El 9 de octubre de 1967 asesinaron a Ernesto “Che” Guevara de la Serna. El Ejército boliviano de entonces afirmó que, luego que lo tomaran prisionero, había muerto a raíz de heridas de combate. El 10 expusieron su cuerpo en Vallegrande, al sur de Bolivia donde nuestro compatriota combatió intentando liderar una revolución en ese país. El reportero Marc Hutten fue autor de una foto que recorrió el mundo mostrando, en color, el acribillado cadáver del barbado hombre que en su juventud supo caminar las calles de Villa María. Este periodista fue uno de los tres corresponsales de prensa extranjera que presenciaron la conferencia que los militares organizaron para mostrar al Che muerto. Hutten escribió para Agence France-Presse (AFP): “Ayer por la tarde vi el cuerpo, acribillado de balas y sin vida, de un guerrillero apodado «Ramón», el supuesto nombre de guerra de Ernesto «Che» Guevara… El cadáver de un hombre barbudo, de pelo largo y vestido únicamente con un pantalón verde oliva, yacía en una camilla puesta sobre un fregadero de cemento. Un olor a formol flotaba por encima del cuerpo acribillado a balazos y desangrado, a los pies del cual habían tirado otros dos cadáveres en el suelo. Los oficiales encargados de disipar cada una de nuestras eventuales objeciones sobre la identidad de «Ramón» se empeñaban en señalar el parecido, rasgo por rasgo, del cadáver con el guerrillero. No hay duda posible, nos decían: las huellas digitales del cadáver corresponden con las de Guevara”. Y no hubo lugar para el error, el Che había muerto, pero no por las heridas en combate, en realidad lo asesinaron. La mano de los Estados Unidos de América se vio desde un inicio, el mismo Hutten escribió: “Un militar estadounidense asiste a esta conferencia. No lleva ninguna insignia, pero su estatura, su tez rubicunda y su uniforme de campaña traicionan su nacionalidad…”
A 50 años del asesinato
En aquella conferencia los militares mintieron que las nueve balas que lo alcanzaron fueron disparadas a 50 metros de distancia. La realidad sería conocida tiempo después. El entonces capitán Gary Prado le había ordenado al suboficial Mario Terán que lo matara. Años después, el propio Terán contó que estuvo un rato frente al Che, quien al ver el estado del joven de 25 años de edad, con voz enérgica, le dijo: “Usted viene a matarme… Póngase sereno, porque usted va a matar a un hombre”. El suboficial también contó que se sintió cohibido ante Guevara. Tuvo mareos. Fue a buscar una botella de licor que bebió en su totalidad y entonces se sintió con arrestos para disparar y acribillar al Che. Luego de ese acto Terán se refugió en el anonimato, perdido en un pueblo de los Andes.
Más de cuarenta años después, superando la barrera de los 70 años, en una Bolivia gobernada por Evo Morales, admirador del Che, Mario Terán pudo recuperar la vista gracias a la intervención de una misión de médicos cubanos que operaron a campesinos y gente pobre.
El Che en Villa María
En los ´80, crecimos en la militancia estudiantil en el marco de la experiencia que organizó Angel Diego Márquez cuando logró que en Villa María se cursaran, de manera íntegra, carreras universitarias. Así el Inescer se convirtió en unidad a distancia de la Universidad Nacional de Rosario. Quienes ejercíamos como delegados estudiantiles concurríamos, de manera habitual, a nuestra Facultad de Humanidades y Artes situada en la calle Entre Ríos de esa ciudad recostada sobre el río Paraná, donde en 1928 nació Ernesto Guevara. Cuando los compañeros de allí sacaban a relucir que a tres cuadras estaba el edificio en que había vivido, por algunas semanas, el niño Ernesto Guevara, los villamarienses decíamos que también había recorrido las calles de nuestra ciudad. Más allá de leer esa información teníamos la voz de nuestro profesor Bernardino Calvo, que había investigado el tema y en clase nos contaba al respecto.
