Sin dudas, las industrias textil y de indumentaria se encuentran en la primera línea de los sectores más afectados en el país.
Según el Estimador Mensual Industrial (EMI), que elabora el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), tomando datos a julio la industria textil (no incluye indumentaria) es una de las dos actividades junto a producción de químicos y caucho que aún registran contracción entre los 12 sectores relevados, con un retroceso del 3% respecto de julio de 2016. En el acumulado de los primeros siete meses del año, la contracción llega al 12,9% interanual, con bajas del 22,4% en hilados de algodón y 10,7% en tejidos.
En el caso de las prendas de vestir, la situación no es mucho mejor. Las ventas se desplomaron más de un 20% en lo que va del año y se estima que desde 2016 a la fecha se perdieron unos siete mil empleos registrados y superarían los 35 mil contando los informales.
La industria textil está sometida a una suerte de “doble Nelson”, que se explica por un mercado interno deprimido por la caída del poder adquisitivo de los salarios y por la sostenida importación de productos finales.
A esto se suman las dificultades para producir y desarrollar la actividad, en un contexto en el que el peso de los impuestos alcanza en el sector un promedio del 50%. Mientras tanto, los consumidores se preguntan por qué la ropa es tan cara en la Argentina y los que pueden viajar al exterior aprovechan a comprar a precios mucho más bajos que en el mercado local.
Jorge Sorabilla, presidente de la Fundación Pro-Tejer, sostiene que “hoy la actividad en la industria textil está cayendo un 20% respecto del año anterior”, pero el dato positivo es que “dejamos de caer al ritmo que veníamos y recuperamos un poco la caída de 2016, por lo que los datos tienen que empezar a dar positivos a partir del segundo semestre”.