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Quimera de montaña

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Quimera de montaña

Paso obligado para quienes realizan la caminata integral hacia la cima del Champaquí, la aldea es todo un primor. Diversidad de otros circuitos de trekking y espectaculares panorámicas del Valle de Calamuchita, entre bosques múltiples, marcadas quebradas, río vital y gente privilegiada

Escribe Pepo Garay
Especial para EL DIARIO

Villa Alpina es un destino conocido fundamentalmente por aquellos que realizan la caminata hacia la cima del Champaquí, toda vez que la pequeña aldea hace las veces de principal punto de acceso al famoso circuito de trekking. Sin embargo, esta comuna de intenso follaje y marcado carácter de montaña ostenta otros varios atractivos que bien merecen una visita. Excursiones aledañas al cerro más alto de Córdoba, el río Los Reartes, panorámicas del valle y mañanas, tardes y noches de relax y esencia calamuchitense son algunos de ellos.  

De pasado alemán (la fundaron inmigrantes del país teutón, quienes le dieron nombre inspirados por los paisajes similares a los de los Alpes europeos) y ubicada en el extremo occidental del Valle de Calamuchita (a 40 kilómetros de Villa General Belgrano y 225 de Villa María), Villa Alpina corporiza un reducto de innegable belleza.

Principales culpables del rótulo son las vistas casi de balcón hacia el resto de la región, el ya citado río (que deambula sabio y corpulento entre piedras y laderas) y arboledas espesas (el pintoresco tabaquillo y el pino, por ejemplo, que en esta época del año decoran los caminos de tierra con un irresistible manto de hojas, tan muertas, tan vivas).

Al cuadro se le agregan caballos (se pueden alquilar), ovejas, golondrinas, picaflores, caranchos y hasta cóndores y los pasos quedos de un manojo de paisanos, 150 o así, despreocupados y de pulmones impolutos. Algunos vienen de latitudes remotas (Misiones, Corrientes, Formosa) a trabajar con el hacha. La forestación es un factor de peso en la economía de la zona. Aquello ha llegado a poner en riesgo algunas especies, aunque los de mayor conciencia están al tanto del fenómeno y desde su día a día toman cartas en la defensa de los valiosísimos árboles (valiosísimos para la vida misma y, lamentablemente, también para cuestiones de billetes).

La base del pueblo es una extensa calle de tierra y curvas a lo largo de la que se reparten casitas, casas y casonas. Un almacén onda ramos generales acá (escritorio de madera eterno, velas para iluminar en la noche, aura gaucha), una hostería allá. Es todo lo que se ve de construcciones. En el meridiano del recorrido, vado y puente colgante para peatones hacen saber del río. En realidad, el agua se anticipa de antes, murmullo de correntada que baja desde las Sierras Grandes. Al lado, una porción de tierra para tirar la carpa o engendrar un fogón nocturno. Al frente, quebrada encantadora, pinares latentes. Es para quedarse mil días solo viendo el espectáculo.

 

Repertorio de excursiones a pie

En materia de caminatas, se dijo antes, la cosa viene fértil. El arribo al arroyo La Puente demanda hora y poco de marcha. Se trata de un caudal que en un momento se hace subterráneo, saliendo a la luz del sol un kilómetro después. Similar es el tiempo necesario para llegar a Pozo Verde, preciosa olla natural que se alimenta de Los Reartes. Para encontrarse con la antigua mina de Mica Santa Ana (erigida en la década del 30), en tanto, hacen falta apenas 40 minutos.

Más alejados se encuentran la cima del cerro La Mesilla (entre dos y tres horas), el puesto de Don Moisés López (unas tres horas camino al Champaquí) y La Cumbrecita (al célebre pueblo peatonal se puede llegar a pie tras aproximadamente dos horas y media de peregrinación). En todos los casos, la aventura viene acompañada de trepadas, bosques e impresionantes vistas del Valle y las Sierras Grandes.

Aunque claro, la excursión estrella sigue y seguirá siendo la que conecta con el zénit del cerro Champaquí (alrededor de siete u ocho horas, pernoctación mediante en alguno de los puestos/hospedajes cercanos a la base). Ese coloso de roca y leyendas que, desde los techos de Córdoba, vigila a la siempre entrañable Villa Alpina.