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El «cólera grande»

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El «cólera grande»
Transporte de enfermos (foto ilustrativa)

Las epidemias de cólera en Argentina durante el siglo XIX (1867-1868) se convirtieron en factores de crisis social que originaron tensiones entre los diferentes grupos sociales que operaban para combatirlas

Transporte de enfermos (foto ilustrativa)

Escribe Luciano Pereyra

En Argentina, las epidemias de cólera impactaron con gran intensidad sobre la población, generando crisis de mortalidad; su desarrollo y su crecimiento estuvieron relacionados con las condiciones higiénicas y de vida de la población. Fueron una prueba de cohesión social y generaron en el Estado y en la medicina una fuerte preocupación por los problemas de salud que derivaron luego en la “cuestión social”.

En el caso de la ciudad de Córdoba, ubicada a 700 kilómetros de Buenos Aires en los márgenes de la región pampeana, la epidemia de 1867-1868 fue la de mayor intensidad desde el punto de vista demográfico, ya que su fuerza fue devastadora. Iniciada en el Litoral, específicamente en Rosario y en San Nicolás, en el verano-otoño de 1867 la epidemia llegó posteriormente a la ciudad de Córdoba. Si bien no hay datos fidedignos sobre sus consecuencias, se puede calcular que aproximadamente el 8% de la población de la ciudad de Córdoba falleció como consecuencia del cólera y entre el 2% y 3% si consideramos la provincia en su totalidad, aunque hubo casos excepcionales de una importante mortalidad en algunas localidades, como el Totoral.

La muerte le llegó a 2.371 habitantes de la ciudad de Córdoba y a cuatro mil en el total de la provincia.

Hoy su mausoleo (reconocido como patrimonio) se encuentra abandonado y tristemente olvidado por todos nuestros coterráneos. Será obra obligada de alguna gestión restaurar y reconocer la última morada de nuestro primer intendente

El cólera es una enfermedad infecciosa que se manifiesta comúnmente con vómitos, diarreas y calambres en las extremidades. En la Argentina, el fenómeno del cólera apareció cuando el Estado se encontraba en proceso de formación. Sus estructuras endebles, especialmente en el sector salud, fueron rebasadas en muchos casos por la extensión y agresividad del flagelo. La epidemia generó fuertes conflictos y tensiones.1

Los conflictos entre Buenos Aires y el interior se habían agravado luego de la Batalla de Pavón, en 1861; pero fundamentalmente con la guerra del Paraguay, que se desarrolló entre 1865 y 1870 y, por cierto, fue muy impopular en el interior.

Cuando el cólera atacó la ciudad de Rosario, en el otoño e invierno de 1867, la provincia de Córdoba creaba una Comisión de Higiene, que tenía como misión generar las medidas necesarias para prevenir el ingreso de la epidemia en la provincia y en la misma ciudad. Para ello, instalaron establecimientos destinados a imponer una cuarentena a aquellos viajeros que llegaban de las zonas donde “reinaba la enfermedad”. Los puestos de cuarentena estaban dirigidos por médicos en el pueblo de Villa Nueva.

Mausoleo de Fernando Freites y Rosa Puente

Villa Nueva era el punto donde se asentaron, como venimos mencionando, muchos contingentes militares, ya fuese el Ejército porteño, al mando de Wenceslao Paunero para reprimir a Chacho Peñaloza, o algún batallón destinado al Paraguay.

A raíz de esta calamidad se radicaron médicos que fueron enviados por el Gobierno provincial con el objetivo de combatir la epidemia de “cólera morbus”, desatada a partir de abril de 1867; ésta fue conocida popularmente como el “cólera grande”.

El 18 de abril se detectaron los primeros enfermos, que pertenecían a la 3º División del Ejército del Interior.

Para el 28 de octubre, el juez de Alzada Antonio Centeno le comunica la situación al Gobierno de la provincia, quién comisiona al doctor Luis Warcalde (protomédico); Melitón de las Casas asume interinamente como presidente de la Corporación Municipal. Aquí aparece una figura histórica descollante, el coronel José Victorio López, quien se puso a disposición de las autoridades para custodiar nuevamente toda la frontera ante la eventualidad de ataques indios (malones).

Acta de defunción de Fernando Freites

El doctor Warcalde analizó la situación y ordenó medidas, aunque advirtió que si el poder público no acompañaba el esfuerzo médico, todo sería inútil.

-Aseo de calles y habitaciones, calidad de los alimentos.

-Traslado del cementerio.

-Formación de un hospital algo apartado de la población.

-Prohibición de velorios, poner cal en los féretros.

-Fijar un punto río arriba para la provisión de agua y otro río abajo para lavar la ropa.

Documento que certifica que Freites fue el primer intendente

Se reconocía la transmisión del virus por el agua, pero todavía no se tenía noción de la importancia de hervir el líquido vital (ese mismo año, un diario mendocino hablaba de filtrar y hervir el agua como método preventivo; lamentablemente no eran épocas de mediatización informática). La viruela, la fiebre amarilla y el cólera fueron las grandes epidemias que azotaron nuestro país en el siglo XIX.

