A finales de los años 20, la administración municipal de Villa María creó el Cine Municipal y ofreció funciones gratuitas para que todos tuvieran la posibilidad de acceder a este consumo cultural
Escribe Jesús Chirino
Nota Nº 520
El mundo estaba siendo sacudido por la gran crisis del ´30, nuestro país escapaba de las problemáticas suscitadas por los desbarajustes económicos y sus consecuencias. La realidad local lo confirmaba. Por entonces la sociedad villamariense sufría graves problemas sociales como los altísimos costos de los alquileres y falta de fuentes de trabajo. El Jueves Negro tuvo lugar el 24 de octubre de 1929, día en el que dio comienzo la caída de la Bolsa de Valoresl de Nueva York y con ella el Crac del 29 y la Gran Depresión.
Un terrible jueves, del año 1929, se desplomó la Bolsa de Nueva York y produjo una situación de verdadero pánico, desde allí se desató la crisis bancaria en Estados Unidos cuyas consecuencias fueron impregnando las economías de cada rincón del mundo. El desempleo y la consecuente falta de ingresos, trajo aparejada la miseria en numerosos hogares. Fue en ese contexto que el gobierno municipal de entonces pensó necesario que el cine fuera accesible a los sectores sociales más menos favorecidos por la situación social que se agravaría con la nueva crisis, pero que ya venían golpeados por la realidad social. Así fue que el 23 de noviembre de 1929 se dictó la Ordenanza 259 por la cual se dio un puntapié inicial para la creación del Cine Municipal.
Cine ambulante: experiencia privada
También desde ese mismo año la administración municipal, comandada por el intendente Ernesto Díaz, apoyó las funciones que ofrecía el cine ambulante de la empresa de Miguel Lorenzati. Esta firma comercial poseía un camioncito equipado con todo lo necesario. Con ese vehículo recorría los barrios de la ciudad y pueblos de la zona ofreciendo funciones cinematográficas. Desde el municipio se auspició de manera decidida esta interesante actividad. Según los registros fotográficos del vehículo, publicados por la prensa de la época, en sus laterales podía leerse “Cine sonoro Radiovoz. M. J. Lorenzati V. María”. Desde el Estado local se entendía que el acceso a ese tipo de espectáculos, permitido por las nuevas tecnologías de entonces, debían estar al alcance de todos los sectores sociales.
Para el pueblo
Para agregar entendimiento al contexto debemos señalar que para entonces el cine argentino aún no se había constituido como una verdadera industria y no existían muchas iniciativas desde el Estado en apoyo a la actividad. Creado el Cine Municipal, desde la normativa municipal se previó que en el cine oficial se ofrecieran funciones totalmente gratuitas dos veces por semana (días jueves y domingo). La sala de proyección fue establecida en la denominada Plaza de Ejercicios Físicos, que en 1932 pasó a denominarse “Manuel Anselmo Ocampo”. Según los documentos oficiales de la época, el Cine Municipal proyectaría piezas cinematográficas obtenidas en ámbitos como las embajadas extranjeras o las dependencias oficiales del Estado nacional, con el fin de “llevar al pueblo el conocimiento de nuestro país y de sus diversas actividades en todos los órdenes del trabajo”. También quedaron registros de que al comenzar su actividad oficial se inició la contratación de piezas fílmicas a la empresa cordobesa “Lastra Film”. En este caso se tenía el cuidado de que las películas que llegaran de la capital provincial contaran con diez o veinte actos como mínimo.
Proyector oficial hasta que cambió el proyecto político
Según la documentación consultada, a poco de decretarse la creación del cine, en el primer mes del año 1930, el gobierno municipal encargó a Simón Sanz viajar a la ciudad de Rosario para realizar la compra de una máquina de proyección Gaumont en la firma Juan Colombo. La adquisición fue concretada exitosamente. Recordemos Gaumont fue conocida por sus invenciones relacionadas con el cine sonoro, incluso muchos aparatos de su licencia contaban con reformas realizadas por la firma Colombo. A partir de esto podemos especular, con cierto grado de certeza, que se trataba de un proyector de cine sonoro. Comprado el proyector, se lo trasladó a la ciudad y se puso en funcionamiento. Luego del éxito inicial, con el paso del tiempo, las funciones fueron espaciándose. Es necesario recordar que en 1930 se produjo el golpe de Estado que derrocó el gobierno de la Unión Cívica Radical que había sido elegido democráticamente.
En 1932, bajo el gobierno municipal, de tinte liberal, liderado por Parajón Ortiz, se produjo una reducción de gastos que afectó de manera importante las actividades culturales. Eso impactó en la Banda Municipal de Música y el Cine Municipal que fue cerrado. Ya no era posible un cine municipal que ofreciera funciones totalmente gratis para los sectores populares. Durante ese mismo año, según lo publicado por el diario Heraldo, en su edición del 4 de noviembre de 1932, en el Cine Teatro Capitol, Cinematográfica Córdoba presentó (con cobro de entrada) “La Exposición Rural de Villa María, interesante noticiario de palpitante actualidad con los detalles de los festejos realizados en esta ciudad”.
Proyector prestado… ¡no regalado!
Cerrado el Cine Municipal, su equipamiento quedó sin uso y aparecieron sectores privados deseosos de contar con esos elementos. Así el proyector Gaumont fue prestado a las autoridades locales de la Iglesia Católica que tanto se entusiasmaron con su uso que cuando se les reclamó su devolución existieron fuertes dificultades para lograrla. La situación llevó a la formación de un expediente y recién en 1935 el proyector regresó a manos municipales. Para entonces había cambio en el clima político, aquel fue el año en que se produjeron las elecciones que consagraron gobernador provincial a Amadeo Sabattini. El pueblo volvía a estar en la consideración de autoridades políticas. Según rescatara el historiador Bernardino Calvo en su “Historia de Villa María y sus barrios”, luego de recuperar el proyector el municipio comenzó a facilitarlo a instituciones del medio para exhibiciones gratuitas de películas.
Funciones en los barrios
Otra experiencia de cine gratuito ofrecido al público local estuvo a cargo de la publicidad de la Casa Bayer. En esta caso se trataba de una acción publicitaria de la referida firma comercial que recorría el país ofreciendo esas funciones. La edición de 26 de septiembre de 1934, el Heraldo anunció que hacía días se encontraba, nuevamente, en la ciudad el “camión de la casa Bayer” para proyecciones de películas de dibujo animado en las escuelas, como también “un noticiario sobre la reciente visita del gran Zeppelin a Buenos Aires”.
El camión de Bayer, que tenía pintado un gran cartel del producto Cafiaspirina, también supo ofrecer funciones al aire libre en lugares como la Plaza Centenario. En diciembre de ese mismo año, la prensa local anunciaba “Cinematógrafo al aire libre”. Se trataba del espectáculo ofrecido para hacerle propaganda a Cafiaspirina. Esa vez el camión con cinematógrafo se ubicaría en el bulevar España, frente al kiosco de la banda de música. La función estaría dirigida, de manera especial, a los vecinos de los barrios Villa Aurora y Villa Emilia.
La importancia de las políticas estatales, sostenidas en el tiempo, posee una gran importancia a la hora de facilitar ciertos consumos culturales. Claro que la orientación de esas políticas depende del proyecto político en vigencia.