Escribe Andrea Berti LIC. EN PSICOLOGIA MP 5528
Continuando con la propuesta para la creación de un espacio de debate respecto a las prácticas actuales, la Delegación del Colegio de Psicólogos Regional “A” comparte las reflexiones de la autora e invita a los que deseen acercar sus aportes a la temática planteada a que escriban a: cppcvillamaria@cppcorganización.ar o bien a que concurran a Chile 823
Hoy pululan artículos, notas, sitios, conferencias, que nos hablan sobre la felicidad. ¿Por qué sería necesario que alguien tenga que decirnos cómo serlo, cómo conseguirlo y, además, cómo mostrarlo? Pareciera que se actualiza la pregunta que Freud se hacía en su texto “El malestar en la cultura”, del año 1930. ¿Por qué al hombre le resulta tan difícil ser feliz? Se respondía planteando las tres fuentes del sufrimiento humano: en primer lugar, por la supremacía de la naturaleza (no se la podrá dominar completamente); en segundo lugar, por la caducidad de nuestro propio cuerpo (esta aseveración permite paradójicamente poner en movimiento al ser humano para mitigar algunos pesares) y, por último, las relaciones con otros seres humanos que ponen de manifiesto la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones en la familia, el Estado, la sociedad.
Somos seres sociales y para vivir con otros habrá que renunciar a determinados impulsos, pasiones, habrá que hacer un arreglo entre la naturaleza (entendida como lo primitivo, lo sin ley, la satisfacción sin límite) y las normas de la cultura (como todo aquello que nos rige, los códigos que nos sirven para intentar relacionarnos con otros de una forma vivible). Por lo tanto, para vivir en sociedad el sujeto deberá renunciar, entre otras cosas, a un poco de felicidad (reprimiendo sus impulsos) en pos de la esperable seguridad y orden que brinda la cultura.
Se podría decir que en el producto de esta operación radica la singularidad de cada ser humano. Será el arreglo, la invención que cada uno haga para vivir con otros. Eso que nos vuelve únicos e irrepetibles, lo que nos diferencia y nos hace ser quienes somos. La dimensión del tiempo atraviesa tanto la naturaleza como las normas, que si bien sirven para ordenar, al ser tomadas por el mercado se transforman en imperativos, diciendo cuándo y cómo debe ser. La introducción del tiempo es lo que permite la posibilidad de ordenamiento, pero después está el imperativo del mercado; y ya no sería el tiempo el que ordena, sino el imperativo del “¡ahora, ya!”, lo actual sin historización.
Uno de los elementos de mayor importancia que atraviesa el orden de la cultura y de la naturaleza es el tiempo. Su conformación se presenta limitada como un reloj que moldea nuestras acciones, nos ordena y condiciona, transformándose en la manifestación imperante de la época que es: “El tiempo no alcanza”, es un reloj que no responde a una cronología porque es siempre “ahora”.
Entonces, hay que arreglárselas con la vida y rápido. El psicoanalista Jacques Alain Miller se pregunta cómo abordar el fenómeno de la aceleración del tiempo que se vive y plantea como posibilidad hacerlo mediante la categoría de lo nuevo.
Lo nuevo en sí es una función temporal, no dura mucho y, sin lugar a dudas, cada vez dura menos. Apenas se adquiere un objeto -en esto la tecnología está a la orden del día- ya habrá pasado al estatuto de lo viejo, ya es remplazable.
Entonces, en estos nuevos tiempos sin tiempo, ¿cómo hacer para generar una pausa? Pareciera que detenerse, sentarse a pensar, analizar, ya es viejo, no tiene lugar en los días que corren. La producción tomó las riendas de la civilización, la pregunta por excelencia es “¿cuánto?”. ¿Cuánto sale, cuánto tiempo tarda, cuántas veces? Preguntas que no posibilitan la instalación de un tiempo de comprender, sino que apuntan a precipitar un momento de concluir: seguir consumiendo, probando.
