La denominada “Posta del Paso de Ferreira”, ubicada donde el Camino Real cruzaba el cauce del río Ctalamochita, es hija del federalismo y de la visión de Manuel Anselmo Ocampo, quien ocupó un sitial en el Senado y la titularidad del Banco de la Provincia de Buenos Aires, hombre cercano a Bartolomé Mitre y conocedor de la futura traza del ferrocarril, más que el fervor de un prócer, tuvo el frío cálculo económico que se correspondía con quien tenía el privilegio de contar con la información adecuada para pergeñar lo que seguramente previó, como un floreciente negocio inmobiliario.
Es que el 5 de septiembre de 1854, el ingeniero norteamericano Allan Campbell eleva su propuesta de una traza ferroviaria entre Rosario y Córdoba al Gobierno de la Confederación (recordar que Buenos Aires no juró la Constitución de 1853, hasta que Mitre venció a Urquiza).
El mismo día de su presentación de la propuesta, Justo José de Urquiza abonó en oro 40.000 pesos fuertes y un año después, en 1855, Campbell entregó el proyecto a Urquiza, con la traza actual, en la margen izquierda del Ctalamochita, ya que allí se contaba con el agua necesaria para abastecer a las locomotoras (Cfr. Rubén Rüedi, Ibíd. Pág.42).
El 17 de septiembre de 1861, Mitre se enfrenta a Urquiza en Pavón, lo derrota, se consolida la unión nacional y asume el 12 de octubre de 1862 como el primer presidente de la República Argentina (unificada).
En 1855, el ingeniero Campbell presenta el proyecto del Ferrocarril Rosario-Córdoba. En dicho proyecto estaba prevista la Estación Villa Nueva, en la “Estancia o Paso Ferreira”. En 1861, Manuel Anselmo Ocampo compra a Cayetano Lozano estas tierras.
Es posible, tal vez, que Ocampo haya comprado estas tierras a sabiendas que pasaría el ferrocarril. Las paga 3.000 pesos plata y concede un poder para las ventas de las tierras a Pablo Barrelier, en el que especifica “que debe actuar en su nombre y representación, vendiendo manzanas y sitios que le pertenecen en el lugar denominado ‘Paso Ferreira’ en el cual debe hacerse un pueblo y la Estación del Ferrocarril Central Argentino”.
Ocampo fue indemnizado por los terrenos destinados a la estación y a la playa de maniobras. En 1867 llega el ferrocarril.
Domingo Faustino Sarmiento, en 1886, procuró que el padre de Manuel Anselmo Ocampo fuera presidente de la Argentina; pero mucho antes, siendo presidente el propio Sarmiento, el 19 de septiembre de 1871, el Congreso de la Nación sancionó la ley que en sus primeros artículos estableció la federalización del punto denominado Villa María.
Se demarcaría un área de 26 kilómetros por costado, cuyos límites serían fijados por una comisión compuesta por cuatro legisladores y el ministro del Interior.
Según se establecía, la capital de la Nación debería erigirse en el centro del territorio que delimitara la mencionada comisión. Para ello se fijó, sujeta a expropiación “por causa de utilidad pública”, un área de 10 kilómetros por costado. Pero la nueva capital que debía erigirse, de ponerse en vigencia real la ley, no llevaría la denominación de las existentes Villa María o Villa Nueva, dado que explícitamente se dejaba establecido que esa ciudad se denominaría “Rivadavia”.
Cuando se trató de trasladar la Capital a la “Estancia o Paso Ferreira”, Manuel Anselmo Ocampo dijo “vamos por todo”, ya que -vaya Dios a saber- cuánto dinero costaría la federalización de su estancia.
Pero Sarmiento fue presidente por seis años (1868-1874) y vetó la ley. El proyecto no pasó de ser una anécdota, así que el 20 de agosto de 1880, Ocampo le vendió en 27.000 pesos a Joaquín Pereira y Domínguez y a don Marcelino Arregui la “Estancia o Paso Ferreira” y se fue a vivir con su padre y hermanas a Villa Ocampo, en San Isidro, recoleto y coqueto suburbio de Buenos Aires, administrando los bienes de Sarmiento (Cfr. “El archipiélago”, autobiografía de Victoria Ocampo; Ed. Sur; Historia Popular de Villa María, Bernardino Calvo; Historia de la Ciudad de Villa María, José Antonio Pedernera, Pág. 163).
