En el 30º aniversario del envío radial de medianoche, Dolina se presentará en Mundo Rojo junto a Patricio Barton y el Trío Sin Nombre. En diálogo con EL DIARIO habló de “La venganza…”, su próxima obra literaria, del programa que realizó en Canal Encuentro y la situación actual del país
No podemos evitar decir lo básico: cualquier excusa se convierte en válida para que Alejandro Dolina regrese a Villa María a fin de recrear “La venganza será terrible”.
En esta ocasión, esa suerte de burbuja poética a la deriva que bucea por las medianoches del dial, en un mar de historias rescatadas de las disímiles fuentes y conversadas con lúdica y lúcida astucia por una mesa de cófrades, festeja -a pesar de sus cambios de nombres, de frecuencia y de algunos integrantes- sus 30 pirulos de vida.
Por tal motivo, Alejandro Dolina, conductor y autor de célebres obras como “Crónicas del Angel Gris”, “Bar del infierno” o la opereta “Lo que me costó el amor de Laura”, dialogó telefónicamente con EL DIARIO, a modo de anticipo a la velada de mañana, además de pasear, casi obligadamente, por la situación actual del país y por su próximo proyecto literario, entre otros temas.
La cita está pautada a las 21 y en Mundo Rojo (avenida Perón 1568), momento y lugar en que Patricio Barton (el partenaire dilecto de los últimos años), el Trío Sin Nombre (compuesto por los hijos del conductor, Ale Dolina y Martín Molina junto a Manuel Moreira) y el propio Alejandro, acomoden todas las piezas necesarias para enarbolar un nuevo encuentro en vivo con su público.
Tras la emisión, adelantó Dolina, los artistas se quedarán a charlar con los espectadores. “Es una de las cosas que más me entretienen”, acotó.
“No soy el mismo tipo”
-En una entrevista reciente señalaba que al pasar 30 años del programa, el público no era el mismo, usted tampoco era el mismo pero el formato era casi igual.
-Es contradictorio detenerse a pensar qué ha pasado en 30 años. Por un lado, hemos publicado hace poco un libro grandote, lleno de historias, fotos, testimonios, sucesos y con multiplicidad de colaboradores. Por eso, parece que se tratara efectivamente de una sola cosa, de algo que ha perseverado en el tiempo y que es idéntica a sí misma. Y no es así. Yo no soy el mismo tipo que era cuando empezamos hace 30 años. El programa ni siquiera mantiene una continuidad tan clara. Hemos cambiado de nombre, de compañeros, he cambiado de procedimientos. Sin embargo resulta indispensable ese engaño o comodidad de la inteligencia para hacer creer que somos los mismos. Es como cuando volvemos a casa y nuestra tía nos recibe igual que cuando éramos pequeños. Seguimos presentando el mismo documento. Sí es cierto que estamos a la misma hora y con el mismo espíritu de comunicarnos con la gente, pero a veces nos cuesta reconocernos.
-¿Cree que ese vínculo que se ha mantenido es más por una necesidad del público hacia ustedes o viceversa?
-Calculo que será de mí hacia el oyente porque no conozco el grado de necesidad que tenga el público. Pero para ellos soy uno más en el dial y yo tengo un solo público. Dependo de él para mi prosperidad, mi desarrollo artístico y para mis ansias de escribir. En cambio, ellos me pueden sacar y poner a otro y es más o menos lo mismo. Sí hay gente que está muy interesada en las cosas que hacemos y que no son tan frecuentes los programas que tienen estas perspectivas. Aunque uno puede pasar sin ellos, pero yo no puedo pasar sin el público.
-¿Pensó que “La venganza…” pueda tener fecha de vencimiento?
-Todos tenemos fecha de vencimiento. Nunca he pensado en eso, en verdad, y actualmente estamos con más energía que nunca. Además, ayuda también la tecnología y la posibilidad de llegar a otras partes es mayor que nunca. Por ejemplo, de poder comunicarnos con la China si queremos, aunque a veces no podemos comunicarnos con el barrio de Núñez, que es donde vivo (risas).
