Con piano y voz y ante un reducido grupo de invitados, el solista registró el material con la participación especial de Soledad Pastorutti
Intimo, impecable, altamente emotivo, genuino. Son algunos de los adjetivos que se le pueden endilgar a la performance brindada por el destacado cantante y compositor villamariense Pablo Cordero, el sábado por la noche en la Usina Cultural.
La ocasión se escapaba de los cánones habituales de una presentación musical. Se trataba de la grabación en vivo del segundo trabajo discográfico (sucesor de “Vocabulario”, realizado en estudio), del artista local, munido sólo de piano y voz, dentro de la histórica y encantadora atmósfera que provee la Casona Sobral (con su luminoso hall circular), con un reducido y puntual grupo de espectadores y con una invitada “sorpresa” cuyo nombre, en la previa, ya circulaba como la candidata predilecta a ocupar ese lugar al lado del solista.
Una idea masticada y pergeñada durante años por Cordero, tras escrutar estudios y espacios que podían cuajar, se cristalizó finalmente en su ciudad natal, en el seno del creador del Rivadavia (donde él cursara sus estudios), y a pocos días de celebrarse los 150 años de Villa María.
Por si los motivos no fueran los suficientes para insuflar de emotividad el acontecimiento, el cantante -sentado en el lustroso Zeitter y Winkelmann, propiedad de la Casona-, se hallaba literalmente rodeado de familiares, colegas (como uno de sus referentes, Enrique “Cacho” Aiello), amigos, alumnos, funcionarios municipales (incluyendo al intendente Martín Gill) y universitarios (como el rector Luis Negretti), y dos personalidades que terminaron de quebrarlo en más de una oportunidad, a la hora de referirse a ellos: el productor Matías Zapata, quien vino especialmente desde Buenos Aires para la velada, y Soledad Pastorutti, considerada “amiga” y tiernamente “patrona”, a quien conoce cercamente desde el programa “La Voz Argentina” hasta su rol actual, como vocalista y co-compositor de su plantel estable.
El repertorio registrado, como bien explicara el autor, comprendió piezas inéditas, algunas de larga data, acumuladas y pulidas para una oportunidad como la mencionada, y que no solo sobrevuelan sobre desamores, sino que también brotan de un perfil, hasta esta instancia, no tan explorado por Cordero como la honda lectura introspectiva; acaso una búsqueda entre filosófica y existencialista acorde a su estadio personal y profesional (prueba de ello en “Lo real” y “Lidiar conmigo”).
El momento más esperado se materializó en los dos duetos finales con La Sole, con quien además de estrenar mundialmente “Hojas en tu viento/Tu paz” (co-creado con Zapata) y “Ella y él” (una deliciosa balada con pretensión de hit, firmada por los dos cantantes), contó -como era previsible-, con pasajes hilarantes, alusivos a anécdotas de giras y chascarrillos propios de cófrades con varias temporadas de fatigar escenarios juntos.
Aunque, los temas que alcanzaron su cúspide sentimental fueron los dedicados a sus hijos Tomás y Benicio (“Si tuviera que irme” y “Vas a venir”), a los cuales tuvo que grabar en varias tomas debido a que las lágrimas no dejaban de brotar.
El proyecto, vale decir, contó con el aval del municipio y fue registrado en alta definición por Uniteve. La placa, según adelantó el autor, saldría antes de fin de año.
Juan Ramón Seia