En el Departamento Tercero Abajo diversas enfermedades tuvieron brotes epidémicos: sarampión, viruela, diarreas, disentería, peste bubónica, fiebre tifoidea, gripe, etcétera.

La situación era dramática, la ausencia de médicos en la región creaba desesperanza. El único médico se debatía entre la atención a los pacientes y los trámites burocráticos que hacían más penosa la situación.

Luis Warcalde recibió quejas y denuncias de los vecinos de Villa Nueva por su corta estadía en nuestro pueblo (no superó los ocho días); así lo manifiesta el diario El Eco de Córdoba.

“…me retiré además de Villa Nueva porque mi presencia allí era de todo punto estéril, desde que no se adoptaba medida alguna de las que yo indique; así lo debí comprender, en vista de que todo seguía en el mismo estado, que antes de haberlas aconsejado…”.

En este y otros argumentos, el facultativo expresa su defensa y señala la inoperatividad de las autoridades locales. Además debemos aceptar que Warcalde debía cumplir sus funciones como protomédico y atender las necesidades de otras localidades.

En octubre de 1867 se inician las gestiones para contratar a un médico estable (el Gobierno asigna un subsidio), pero a su vez se produce el rebrote de la epidemia, que tiene su pico en diciembre y hace estragos en la primitiva aldea que hoy es Villa María. Así lo informa el comisario Romero, única autoridad de la hija del riel. En Villa Nueva mueren ese año 475 personas y solo en diciembre 135.

 

El “cólera grande” en Villa Nueva y la muerte del primer intendente

Cuando llegan tiempos de elecciones, escuchamos que se habla del “sillón de Freites”. Esta alusión al cetro del poder villanovense hace referencia a don Fernando, el primer presidente de la Corporación Municipal del Tercero Abajo, que fue elegido luego de la Ley de Municipalidades en 1857. Existen tres hombres que se destacan sobre el resto en la historia villanovense y Fernando Freites fue uno de ellos, junto a Salustiano Carranza y José Victorio López.

A pesar de buscar incansablemente, no hemos podido encontrar el acta de bautismo de Freites, pero estimamos que nació en 1817 y es originario de la zona de Río Cuarto, allí nació su padre Martín Freites y su madre Isabel Calderón (sic), tuvo cuatro hermanos: Luisa, Sinforosa, Nieves (también fue presidente de la Corporación Municipal entre 1862 y 1866) y Trifona. Fueron propietarios de la Estancia Arroyo San José.2

Unió su vida con la viuda Rosa Puente, mujer con mucho poder dentro de la incipiente sociedad villanovense (fue hermana del segundo presidente de la Corporación Municipal, Juan Puente).

Tuvieron tres hijos: Antonia, Tomasa y Fernando. La primera se casó con el coronel Mitrista Ambrosio Sandes, quien residió en la Villa durante la invasión porteña al interior para reprimir las montoneras federales. Después de la muerte del mercenario, vuelve a contraer matrimonio, pero esta vez con su hijo, Pablo Sandes, en 1866.3

Para enero de 1868 el cólera hizo estragos en Villa Nueva, falleció Camilo Ramos, el presidente de la Comisión de Educación Pública. Don Fernando Freites y doña Rosa Puente se casaron en la agonía de la muerte, el cura Silvestre Ceballos los casó in mortis4 el 14 de enero de 1868, para que cumplieran con todos los sacramentos cristianos. El murió el 16. Ella el 19 del mismo mes y año. El cólera se los había llevado.

Hoy su mausoleo (reconocido como patrimonio) se encuentra abandonado y tristemente olvidado por todos nuestros coterráneos. Será obra obligada de alguna gestión restaurar y reconocer la última morada de nuestro primer intendente.

 

Referencias:

1 Carbonetti, Adrián. “Cólera y conflicto en la ciudad de Córdoba, Argentina” (1867-1868).

2 Según el censo de 1840.

3 Debemos aclarar que el matrimonio de Antonia Puente y el coronel Ambrosio Sandes solo es mencionado en el archivo Mitre, mientras que el casamiento con Pablo se encuentra asentado en el libro de matrimonios de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario.

4 El matrimonio in extremis o in articulo mortis, también llamado matrimonio por causa de muerte, hace referencia al matrimonio en el que uno de los contrayentes  está a punto de morir, por lo cual las legislaciones permiten acelerar los trámites necesarios. Esta circunstancia de que uno de los contrayentes esté en peligro de muerte o próximo a ella autoriza omitir inicialmente determinadas formalidades exigidas normalmente. La norma general es que el matrimonio solo puede celebrarse después de haberse cumplido con todos los trámites y requisitos que establece la ley; sin embargo, existe un caso en el cual puede realizarse sin cumplir las formalidades y esto sucede cuando alguno de los contrayentes se encuentra en peligro de muerte.