-Hablando de cambios, sí hubo varios “coequipers” a su lado.
-Si uno se pone a pensar no han sido tantos en 30 años. En principio los compañeros son muy importantes, no viene cualquiera. Tal vez en otro tipo de programa están los locutores de turno, donde hoy es Juan y mañana Pedro y no importa si se llevan mal con quien conduce. En este caso tiene que haber, o yo deseo que haya, no un grado de amistad, pero sí de entendimiento, de pensamientos parecidos. No hablo de opinar igual que yo en todos los asuntos, pero sí que se aproxime para producir un mismo producto. Entonces cuando uno encuentra a alguien así prefiere que se quede mucho tiempo.
Política y cambios
-¿Le molesta que los periodistas le preguntemos por distintos temas de actualidad, por ser una persona pública?
-No, porque es inevitable la curiosidad que tienen los entrevistadores acerca de lo que yo pienso en muchas cosas. Ahora, cuando conozco del tema, lo mejor que podría hacer es no meterse donde uno no sabe. En esas ocasiones, respondo: «Mire, no me había enterado». Hay gente que se cree que está en la obligación de responder cualquier cosa y largan diez minutos de palabrerío. Por ejemplo, usted me pregunta: «Qué opina de la minería a cielo abierto?». Y la verdad que no conozco nada de ese asunto. Por ahí otro empieza a contestar: «La minería a cielo abierto es un tema muy grave que ha sido debatido…».
-Pero sobre la política y el fútbol le gusta hablar.
-Es porque todos creemos que sabemos. No me cansa hablar de tales temas, pero tengo respuestas muy a trazo grueso, en especial de política. Como sabe, no participo de ninguna clase de entusiasmo sobre las políticas actuales.
-Según su visión, ¿avizora algún cambio?
-Me parece que no. Los cambios que se pueden dar serán en la medida que se vaya modificando el esquema de autoridades actuales. Si a través de las sucesivas elecciones otras autoridades van remplazando paulatinamente a estas es muy posible que tengan poder para establecer otras políticas, aunque más no sean en otras provincias o en otros municipios y llegado al caso, en el país. Si lo que usted me pregunta es si el Gobierno da algún indicio de querer modificar sus políticas, me parece que no, que quiere perseverar en ellas y hacerlas todavía más evidentes.
-¿Ya ha perfilado su voto para las elecciones legislativas?
-Soy una persona muy fácil de definir. Estas elecciones son importantes y hay dos modelos claros. La gente se pronuncia a favor de uno u otro, no hay que andar hilando muy fino porque son posiciones muy antagónicas. No es que yo tenga encono ni la tendencia a acusar a quien vota distinto que yo. La democracia es así, las políticas a veces no van para donde nosotros queremos.
-¿Usted cree, a su juicio, que el pueblo se equivocó al votar a Macri?
-El pueblo no se puede equivocar porque la democracia no implica el acierto, no es cuestión de embocarla. Es una decisión, como elegir una novia. Uno reconoce cuáles son sus intereses y uno se pronuncia a favor de ellos. Después de una elección podemos hablar de políticas que pueden ser malas para el país o malas para los trabajadores.
Del cuento a la novela
-Le cambio de tema. He leído que está trabajando en un nuevo libro: “Notas al pie”.
-Hasta ahora ese sería el título. Sucede que los muchachos de la editorial me llaman a cada rato para saber por dónde voy (risas). Una vez ya publicado «La venganza…», que de algún modo justificaba la detención de las obras de «Notas al pie», debo escribirlo con mayor intensidad. Por suerte, ya sé de qué se trata, ya sé de qué viene, cuál es el modelo actancial del libro, diría la gente del teatro, y puedo trabajar sin tener la sospecha de que todo lo que estoy escribiendo no lo tenga que tirar al día siguiente. Hay un momento en la realización de los libros en que uno todavía no sabe para dónde va, que no lo tiene definido. Muchas veces uno escribe tardes y tardes hasta llegar a un punto donde dice: «Esto está mal, está mal concebido» y hay que tirar todo y empezar otra vez.