¿Algo tiene valor solamente si es nuevo? ¿Todo tiene que ser útil? Entonces se buscan propuestas novedosas y efectivas. Como ya sabemos, la oferta antecede a la demanda y el mercado hace uso de los significantes imperantes, nuevas terapéuticas, pocos encuentros, mejore su vida, supere dificultades, esté entrenado, sea feliz. Nuevos objetos salvavidas del mercado.
Invierno y dieta: cómo organizarse para comer saludable y no aumentar de peso
Llegó el frío y tendemos a comer más. Refugiados en la excusa de que necesitamos “más combustible”, elegimos comidas más calóricas y nos damos permiso para comer mayores cantidades. Y a esto sumamos la reducción del ejercicio físico por el cambio de clima.
Por estas dos principales causas, es que la correcta selección de alimentos se vuelve fundamental para atravesar el invierno de una manera saludable y sin aumentar de peso.
“Por lo general, las bajas temperaturas hacen que dejemos de lado el consumo de ciertos alimentos como las frutas y las verduras utilizando como remplazo los hidratos de carbono (arroz, papa, fideos y batata, entre otros). Y esto es un error, ya que las frutas y las verduras deben formar parte del menú diario”, explica Teresa Cóccaro, licenciada en Nutrición y responsable del área en el Instituto de Neurociencias Buenos Aires.
Muchas frutas, sobre todo los cítricos (naranja, mandarina, kiwi), aportan vitamina C, un antioxidante que previene enfermedades y con un consumo diario regula y aumenta las defensas. Durante los meses fríos se recomienda consumir dos frutas por día: una cítrica y la otra no necesariamente tiene que ser fresca, sino que puede ser cocida en forma de compota o asada.
En relación a las verduras, lo conveniente es remplazar el consumo de ensaladas (ya que el cuerpo precisa de comidas calientes) por vegetales cocidos de estación. Los mismos pueden ser cocinados al vapor, al horno o salteados con aceite en aerosol y presentados en formato de budines, puré o soufflé acompañando las carnes (pollo, pescado o carne roja).
“Entre los vegetales de estación encontramos calabaza, remolacha, zapallito, berenjena, acelga, espinaca, brócoli, coliflor y zanahoria. Cuanto más color haya en el plato, mayor será el aporte de vitaminas y minerales. A su vez, las frutas secas también son una opción saludable”, enumera la especialista.
En lo que respecta a los lácteos, es aconsejable remplazar el yogurt solo o con cereales y/o frutas secas por un vaso diario de leche tibia con cereales o frutas secas. Se le puede agregar también una cucharadita de cacao amargo que aporta una buena cantidad de proteínas y calcio.
En cuanto a los carbohidratos, en el desayuno o merienda se deben incorporar panes o cereales integrales, de salvado o con semillas, o bien algunas galletitas dulces sin relleno como vainillas, byscuits, de maicena o lacteadas.
Al momento de almorzar y cenar, es recomendable comer arroces, lentejas, polenta, papas o fideos solo dos veces por semana. Los mismos se pueden combinar en guisados saludables con salsa de tomate natural y carne magra o pollo; en pastel de carne con base de calabaza o pastas con salsa de tomate natural o pesto (esta última es una opción muy completa, saludable y de bajo aporte calórico).
Para acompañar estas comidas, se recomienda consumir sopa de verduras o caldo y tomar agua a través de la ingesta de infusiones calientes que permiten regular la temperatura corporal como té, mate cocido y mate.
Ante la tentación de acompañar un café con algo dulce, el chocolate no está prohibido. Se puede optar entre barritas de chocolate amargo, frutas secas o almendras con chocolate, obleas de chocolate o algunas masitas secas.
“Como en toda recomendación nutricional, no se trata de no comer, sino de controlar la cantidad, modificar el método de cocción (evitar las frituras es muy importante) y acompañar la rutina alimentaria con actividad física, al menos dos o tres veces por semana durante 30 minutos”, concluye Cóccaro.