En 1910 Villa María vivió la angustia de ver morir a más de un centenar de personas a raíz de una dura epidemia que azotó la ciudad. A la par de los actos para conmemorar el centenario de la Patria, el dolor insoportable de perder un hijo se apoderaba de aquellas familias que tenían la desgracia de no vencer una poderosa enfermedad, hoy desaparecida pero que por milenios golpeó a las poblaciones humanas.
Como principal fuente consultamos el libro de registro del cementerio de Villa María que tiene asentados los entierros entre 1909 y 1914. Allí encontramos que durante el año del centenario patrio quedaron registradas las sepulturas de una importante cantidad de cuerpos de personas fallecidas a raíz de una epidemia de viruela que entonces tuvo lugar en la localidad.
Las cifras que relevamos en la mencionada fuente documental deben ser entendidas en el contexto de la época. Es decir, debemos tener en claro la dimensión de la localidad a principio del siglo XX. Para ello podemos tomar lo que dicen Ricardo Podestá y Guillermo Coria en el libro «Villa María, una ciudad con futuro. (reseña estadística)». Allí se deja en claro que para 1900 esta urbe contaba con tres mil habitantes y, mediante un crecimiento vertiginoso, para 1914 llegó a la cifra de 10.248. Es decir que en tan poco tiempo logró triplicar la cantidad de habitantes. También debemos recordar que no fue sino hasta 1915 que fue inaugurada la sala municipal de primeros auxilios. Por entonces el Servicio Médico Municipal no poseía infraestructura alguna, los médicos asistían a los pacientes en sus consultorios privados y en caso de poderse trasladar, mediante visitas domiciliarias. El total de médicos en la población era de cinco, según referencia Roberto Sayago en su libro «La medicina en Villa María y la región». El mismo autor, que no se detiene en esta epidemia a la que denomina «brote de viruela», señala que por entonces Villa María contaba con dos farmacias y venía de pelear con un brote de la peste bubónica en 1909. Nombrarla como epidemia no sólo tiene que ver con la cantidad de casos que se produjeron, sino que también fue la designación que le otorgaron las autoridades. Así puede leerse que desde la administración municipal, en notas dirigidas a autoridades nacionales y provinciales, se refieren a la «epidemia».
Los niños, principales afectados
En el referido libro, que registra las causas de muerte, nos permite contar que durante 1910 se produjo el enterramiento de 449 cadáveres. La mayoría eran restos de personas que vivieron en Villa María, en otros casos de localidades muy cercanas como Las Mojarras, que no poseía cementerio. Entre las numerosas causas de fallecimiento encontramos afecciones como sarampión, peste bubónica, fiebre tifoidea, hemorragia posparto, mal de Pott, tétano, tuberculosis pulmonar, gripe, etcétera. Pero entre las causas de muerte más comunes están sarampión con 15 casos fatales, 11 muertes a raíz de meningitis y la peste bubónica causó seis muertes. Sin lugar a dudas que resulta impactante leer que fueron 47 los casos fatales de gastroenteritis, como también las 14 muertes al nacer. En tanto que las cifras relacionadas con la viruela se dispararon hasta ser la causa de 159 muerte durante 1910.
Durante agosto se produjeron 44 casos fatales de viruela. El promedio de edad de las personas fallecidas por dicho mal fue de 10 años y medio. Se produjeron muertes de adultos. El de mayor edad, 45 años, falleció en enero. La gran mayoría de los decesos se dio en pacientes de muy corta edad. Durante diciembre, el terrible mal se llevó la más corta vida que cegó ese año, un bebé de apenas 20 días. En agosto hizo lo mismo con otro niño que aún no había cumplido el mes de nacido. La epidemia afectó principalmente a los más pequeños, es así que en 82 oportunidades la viruela terminó con la vida de infantes que tenían 10 o menos años de edad. De estos niños, 55 sólo habían podido conmemorar cuatro cumpleaños. La dureza de estas cifras hacen pensar en el dolor que recorría entonces toda la localidad.
La vacunación
El 4 de junio, las autoridades locales dirigieron nota al Consejo de Educación de la provincia señalando que «habiéndose desatado la viruela en esta población, con carácter epidémico» se dispuso «por consejo del médico municipal» el cierre de los colegios «por algún tiempo». También se reiteraban las cartas y telegramas al Departamento Nacional de Higiene solicitando vacunas. En algún escrito puede leerse «aumenta epidemia». Dentro de las acciones del Estado local puede señalarse que, por decreto, se conformó una «comisión de vecinos» para que visitaran las casas y controlaran que las mismas respetaran las condiciones de higiene necesarias. Recién el 26 de julio, en nota al Consejo de Educación, se comunicó «que con motivo de haber disminuido notablemente los casos de viruela y otras enfermedades infecciosas que se venían produciendo en este municipio, por decreto de la fecha se resuelve que desde el 1 de agosto próximo pueden abrirse al público los colegios». Quizás esta no fue la mejor decisión de las autoridades municipales, pues al mirar la cantidad de casos mortales, tal cual ya dijimos, fue agosto el mes de mayor cantidad de muertes (44). En septiembre descienden algo y recién en octubre se nota una disminución importante de casos fatales. Pero también debe señalarse que las autoridades sólo permitían el ingreso a la escuela de los niños vacunados, prohibiéndoles la entrada a quienes no lo habían hecho. El que debía hacer el control era el médico municipal. Este punto es importante, pues existía resistencia a la vacunación. La epidemia de viruela en Villa María durante 1910 y la acción del Estado local en favor de la vacunación es un tema importante aún no debidamente estudiado por los historiadores locales. Desde la Universidad de la Pampa, María Silvia Di Liscia, en su interesante trabajo «Marcados en la piel: vacunación y viruela en Argentina (1870-1910)», señala que «la vacunación antivariólica en Argentina desde 1870, cuando se inician los debates al respecto, hasta la década de 1910, es cuando se amplía al resto del país».
Vacunación mediante, para 1911 en la localidad sólo se produjeron cuatro casos mortales de viruela. Allí estaba Villa María y zona sufriendo la muerte de sus hijos y haciendo efectiva la vacunación.