-¿Y de qué va la nueva obra?
-Es un libro de cuentos que a partir de las notas al pie se empieza convertir en una novela. Es una historia de amor y de crímenes, pero también puede llegar a ser gracioso. Habla de un cuentista que acaba de morir y que se están publicando sus cuentos póstumos. Pero el libro viene con notas de pie de su alumno. Al principio son aclaratorias y críticas, desde el punto de vista literario. Pero después las va haciendo más frecuentes y más largas y por allí se va sabiendo qué le pasó realmente a ese cuentista.
-¿Ese es su método de trabajo habitual?
-Sí, y es por eso que es más fácil la radio, aunque las palabras se las lleva inmediatamente el viento. Escribir libros es un arrepentimiento tras otro. Además, no soy una persona tan brillante como para ponerme contento por cada oración que escribo.
-¿La problemática que atraviesa actualmente el mercado editorial lo ha afectado?
-Afortunadamente no, porque yo publico un libro cada tres años, no se nota tanto. Aunque es cierto que en el público sí. Si usted siente afectado su presupuesto, lo primero que uno deja de comprar no va a ser un sándwich, pero sí un libro.
-¿Qué es lo que le gusta hacer fuera de la radio y el mundo de los libros?
-No me queda mucho tiempo libre porque preparar un programa diario de dos horas, más hacer giras y escribir, demanda bastante. Además, tengo otros proyectos que tienen que ver con la música o con el teatro. Con el tiempo que me queda vivo un rato. No tengo una vida muy rumbosa ni soy muy comunicativo ni tengo muchos amigos. Sí voy al fútbol los martes y estoy con mis hijos que también trabajan conmigo, por otra parte. El programa me obliga a aprender y a leer mucho más que en mi juventud. Leo casi de un modo fenicio, aprovechando cada letra. Siempre veo si lo que estoy leyendo por placer también sirve para amueblar el programa u otros proyectos.
Elogios a Campanella
-Hace poco, en Canal Encuentro logró fusionar dos de sus pasiones: la literatura y la música-
-Es cierto. «Recordando el show de Alejandro Molina» fue un lindo proyecto de Juan José Campanella. Estoy muy orgulloso de ello y me gustaría repetir una experiencia como esa, pero no lo veo muy fácil.
-¿La haría nuevamente con Campanella?
-El es un profesional extraordinario. Era la primera vez que yo trabajaba con una persona con tantos conocimientos técnicos y artísticos, inherentes a cómo emocionar a la gente, cómo se narra y se filma una buena historia. No te digo que había un clima de amistad, pero sí que él enseñaba y hacía didáctica al mismo tiempo que trabajaba. Además, participaron dos docenas de artistas con mucho talento. Por eso el mérito es de todos ellos más que mío.
-Algunos los pondrían en veredas políticas opuestas a Campanella y a usted.
-Evidentemente sí. Aunque soy peronista pero no estúpido. Así que como dijo el cura: «Cuando trabajo, trabajo».
-Es valorable que lo diga porque hay personas que tienen posiciones irreconciliables y, por ende, no trabajan juntas.
-Hacen mal porque hay que apreciar a las personas en su globalidad. Creo que Campanella está equivocado en lo que piensa políticamente y él debe creer que el equivocado soy yo. Pero eso no nos impide navegar en las mismas aguas durante muchas horas diarias sin que eso venga a molestarnos en lo más mínimo.
-Por último, usted tiene una amplia platea femenina que lo sigue. ¿Eso podría también definirlo como parte de su encanto?
-(Risas) No lo sé. No creo que sea como dice usted. Para mí el amor es la buena noticia que hay en el mundo y estoy interesado en eso. Casi que le diría que le cambio toda mi carrera artística por media novia. Ojalá que fuera así.
Juan Ramón Seia