En el primer mes de 1947, el joven Ernesto Guevara, de tan solo 18 años, llegó a Villa María. Desarrollaba su primera experiencia laboral bajo la órbita de la Dirección de Vialidad Provincial. Aquí tuvo contacto con la realidad del trabajo asalariado y también, quizás, comenzó a macerar un cambio de vocación que lo terminaría llevando a la Medicina. Renunció a su trabajo y partió a Buenos Aires, entre otras razones por la grave enfermedad de una de sus abuelas.
En los 80 también tuvimos contacto con el profesor Roberto “Lulo” Tais, un villamariense que tuvo un encuentro con el Che en la sede del Banco Nacional de Cuba. En el año 1961, Lulo, junto a una delegación argentina visitó Cuba para la celebración del segundo aniversario de la Revolución. Por entonces Tais era autoridad del Partido Socialista, Secretaría Muñiz, en Villa María y viajó a la isla por el Movimiento Solidario a la Revolución Cubana. En el marco de esa visita (del 01/01/1961 al 28/01/1961) una noche los argentinos fueron recibidos en la sede del referido banco por el Che Guevara. A lo largo de varias horas charló con los visitantes. En un reportaje que le hicimos años después Lulo contó que, entre otras cuestiones, le respondió a una pregunta que le hizo acerca de su tiempo de permanencia en Villa María. Le dijo que no tenía presente su residencia en Villa María y sí su trabajo en Vialidad. También dijo que el campamento de esa repartición pública se situaba en la localidad de Las Perdices y que allí sí estuvo él trabajando. No es difícil aceptar que dado el corto tiempo que el Che estuvo en la ciudad, el enorme peso de sus ocupaciones en el momento, y las circunstancias en que se le hizo la pregunta no recordara su estadía en ésta. Sus propias notas dejaron constancia de su paso por la ciudad, dijo que su dirección (¿solo postal?) era en el bulevar Vélez Sarsfield. Y el propio padre del Che manifestó que aquí habría aprendido algo que le acompañaría toda su vida: “Que la lucha por ganar dinero envilece a la gente”.
Pero Villa María volvería a hacerse presente en la vida del Che, pues en 1964 otro hombre nacido en esta ciudad tuvo contacto con él. Fue el reconocido intelectual José María “Pancho” Aricó quien, junto a un pequeño grupo de personas, se reunió con el guerrillero en la sede del Ministerio de Industrias del Gobierno cubano. Entre los visitantes estaba Ciro Bustos, mendocino que integró el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) grupo que actuó en 1963/1964 en el norte argentino al mando del cual estaba el comprometido el periodista, hombre de confianza del Che, comandante «Segundo» Jorge Ricardo Masetti. Bustos había tenido a su cargo la logística del grupo y el enlace con espacios políticos del país. Aricó había sido designado, por el grupo de apoyo cordobés al EGP que integraban los miembros de la revista «Pasado y Presente», para que realizara ante el Che un informe de lo actuado por aquella guerrilla que había sido derrotada en la selva salteña. Bustos reconoce que este grupo era la más sólida estructura de respaldo político que tenía el EGP. Recordando esa noche, Ciro Bustos escribió «…a Pancho no era el folclorismo provinciano o nacionalista lo que le atraía del Che, sino el novísimo poder de sus actos, refrendados con inteligencia no convencional. Pancho traía además una opinión crítica de la experiencia más que nada por el desfase entre sujeto y objeto político, forzado por la geografía y el aislamiento, que era como poner el caldero en un lugar y hacer el fuego en otro. El análisis de estos puntos de vista, frente al jefe promotor de la lucha, auguraban un debate esclarecedor. Pero la magia de la presencia del Che produjo otro resultado».
Nadie puede afirmarlo, pero quizás, alguna vez, el joven Guevara, empleado de Vialidad Provincial, caminando las calles de Villa María se cruzó con “Lulo” o “Pancho” que para entonces tenían 14 y 15 años, respectivamente. En 2018 se cumplirán 90 años del nacimiento del Che, bien podría Villa María organizar mesas de discusión sobre el pensamiento de este guerrillero que también fue un intelectual de fuste. Sería una manera de resistir a que la figura del Che solo sea un afiche que se comercializa en cualquier feria.