
En el último encuentro sobre “Mujeres y literatura” organizado por la SADE Villa María, la escritora Selva Almada habló sobre la sororidad

Sororidad es un concepto que empezaron a utilizar desde hace relativamente poco tiempo las feministas.
La idea que impulsan introduciendo este término es que así como se explica la “fraternidad” partiendo de la expresión latina frater, que significa “hermano”; se empiece a utilizar la “sororidad”, que parte de soror, es decir, hermana y que representa la solidaridad entre mujeres.
Selva Almada, autora del libro “Chicas muertas” en el que habla de tres mujeres muertas o desaparecidas en pueblos del interior (entre los que está el de la villamariense Sara Mundín), estuvo en esta ciudad hablando sobre cómo la literatura aborda ese concepto.
Comenzó con una anécdota familiar, cuando su madre le clavó un tenedor en la mano a su padre tras recibir una agresión de él. “La anécdota terminaba con un ‘Nunca más se le ocurrió levantarme una mano’. A mí me daba risa esa historia. Recién con los años me di cuenta de que no era un cuento gracioso, sino una historia de violencia que había sido sofocada rápidamente, como una llama pequeña que si no se apaga, puede provocar un terrible incendio. Ese recuerdo fundacional me ha acompañado toda la vida, esa anécdota me ha enseñado más que horas y horas de charlas sobre el tema. Seguramente mi mamá me contaba esta historia para advertirme y también la contaba a mis tías, a las vecinas, para compartir la experiencia; para que ellas supieran que se podía frenar un golpe a tiempo. Quizás lo contaba también inconscientemente para que nosotros diéramos testimonio. Sin conocer el término, mi mamá estaba construyendo sororidad entre nosotras”.
Recordó la definición de la teórica feminista Marcela Lagarde, quien expresa que “a través del tiempo se ha gestado en el feminismo una dimensión que busca la confluencia y la sintonía entre las mujeres. Se trata de la sororidad, la alianza feminista entre las mujeres para cambiar la vida y el mundo, con un sentido justo y libertario”.
Almada fue invitada por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) para dar una charla en el marco del ciclo “Literatura y género”. Desde el libro “Chicas muertas” la consultan por temas vinculados a la violencia de género. “No soy una especialista”, aclara.
“Siempre me preguntan cómo se desmonta esta cultura misógina y, por supuesto, no tengo una respuesta. Sé que no se desmonta de un día para otro, también tengo claro que solo con dispositivos estatales, solo con educación o solo con crianza se puede revertir. Pero lo que sí digo es que para comenzar a desmontar el aparato espantoso que mata mujeres todos los días o las aniquila mentalmente o las paraliza o las secuestra o usa y abusa de sus cuerpos; la manera más a mano que tenemos es la sororidad, es decir, la solidaridad, confianza y empatía entre nosotras”, expresó.
“Lamentablemente hay muchas mujeres que siguen pensando que el feminismo es cosa ajena a ellas. Que es para lesbianas o para mujeres que odian a los hombres. O que no es un tema para ellas porque nunca sufrieron violencia machista. Nada más errado que creer que no fuimos alcanzadas nunca por la cultura machista. No voy a decir que fuimos todas víctimas, porque también creo que tenemos que salir de ese lugar, que es un lugar pasivo. Lo que voy a decir es que ninguna mujer en esta sala podrá afirmar que nunca sintió el menosprecio con que el patriarcado mira a las mujeres en algún momento de su vida”, planteó.
Citó varias autoras que hablan sobre solidaridad entre mujeres y, llamativamente, se refirió a una novela publicada en 1985 que incluía el término sororidad, cuando todavía no era utilizado. Se trata de “El cuento de la criada”, de Margareth Atwood, que basa su historia en un gobierno teocrático donde un grupo de hombres, con reglas del puritanismo del siglo XVII, gobierna Estados Unidos. Es un mundo dañado ambientalmente, sin alimentos y donde la procreación se convierte en algo inusual.
En ese ambiente, las pocas mujeres fértiles son reclutadas como criadas. “En una parte del libro, Defred (Fred era el señor de la casa y se le antepone el “de” para designar que es propiedad de Fred), la protagonista, habla de sororidad, de relacionarse con otras mujeres como hermanas”.
Del prólogo de la última edición de ese libro, Almada relata que le preguntaron a la autora si se trataba de una novela feminista y Atwood dijo que “si eso quiere decir un tratado ideológico en el que todas las mujeres son ángeles y están victimizadas, en tal medida que han perdido la capacidad de elegir moralmente, no, no es una novela feminista. Si quiere decir que las mujeres son seres humanos, con toda la variedad de personalidades y comportamientos que eso implica y además son interesantes e importantes y lo que les ocurre es crucial para el asunto, la estructura y la trama del libro, entonces sí, en ese sentido, muchos libros son feministas”.
Concluyó diciendo que a lo largo del tiempo las mujeres buscaron solidarizarse para afrontar la sociedad machista, mucho antes que se lo definiera como sororidad.
Treinta años pasaron desde las muertes de mujeres que relata Almada en su libro. Entiende que hoy la situación es muy parecida. “La Justicia no ha cambiado y la forma de tratamiento de los medios tampoco. Siguen poniendo el eje en la víctima, preguntando por qué la mato, qué hizo ella para que ocurriera”, dijo.
El ciclo “Literatura y género”, organizado por la SADE Villa María, comenzó con una charla de Alicia Peressutti sobre “Sensibilizar contando historias”, siguió con María de los Angeles Fornero sobre “La poética de género antes de los estudios de género” y concluyó con la disertación de la escritora Selva Almada.