Manuel Anselmo Ocampo compró en 1861 la Estancia o Paso Ferreira en 3.000 pesos y le vendió al Gobierno nacional, en la suma de 600 pesos (escritura del 8 de junio de 1867, José A Pedernera, Ibíd. pág.108) los terrenos destinados a la estación y a la playa de maniobras del ferrocarril, con la condición indispensable de que allí se construyera.
Vendió 40 manzanas a diversos particulares y 19 años después, por escritura del 11 de diciembre de 1880, vendió en 27.000 pesos. Sin dudas, un buen negocio, máxime porque, según reza la escritura, “dentro del terreno se encuentra Villa María, cuyo plano firmado por ambas partes queda en poder del comprador. Antonio Sobral opinando al respecto, dijo “la venta de un pueblo”.
Se reconoce como fecha para festejar el aniversario de la ciudad el 27 de septiembre, fijando la fundación en 1867. Pero debe aclararse que esa fecha ha surgido de un acuerdo entre vecinos que estudiaron la historia, ya que nunca existió un acto específico de fundación.
Cien años después se llamó a concurso público de escritores e historiadores sobre el tema “Historia de la ciudad de Villa María”. Dicho premio recayó sobre José Antonio Pedernera, el estudioso que, aparte, tuvo el honor de ser el padre de probablemente el mejor juez Civil que haya tenido la ciudad, elaboró una obra de consulta obligada para quien quiera iniciarse en la historia de la ciudad.
Historia de guapos
Esta ciudad tiene historia de guapos. “Cuando el verano estaba en flor y el aire olía a menta”, el propio Pereira y Domínguez fue asesinado de un disparo de bala ejecutado por un jinete que tras darle muerte siguió su marcha. ¿Cuestión de polleras? Quién sabe.
De esos “guapos” hoy quiero recordar a tres: 1) César Brión, nacido en 1925, que el 29 de noviembre de 1950 le aguantó 10 rounds nada menos que a Joe Louis, “el bombardero de Detroit”; 2) Gustavo Ballas, que el 12 de septiembre de 1981 se consagró campeón mundial AMB (Supermosca) al vencer a Suk Chul Bae, y 3) por encima de ellos y de todos nosotros, qué duda cabe, el “más guapo” ha sido el entonces jefe de Bomberos, Juan Carlos Mulinetti, que el 23 de octubre de 1983, a las 4 menos 5 de la tarde, se arrojó al río para salvar la vida de dos jóvenes que habían caído a las aguas. Y los salvó, pero a costa de su propia vida.
Villa María, faro de la cultura de toda la región, desde la vieja Fosa, la Escuela del Trabajo, las Rosarinas, el Víctor Mercante, la ESIL, desde hace décadas convoca a los jóvenes para darles “la educación”, eso que al decir de Nelson Mandela “es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo” y que tras las huellas del insigne maestro, don Antonio Sobral, hoy cuenta con dos universidades nacionales y algunas privadas que hacen de nuestros niños un arma cargada de futuro.
Así como el ferrocarril le dio origen, en 1867, el 30 de enero de 1938 se inauguró la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos. A su sombra se forjaron obreros que devinieron en industriales, creando un círculo virtuoso y progresista.
Hoy cuenta con un Parque Industrial vigoroso, una planta de biodiésel ACA-Bio, con un cupo de producción de 125.000 metros cúbicos por año, fuente de trabajo y energía, que jerarquiza a la ciudad.
Si a todo esto le sumamos su capacidad para desarrollar desde la educación y la materia prima, la industria láctea, tomamos la dimensión de nuestra querida ciudad, que nació con sueños de capital y que, paradójicamente, su verdadero capital es el de permitir que sus habitantes podamos realizar nuestros sueños.