La falta de uso deteriora una casa. Por eso es de vital importancia para una correcta gestión del mantenimiento de una vivienda de vacaciones saber si la visitaremos una vez al año, al mes o cada semana. Si realizamos visitas cada mucho tiempo conviene escoger un lugar poco expuesto a la climatología adversa y con buenos sistemas antirrobo combinados con otros domóticos de protección que simulen que la casa está habitada. Además, es conveniente escoger sistemas de calefacción instantáneos que puedan permanecer apagados durante meses. Si, por el contrario, las visitas son constantes será menos necesario prestarle atención al clima y la seguridad, en favor de una mejor implantación o una vivienda más aislada.
En un mundo tan globalizado y profesionalizado ya existen servicios de mantenimiento de viviendas de vacaciones por encargo. La alternativa más novedosa es la del cuidado compartido: propiedades gestionadas por comunidades de vecinos o, incluso, casas de vacaciones de intercambio que están la mayor parte del año ocupadas por personas que también prestan sus viviendas para uso de terceros. En cualquier caso se debe prestar especial atención al cuidado en función del momento del año que queramos disfrutar de nuestra casa de vacaciones; cada época tiene sus pros y sus contras. A finales de la temporada de otoño/invierno prepararemos la casa para la de primavera/verano, y viceversa.
Puesta a punto
Para encontrar la casa en perfecto estado de cara al buen tiempo tendremos que planificar las acciones de mantenimiento durante el invierno. Es el momento de controlar el crecimiento del jardín. Para ello se recomienda poner guías a las plantas que querríamos dominar, con el objetivo de crear penumbras naturales. Se deberán podar árboles y arbustos a finales de invierno o principio de la primavera para perturbar menos la vida de las plantas y favorecer una mejor cicatrización. Es el momento del polen y los insectos, por lo que unas buenas mosquiteras protegerán la casa del deterioro que ello conlleva. Algo parecido ocurre con las aves migratorias: por un lado conviene tenerlas cerca para mantener a raya a determinados insectos, pero por el otro sus nidos y excrementos manchan paredes, cornisas y suelos.
Muy probablemente el frío invernal haya hecho mella en los acabados exteriores de la vivienda y convendrá realizar un repaso a los revestimientos y herrajes (bisagras, guías exteriores, etcétera.), que también se deterioran por el frío y la falta de uso. Cuando el calor comience a apretar, otras acciones serán necesarias; para comenzar habrá que comprobar el sistema de aire acondicionado y, en el caso de que se disponga de una, el correcto funcionamiento de la piscina.
Todavía en el ámbito de las instalaciones, si la casa dispone de placas solares, deberá protegérselas durante el tiempo que la casa no fue visitada, para evitar sobrecalentamientos por falta de uso. Si en primavera los insectos son un problema, en verano todavía lo son más y pasa a ser una obligación la instalación de barreras e inhibidores. Algo parecido pasa con el jardín; podemos encontrar una auténtica selva si no nos hemos encargado de mantenerlo con antelación.
Para que la vivienda no huela a cerrado ni aparezca moho en las paredes a causa de los meses fríos y húmedos que haya permanecido inhabitada, podemos instalar un sistema de renovación del aire automatizado o dejar alguna ventilación natural permanente. En el ámbito de los materiales convendrá haber escogido aquellos de base mineral, como el hormigón visto, la piedra o la cerámica, tanto en revestimientos como para el mobiliario, ya que su comportamiento a la intemperie y frente a la radiación es inmejorable y son todos ellos materiales que ayudan a crear ambientes frescos ideales en esa época del año.
En épocas de frío
Si somos de los que disfrutamos de las vacaciones en la época fría de otoño e invierno, lo más probable es que sea en zonas de montaña. Esta época invita a disfrutar de los espacios dentro de casa, por lo que deberá asegurarse que durante los meses de verano se haya realizado el mantenimiento del interior como el rejuntado de baldosas, pintura, etcétera. En este tipo de casas de alta montaña suelen predominar los suelos de madera natural de gran confort; conviene preocuparse de que la humedad del ambiente no baje demasiado mientras la casa esté desocupada, y en caso de tener madera tratada con aceite o ceras no estaría de más dar una capa de recuperación del revestimiento los primeros días que estemos en ella para dejarla en perfecto estado.
Son meses de frío y lluvias, incluso nieve, y será necesario haber revisado que no haya canaletas y sumideros tapados. Asimismo deberemos comprobar el sistema de calefacción, la caldera y el termo para asegurarnos agua caliente y confort térmico para afrontar las frías jornadas de otoño e invierno en un ambiente agradable.
Si tenemos la suerte de disfrutar de una chimenea, habrá que limpiarla y asegurarse de tener leña acumulada y bien seca. Lo ideal es comprar cada año la leña y consumir la que lleva un año secando en el leñero, así su poder calorífico es máximo. Las heladas de alta montaña son un riesgo para los materiales y las instalaciones; el agua al helarse aumenta de tamaño y es capaz de romper baldosas y ladrillos. Por eso será acertado elegir materiales poco porosos y de gran resistencia para nuestra casa.