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Chau, Pablo, y gracias por la música

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Chau, Pablo, y gracias por la música
Pablo Traverso, con los pulgares arriba, junto a la familia que formó en Estados Unidos. Fue el año pasado durante el casamiento de su hija Malena. A la derecha su hermano Hugo
Pablo Traverso, con los pulgares arriba, junto a la familia que formó en Estados Unidos. Fue el año pasado durante el casamiento de su hija Malena. A la derecha su hermano Hugo

Falleció en Sherman Oaks, Los Angeles, Estados Unidos, donde residía desde 1999, el villamariense Pablo Traverso, un amante de la música que a mediados de los 70 formó uno de los primeros y efímeros grupos de rock en esta ciudad, y que en aquel país recibió, acompañó y proveyó de instrumentos a cuanto músico argentino se acercó a su casa, desde Alejandro Lerner, el Negro Rada, Gustavo Santaolalla y Los Fabulosos Cadillacs, hasta La Mona, Chébere, Trulala…

Pablo tenía 57 años, fue un alumno brillante del Instituto Rivadavia, en la especialidad de Físico-Matemática, y con sus compañeros de la Promoción 77, Marcos Young, en guitarra eléctrica; Mario Orfila, en batería, y Eduardo Brondello, en bajo, formaron Deimos, que debutó precisamente en el patio del colegio y realizó un par de actuaciones más, incluida una en el mítico Chac de Entre Ríos y San Martín, donde un agente de Policía (de la dictadura) llamó al orden porque uno de ellos había osado sacarse la remera y tocar en cuero. Pablo le ponía voz al Rock de Caperucita, por ejemplo. “¿Lobo estás?”, preguntaba desde el estribillo, con un falsete de capa roja. Y añadía luego con una voz de jugo de tomates fríos: “Si ahí estás, por favor, señor lobo, no vengás”. Ensayaban muchas veces en el garaje de la casa de los padres de Pablo, sobre la avenida Hipólito Yrigoyen al 500, donde también se tejían hermosas historias de vida.

Los de Deimos eran los chicos que venían a embarcarse en la movida rockera que remaban desde hacía casi una década Angel Bugia y el Negro Páez, por citar solamente a dos de los “pioneros”. Entre estos pibes nuevos se contaban músicos y sonidistas espectaculares como Monky Tieffemberg, Cacho Aiello (gran amigo de Traverso) y Eduardo Zavala…

Pablo pasó de esa movida a Córdoba, donde conoció a los hermanos Ingaramo (Los Músicos del Centro que enamoraron a Litto Nebbia), anduvo con todos ellos “de gira” por Buenos Aires y otros puntos del país… O sea, siempre con la música a otra parte; un paso más allá. Y así saltó luego hasta los Estados Unidos, donde a poco de llegar se transformó en un faro que atrajo a los músicos argentinos que necesitaban alojarse y abastecerse antes de dar algún show. De ahí a ser el proveedor de instrumentos de cuanto artista y cuanta banda argenta desembarcaba, no había más trecho. De igual manera, sus envíos de instrumentos y equipos al país se cuentan por cientos.

La música de Pablo era, además, en son de amistad. Por eso el Negro Rada paraba en su casa, los Pimpinela comían en su casa… Fito, el Flaco Spinetta… A todos les tenía siempre listo lo que estaba por salir al mercado.

Pablo se casó con Mariela, con quien fueron padres de Malena y Pablo. Pablo (h) se casó a su vez con Angela y Malena lo hizo el año pasado con John. Toda una familia en torno al villamariense que falleció en las últimas horas del viernes. Nos enteramos ayer, vía Facebook, a través de su hermano Hugo, el exdecano del Instituto de Ciencias Básicas y Aplicadas de la Universidad Nacional de Villa María. Y una cadena de llamadas, WhatsApp y posteos sucedió para recordarlo también con el pulgar arriba, porque sus músicas van a estar sonando en alguna otra parte.

Que en paz descanses, querido amigo. Abrazo a la familia.

Vauda (Estimo que en nombre de toda la banda)

 

La enfermedad

Pablo sufría un tremendo sobrepeso, que lo llevó en los últimos años a ver la vida desde dentro de su casa, desde el sillón con el que viajaba por el mundo vía Internet.

Luchó contra ello; mejoró a veces, como hace un par de años, cuando pudo “salir de su cuerpo” y regresó de visita a Villa María. Otras veces decayó. El año pasado celebró el casamiento de su hija, se entusiasmó otra vez con el tratamiento, hasta que llegó el momento en que no pudo más.