La historia colocó a Martín Gill al frente del Sillón de Viñas para el aniversario número 150 de Villa María y quizás por lo significativo de la fecha es que el mandatario arrancó su discurso ayer en el Verdi con emoción. Tanto fue así que debió tomar agua para recuperar la voz, luego de contar que se encontraban en el lugar los “héroes de la gesta de Malvinas” y enunciar la presencia de estudiantes y docentes.
Dijo que los 150 años “pueden ser pocos o muchos” según la perspectiva, pero sobre todo “son una valiosa oportunidad para agradecer, para pensar nuestro futuro, para mirarnos y reflexionar, buscar aquello que nos une más que los que nos separa”. Y remarcó que en la diversidad y pluralidad está la riqueza de una comunidad.
Luego apuntó que en este árbol de 150 años “no podríamos olvidarnos de las raíces”, a las que caracterizó como “profundas” y que superan esta cantidad de tiempo. Hizo allí referencia al homenaje hecho el martes en Campo Yucat y a los “pueblos originarios titulares de este suelo”. También habló de las raíces que representan “nuestra querida hermana mayor, Villa Nueva”, cuyo intendente Natalio Graglia tuvo un lugar especial en la ceremonia.
Rescató luego a quienes “sembraron la ciudad desde aquel primer gran sembrador” como Joaquín Pereira y Domínguez, indicando que la gran mayoría fueron inmigrantes que “venían cargados de sueños y expectativas”.
Más tarde señaló que “la gran mayoría” de los eslabones de “esta especie de cadena” que es la ciudad “no son públicos, son anónimos”, hablando de quienes generaron una escuela o un club, un taller o una fábrica, los que llevan adelante un comedor comunitario o quienes “cobijaron nuestra fe”.
“Son el antecedente de lo que hoy somos: una ciudad pujante, emprendedora, progresista”, definió.
Rememoró los tiempos de la primera escuela fiscal al amparo de la Capilla de Fray Chianea y después reivindicó a los villamarienses que pelearon en la guerra de Malvinas, los “héroes cotidianos”. “Hoy están acá acompanándonos con enorme valor simbólico. Y en ellos están los que quedaron, los que no volvieron, los que desde el frío austral reclaman la soberanía y la construcción de una Patria más justa, más federal, más soberana y pujante”, declaró.
En el tramo final de su alocución, el intendente repasó que se construyen los desagües más grandes de la ciudad y dijo que se recuperará el viejo edificio en que funcionó el Hospital Pasteur y se hará un puente.
Recalcó que en la localidad no se construyen “countries para disfrutar el espacio público quienes tienen oportunidades, sino que se construyen plazas” que son muy utilizadas por la comunidad.
Subrayó también que “el centro de un pueblo es la persona”. “La mejor obra es una ciudad todos los días más justa, más equitativa, con más oportunidades, que no excluya, donde el trabajo dignifique la mesa de la familia”, destacó, y agregó el valor del aprendizaje y “la educación como la herramienta más fuerte para pensar una ciudad mejor”.
Agradeció “a todos” y pidió redoblar esfuerzos, así como también tener “la generosidad de mirar lo que nos une más que lo que nos separa”.
Con ex-Intendentes: La legisladora provincial y exintendenta Nora Bedano estuvo sentada en primera fila. Su exesposo e intendente de la ciudad tres veces, Eduardo Accastello, en la segunda fila, junto a su pareja, la concejala Verónica Navarro. Llamó la atención el lugar alejado de las principales autoridades que tuvo el obispo diocesano Samuel Jofré Giraudo, quien quedó en el medio del Verdi, lejos del escenario.