigamiento del gobernador tucumano Bernabé Aráoz, aliado con los terratenientes salteños. El salteño fue derrotado y los conservadores del Cabildo de Salta aprovecharon para destituirlo de su Jefatura provincial. Pero a finales de mayo el militar recuperó el poder y cuando todos esperaban grandes represalias, se limitó a aumentar los empréstitos forzosos a la clase pudiente.
Los terratenientes colaboraron con el enemigo y en junio de 1821 los españoles nuevamente invadieron. Güemes estaba en la casa de su hermana Magdalena Güemes de Tejada, “Macacha”; al escuchar disparos escapó a caballo y en la huida fue baleado en la espalda. Herido llegó a su campamento de Chamical, allí alcanzó a dar las últimas indicaciones para la novena defensa de Salta y transfirió el mando.
Murió el 17 de junio de 1821 en la Cañada de la Horqueta. Su pueblo salteño lo despidió cuando lo enterraron en la capilla de Chamical y el 22 de julio, liderados por el coronel José Antonio Fernández Cornejo, los gauchos de Güemes expulsaron para siempre a los españoles de territorio salteño.
Sin duda que es uno de los fundadores de nuestra Patria libre, por ello, esperamos que su monumento sea recompuesto para que su cara sea reconocible en ese busto que se erige en la avenida Naciones Unidas.