ESPECIAL PARA EL DIARIO
Cada fin de semana que el cielo anda bien portado y el sol puede lucir su figura de brillo y perpetuidad, los villamarienses se agolpan en la costanera, como queriendo aprovechar cada instante de claridad, de día puro. Lo mismo hacen los cruzdelejeños, pero en el dique. Esa es su “costanera”. Ese es su recreo hecho aire libre. Esa es la joya de la ciudad, la que, obviamente, también aprovecha el viajero.
Referente del noreste cordobés, el dique Cruz del Eje se planta como una muy apetecible propuesta. Es el principal atractivo de los llanos, que cambian los verdores y las montañas del Valle de Punilla por ambiente seco y olivares por doquier. El espejo de agua, así, se convierte en un verdadero oasis.
El lago está ubicado unos siete kilómetros al sureste del centro de la ciudad, en un área agraciada que a vistas claras hace las veces de patio para los lugareños. Se da cuenta el foráneo ni bien comienza a recorrer el camino asfaltado (en rigor una avenida, la Arturo Illia) y contempla a los autos marchando despacito, las bicicletas muy diligentes ejercitando a sus jinetes, los corredores sudando la gota gorda, los caminantes charlando, pero sin perder el ritmo. A tono surgen las arboledas y, llegando al final, el balneario presto en ofrecer río Cruz del Eje y asadores para dar vida a la gran tradición criolla.
Desde allí ya se divisa el descomunal paredón, de 40 metros de altura. Hará falta trepar un poco (motorizado o no) para llegarle a los lomos y apreciar como es debido el tan anhelado dique.
A la izquierda y a la derecha
De tomar el camino de la izquierda, el viajero accede a lo elemental del asunto. Una pasarela de más de tres kilómetros de extensión que permite absorber de lleno y sin más la intensa postal, caracterizada por un inmenso colchón de agua clara de 10 kilómetros cuadrados de extensión. Brilla el sol en su reflejo, mientras en los fondos las estribaciones linderas a los cercanos San Marcos Sierras y Capilla del Monte dejan ver siluetas de lejana roca, muy apetitosas ellas.
Ahora retornan los ojos al paredón y se centran en un sector vallado donde cientos de paisanos prueban las cañas en búsqueda de pejerreyes, carpas, tarariras y, acaso, algún dorado que haya quedado (se intentó introducir esta especie en el dique, aunque sin mucho éxito). Lo mismo procuran los pescadores que allá, en la superficie, mueven sus lanchas y botes a remo, acompañados de los que se divierten paseando en kayak o tablas de windsurf.
Continuando hacia el sector este, el regalo es caminar por el paredón a lo largo de unos 2.500 metros, encontrando en el final alguna que otra playita de arena, plataforma para el chapuzón en verano y la puesta de patitas al agua el resto del año.
Regresando a los abajos, se puede tomar el camino de la derecha y ensañar los sentidos con la cara sur de la obra, donde esperan un par de clubes náuticos y más asadores para darse un festín al lado del espectacular lago.
Datos de interés
El dique Cruz del Eje se llama oficialmente Arturo Umberto Illia (otrora vecino de Cruz del Eje), bajo cuya presidencia la obra fue levantada, allá por el año 1943. Desde entonces, sirve a los pobladores del noroeste cordobés abasteciéndolos de agua potable y energía eléctrica. En su seno desembocan los ríos serrano Quilpo, San Marcos y Candelaria, mientras que el Cruz del Eje lo atraviesa.