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Marketing casero y buen trato en una verdulería que ya son dos

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Marketing casero y buen trato en una verdulería que ya son dos
Diego, en pleno trabajo, despachando a una de sus clientas

Escribe Alejandro Ascasubi DE NUESTRA REDACCION

Con el humor popular y la intuición comercial como ingredientes básicos, mezclados en idénticas proporciones, un joven de Ballesteros crece junto a su familia y se desarrolla económicamente en Villa María. Adquirió una verdulería apenas llegado en 2011 y hace unos meses compró la segunda. El Vaticano no tenía Papa, él sí…

Diego, en pleno trabajo, despachando a una de sus clientas

Diego Pezzana se estableció en Villa María en diciembre de 2011, por pedido de su esposa Daniela. Si había alguna actividad en la que tenía experiencia era en la venta de frutas y verduras, ya que desde los 12 años se había rebuscado la moneda como ayudante en una verdulería de su localidad, Ballesteros, donde también había trabajado en una estación de servicios.

La joven pareja, con su pequeña hija Itziar, viajó hasta aquí y con ahorros y ayuda de las familias consiguió comprar el comercio de Sarmiento y Lamadrid. Pasado poco más de un año, Diego se preguntaba cómo hacer para insuflarle aire nuevo a su verdulería, cómo atraer el interés de nuevos clientes. En marzo de 2013, tras la renuncia del Papa Benedicto XVI y mientras en el Vaticano se realizaban los cónclaves para elegir a su sucesor (de cuya fumata blanca emergería el nombre de Jorge Mario Bergoglio, el primer jesuita y el primero proveniente del hemisferio sur en ocupar el Sillón de Pedro), al verdulero lo iluminó la luz divina: «El Vaticano no tiene Papa. Pero acá tenemos dos kilos a $10», escribió con tiza sobre la pizarra negra.

Y «eso pegó mucho», recuerda. «La gente paraba a sacar fotos, se reía; y algunos entraban a conocer al autor de la frase y algo compraban».

 

El frente del local con uno de sus carteles: “ Hay guebos como los del Gago. Quizo jugar roto…” (sic)

Y a partir de ahí…

La nueva técnica de marketing casero estaba en marcha. Así sobrevinieron muchas otras ocurrencias. Desde «tenemos naranjas de las que chupa Ariel Doman» (a raíz de su separación de Evelyn Von Brocke) hasta «hay bananas de las que come Del Potro entre set y set) a propósito de la Medalla de Oro obtenida por el tenista»…

En cuanto a lo deportivo, Diego lo tiene claro: «Yo soy de Boca, pero escribo a favor y en contra de Boca. Entonces, unos y otros entran para cargarme o para pelearme y, de paso, compran».

 

Diego: “Estos carteles se han hecho famosos. Ya viene gente de los pueblos que anda por Villa María a sacarse fotos y comprar…”

Houston, tenemos un problema…

«Justamente, uno de los problemas que tuve fue por una cargada a Boca, después de una derrota fea, en la que había tenido mucha culpa el Cata Díaz. Yo puse que con la compra de dos kilos de papa regalaba la camiseta del Cata y la gente compraba y me reclamaba la camiseta… lo tuve que borrar…».

¿Algún otro problema? «Sí, el día que puse que teníamos huevos de ñandú… La gente paraba a comprarlos, no interpretaba que se trataba de una broma. Entonces yo respetuosamente les decía: «Me quedé sin».

«Estos carteles se han hecho famosos. Ya viene gente de los pueblos que anda por Villa María a sacarse fotos y a comprar… Mirá cómo son las cosas», comenta, mientras envuelve huevos en papel de EL DIARIO.

«Me hice el viaje de estudios vendiendo EL DIARIO. Allá en Ballesteros, toda la promoción se hace el viaje de estudios vendiendo EL DIARIO. Tenía un montón de lectores fijos cada día; después me limitaron, porque podía pasar que otro chico se quedara sin el viaje, y eso no hubiera estado bien», recuerda el joven comerciante.

 

La idea de este marketing casero es que la gente pase al interior del local, a felicitar o a pelear, pero que pase…

Lleva los choclos al dentista

Despacha a un cliente y a otro mientras charla con el periodista. Siempre con una sonrisa, con una ocurrencia. A un señor que entró a comprar solamente tres choclos, le dice: «Llega justo amigo. Recién los traigo del dentista… les hice cambiar todos los dientes». Y a la «señorita» que se queja porque «las paltas están un poco duras», le retruca: «Pero si son las que comía Leonardo Favio con la postiza».

Así, con humor, ingenio y buen trato, su verdulería, llamada El 46, pasó a fines del año pasado a tener una sucursal ubicada tres cuadras más allá, cerca de la Terminal de Omnibus, El 22. «Me la vinieron a ofrecer y la pude comprar. Pero allá no pongo frases. Entre nosotros no competimos», se ríe…

Ayer, uno de los carteles de Diego informaba: «Hay achicoria bien amarga como Sampaoli». Habrá que pasar a ver la propuesta de hoy, según los muchachos de la selección la emboquen o no en la altura de Quito.

 

“La vida es una moneda, quien la rebusca la tiene. Ojo que hablo de monedas y no de gruesos billetes…”. Fito Páez