Uno de los temas que abordaron en el simposio Fertilidad 2017 fue el de las “rotaciones y nutrición: buscando una producción sustentable”.
El primer panel del bloque apuntó a encontrar la rotación adecuada para tres regiones representativas del país. En todos los casos se mostraron resultados de ensayos de larga duración que implementa el INTA lo largo del país. Estos estudios miden variables físico-químicas y biológicas que expresan la evolución de la fertilidad y salud del suelo. La materia orgánica está concebida como la memoria del suelo, de forma que su valor indica cómo impactaron en el suelo las prácticas llevadas a cabo en el mismo.
Alcira Irizar, del INTA Pergamino, mostró cómo en los primeros 40 años de agricultura en la zona núcleo se perdió el 27% del carbono orgánico del suelo debido a las altas tasas de mineralización que expresaban por la quema de rastrojos y labranzas continuas. Luego, la especialista señaló que las pérdidas se estabilizaron gracias a la cosecha mecánica y posteriormente a la siembra directa y labranza cero. “Actualmente, se observa que solamente un 11% de los productores cuenta con un buen nivel de materia orgánica en sus lotes”, destacó Irizar.
Los ensayos de larga duración que se realizan en el INTA Pergamino desde hace más de 30 años permiten observar y predecir lo que sucederá en el futuro en el caso de mantener el actual modelo productivo. En las rotaciones ensayadas se observa que el monocultivo de soja fue el que menos carbono aportó. Ante la incógnita de cuál es la mejor rotación, Irizar aclaró que no existen recetas, pero una rotación adecuada debería tener un alto índice de intensificación entendido como un sistema con barbechos cortos y el suelo ocupado el mayor tiempo posible. Adicionalmente la soja no debería superar el 50% de la rotación.
A continuación expuso Romina Fernández, del INTA Anguil, quien mostró cómo se comportan los suelos agrícolas en las rotaciones en la región semiárida. En primer lugar expresó cómo se “agriculturizó” la región pasando de campo natural y bosque de caldén a un sistema agrícola. La fragilidad del sistema hizo que los suelos se degradaran rápidamente con la consecuente pérdida de carbono.
En los ensayos de larga duración se compararon sistemas en soja continua, rotación con 50% de gramíneas y vegetación natural. A nivel de la infiltración del agua, se observan diferencias enormes con el campo natural, por lo que es necesario trabajar en ese sentido debido a que no se puede desperdiciar el recurso más limitante. Fernández explicó que se simuló una lluvia de 120 mm, mientras en el campo natural infiltraron 100 mm, en el lote bajo monocultivo solo ingresaron 40 mm. “Es prometedor observar que en el sistema rotado infiltraron 60 mm. La porosidad es clave para definir los rindes y la sostenibilidad del sistema”, aseguró.