Las ruinas de Hualco están ubicadas en los extremos de La Rioja, en las vecindades de la célebre ruta 40, 120 kilómetros al norte de Chilecito, a 320 de la capital provincial y a 760 de Villa María. Allí, desprende su mística en torno a las sierras de Velasco, de tierras coloradas y ámbito desértico, tan riojanas ellas. Un embrujo hecho de lo que ayer fuera una antigua ciudadela incaica. Plano que hoy, desconocido como es por la masa viajera, continúa latiendo fuerte.
Según los arqueólogos, que aman el lugar como el coleccionista ama a esa estampilla difícil e ignorada, el pucará habría sido construido hace unos mil años. Sí, un milenio de historia es el que respira en los despojos de piedras, las que siglos atrás supieron formar construcciones para todos los gustos, unas 300 de acuerdo a los expertos.
Hoy, el visitante disfruta del cuadro general, con las ruinas de muros que fueron vivienda, que fueron plazas, que fueron corrales, que fueron incluso un muy desarrollado sistema de desagüe, y también un palacete para el cacique (que vivía allí arriba, en la parte alta, rodeado de las elites). Las apachetas (pequeñas torres formadas de roca), hablan a su vez de la herencia aborigen, que hoy continúa con vida gracias a la paz de los habitantes del cercano San Blas de los Sauces. Herederos de la magia ancestral, los vecinos suelen llegarse hasta las ruinas (emplazadas a un par de kilómetros de la aldea), para rendirle tributo a la Pachamama.
El paisaje, la historia
Pero no sólo sabia indígena olfatea el viajero que aterriza en Hualco. O sí, porque el paisaje, el tema al que íbamos, también está barnizado por el espíritu de los otrora habitantes del sector sur del Imperio del Tawantisuyu (Inca, dícese). Pues sí, que las postales son maravillosas. Brotan aquí y allá los cactus, el cielo se abre como si nunca jamás hubiera conocido a una nube, las sierras de Velasco aportan el resto, quebradas, quebradas, más quebradas. Cerquita, se presiente el paso del Río Los Sauces, amigazo de la ruta 40, y los olivos, los nogales, los viñedos, y hasta las plantaciones de pistacho. Es La Rioja, lindísima, y bañada de impronta nativa.
Dentro del complejo, sobresale un centro de interpretación, donde las visitas tienen la posibilidad de conocer más sobre el pasado local. Por ejemplo, que el pucará (como su nombre lo indica), sirvió para la defensa de los paisanos ante invasiones foráneas. Ayudan al traslado en el tiempo cantidad de piezas arqueológicas, la palabra de los guías, y los techos de madera, los muros de adobe, los cimientos de piedra, muy parecidos a los de las casas de ayer.
También, los carteles explicativos ubicados a lo largo del camino peatonal hacia la quebrada. Va en subida la senda, queriendo llegar, a las trepadas, a ese rincón tan especial.
DONDE: norte de La Rioja (a 120 kilómetros de Chilecito).
CUANDO: todos los días, de 9 a 17 horas.
Ruta alternativa
Kimono
Por El Peregrino Impertinente
No faltará por ahí el familiar que, tras un agradable viaje por Japón, vuelva a casa con kimonos para todo dios: los hijos, los nietos, los yernos, el perro, el cobrador de la rifa “La Casa del Niño Bello y Apetecible del Padre Abusetti”, etcétera. Y nosotros los recibimos felices, porque a caballo regalado no se le miran los dientes, a no ser que tenga la cara de Raquel Mancini.
Ocurre que el famoso vestido es toda una tradición en el país del sol naciente, y por lo tanto una presea para el viajero. Inspirada en las vestimentas chinas del Siglo V, la prenda ocupa un lugar muy importante en la identidad japonesa, casi tanto como los arreglos florales, el culto a la armonía espiritual o la pornografía infantil.
Ayer utilizado como ropa de todos los días (la de los ricos hechos de seda, la de los pobres de bolsa arpillera, que eso de dejar bien marcadas las diferencias de clases ya lo sabían mucho antes que Aranguren); los kimonos se usan en la actualidad para ocasiones especiales. Un casamiento, por ejemplo. Allí, además, al novio se le borda en el vestido una frase milenariamente sabia, que en japonés se lee como “Ta Ata lo Hueo”.
Decir también que existen varios tipos de kimonos, entre ellos el furisode (elegante, ideal para fiestas), el yukata (muy colorido y liviano, pensado para los días de verano) y el tomesode (mucho más sano que el tomeginebre).
En tanto, el kimono suele ser acompañado por accesorios como la faja, la vincha y la chinela. “A propósito: ¿saben cómo se dice descalzo en chino? Chin chu chinela”, dice el viajero, sin darse cuenta que estábamos hablando de Japón, y justo antes de ser violenta y merecidamente apaleado por el seleccionado nacional de sumo.