La Organización Mundial de la Salud (OMS) insistió en que los países deben adoptar medidas para limitar el uso de aparatos de bronceado (camas solares) con el fin de reducir los riesgos que entrañan para la salud, como el melanoma y otros tipos de cáncer de piel.
La organización ha publicado el informe «Aparatos de bronceado artificial: intervenciones de salud pública para regular el uso de camas solares», en el que indica que, durante más de tres décadas, la exposición deliberada a radiación ultravioleta en las camas solares con fines estéticos ha dado lugar a un aumento de la incidencia del cáncer de piel y ha reducido la edad en que debuta la enfermedad.
Se ha calculado que el uso de camas solares causa anualmente más de 10.000 casos de melanoma y más de 450 000 casos de otros tipos de cáncer de piel en los Estados Unidos de América, Europa y Australia. Estos aparatos son más utilizados por las mujeres, sobre todo las adolescentes y adultas jóvenes.
Cabe mencionar que en la Argentina, desde 2012 está prohibida la utilización de equipos de emisión de rayos ultravioletas destinados a bronceado a menores de edad.
María Neira, directora del Departamento de Salud Pública y Determinantes Medioambientales y Sociales de la Salud de la OMS, señala: “No cabe duda de que las camas solares son peligrosas para la salud. Los países deben considerar prohibirlas o restringir su uso e informar a todos los usuarios de los riesgos que entrañan”.
En 2009, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) clasificó la exposición a los aparatos de bronceado que emiten rayos ultravioleta como carcinógena para el ser humano. A pesar de que más de 40 gobiernos y administraciones nacionales y provinciales de todo el mundo han establecido prohibiciones totales o restricciones a su uso, todavía queda mucho por hacer para limitar su utilización.
En el informe se presentan las políticas adoptadas por algunos países para regular el uso de las camas solares, ya sea mediante prohibiciones totales o limitando y gestionando su utilización. Algunas medidas adoptadas son el establecimiento de límites de edad para el empleo de estos aparatos, la prohibición de su uso por grupos de población con pieles sensibles (como las personas que se queman la piel con facilidad o a las que les suelen salir pecas) y la prohibición del acceso a ellas sin supervisión.
Además de las restricciones, algunos países han adoptado otras medidas: licencias obligatorias para los establecimientos de bronceado, limitación de la exposición a las camas solares, obligación de capacitar a los operadores de las camas solares e impuestos a las sesiones de bronceado. Además, es fundamental educar a la población mediante campañas de concienciación, señales de advertencia y folletos informativos.
Varios países han establecido reglamentos al respecto. El Brasil y Australia han prohibido la comercialización de camas solares y el Canadá, Francia, los Estados Unidos de América e Irlanda han implantado controles para evitar que los operadores de estos aparatos promuevan supuestos beneficios para la salud distintos de los fines estéticos. Por su parte, Italia ha establecido controles legislativos para que las personas de piel pálida y las embarazadas no puedan usar estos aparatos.
Las camas solares, las lámparas bronceadoras y las cabinas de bronceado emiten niveles nocivos de radiación ultravioleta cuya intensidad puede ser, como mínimo, igual a la de la luz solar al mediodía en regiones tropicales, y aumentan el riesgo de contraer melanoma y otros tipos de cáncer de piel. Estos aparatos también pueden causar un envejecimiento prematuro de la piel, quemaduras solares, inflamación ocular e inmunodepresión.
Se ha comprobado que las camas solares entrañan un riesgo específico de causar melanoma, con independencia del tipo de piel y la exposición solar. El riesgo de contraer melanoma aumenta cuanto más joven es la persona cuando empieza a estar expuesta a estos aparatos y también cuantos más años los utiliza. Los estudios indican que el uso de una cama solar al menos una vez en la vida aumenta un 20% el riesgo de padecer melanoma y que este incremento es de un 59% cuando se utiliza por primera vez antes de los 35 años.