“El mismo Hiyikata escribió: el bailarín de Butoh es el pintor prehistórico en el momento en que sale de su cueva y vuelve a encontrar la luz.” Pascal Quignard, “El origen de la danza”
Escribe: Normand Argarate
ESPECIAL PARA EL DIARIO
Conozco a Raúl Oliva desde que siendo adolescente fisgoneaba por la ventana de la calle Mendoza de la histórica escuela de danza de Sesma de Pérez, el trabajo de las bailarinas donde Raúl ejercitaba a sus compañeras.
Transcurridos más de cuarenta años, Oliva representa una de las figuras de la danza que más trabajo y difusión ha realizado por el desarrollo de esta forma de arte en la ciudad. Actualmente es Director de la Escuela de Danza “Centro de Educación por el Arte” que desde 1982 ha educado generacionalmente a una centena de jóvenes en la expresión del movimiento corporal, en ese bello encadenamiento de transformaciones de su forma en el espacio, que es la danza. Como artista y explorador de nuevos lenguajes, también dirige su propia compañía de baile, el grupo “En danza” que desde el año 2003 viene representando diversos espectáculos donde combina diversas técnicas como, por ejemplo, “Réquiem para un hombre solo” (2007) producido a partir de la lectura y análisis de textos del poeta Fernando Pessoa, o “Departamentos” del año 2010 y presentado en el Teatro “El Globo rojo”, entre otros. Durante el mes de octubre pasado, en el Teatro Verdi, se presentó el trabajo titulado “Odas”, una creación colectiva y ecléctica.
En una larga charla, Raúl nos cuenta cómo es el proceso creativo, cómo se trabaja en esta línea artística que se la conoce como “danza expresiva” o “danza teatro”, y al hacerlo Raúl transmite su propia pasión por lo que hace, hay movimientos en su palabra. “En el proceso de creación utilizamos las emociones humanas a partir de la experimentación corporal, del estímulo de la espontaneidad, del juego de improvisaciones sobre diversos temas que indagan nuestra condición humana, ponemos en juego diversos temas, por ejemplo, en Odas recorremos desde la problemática del medio ambiente, o las desigualdades sociales hasta el conflicto de los vínculos y el amor como salida. Cada espectáculo es la búsqueda de un lenguaje corporal que represente estas cuestiones.”
Es indudable y ni siquiera resulta necesario preguntarle qué significa para él, la danza. Basta escucharlo para comprender la dimensión de una palabra que repite a menudo: compromiso. Cada espectáculo, resulta entonces un hecho artístico en tanto y en cuanto materializa la experimentación de estos nuevos lenguajes, “Por ejemplo”, dice Oliva, “la obra Departamentos la pensamos como la representación visual de una galería de personajes, habitantes de esos departamentos donde se representa la soledad, la violencia, el mundo interno de esas intimidades, de esos mínimos espacios.”
En ese momento recordamos el trabajo de algunos coreógrafos como el caso de Pina Bausch, una de las máximas exponentes de la danza abstracta, la gran renovadora de este arte milenario. Al repasar los referentes, surgen otros nombres como el del checo Jiri Kylian que dirigió durante veinticinco años la Compañía Holandesa de Danza. Dijimos arte milenario porque ciertamente desde la Antigua Grecia hasta nuestros días, Terpsícore no ha dejado de danzar. Podemos pensar a la danza como una forma religiosa o chamánica, una manera de comulgar corporalmente con lo divino como la danza de los derviches o una indagación metafísica de la catástrofe como el caso de la danza japonesa llamada Butoh, creado por dos bailarines nipones a partir de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki.
“Siempre tuve una visón artística de la danza y entiendo el arte como mostrar de la manera más sublime, la realidad. Muchas veces, el arte muestra realidades que las personas no quieren ver, por ello en mis trabajos hay mucho riesgo; al salir uno de los formatos establecidos y aceptados, arriesgarse a nuevas formas, es lo propio del arte, asumir ese riesgo; cuando uno presenta estas obras busca inquietar al público, generarle alguna cosquilla que lo haga pensar, salir de la comodidad de lo establecido.”
Ciertamente analizar la danza como uno de las expresiones más originales, en el sentido de origen de la historia humana, es entender como dice el propio entrevistado: “La danza es estrictamente humana. Atraviesa todas las culturas, y desde las tragedias griegas representa cuestiones universales, a través del movimiento poético de los cuerpos.”
Cuando le preguntamos cómo observa el escenario cultural de la ciudad, entendiendo también que Oliva se desempeñó como director de Cultura de nuestra ciudad bajo el Gobierno de Miguel Veglia, nos responde: “Veo que hay un movimiento, pero un movimiento que se fortaleció de manera independiente. La creación de nuevos espacios culturales refleja ese esfuerzo, de alguna manera como una reacción frente a la falta de apoyo por parte del Estado.”
En este punto, Raúl Oliva describe todas las dificultades de sostener un proyecto artístico de esta naturaleza, donde más allá de lo estrictamente creativo, las condiciones de producción implican una serie de acciones que van desde el alquiler de la sala, la confección de la escenografía y el vestuario, sonido, luces, gráfica, difusión, etcétera, y señala su malestar frente a algunas decisiones que le resultan incomprensibles como, por ejemplo, la clausura del ciclo “Danzando bajo las estrellas” que durante siete años realizó en la explanada de la Medioteca en los ciclos culturales del verano:“Se contratan grupos de Buenos Aires y se posterga a los locales. Mucha gente me ha reclamado por qué no se hace más aquello que hacíamos en la Medioteca. Es importante la definición de una política cultural que cree conciencia sobre lo que aquí realizamos. Es el Estado el que tiene que generar estas condiciones, de integrar y apoyar a los grupos locales. No se trata solo de presentar una grilla de espectáculos, sino definir un perfil cultural de la ciudad.”
Visiblemente molesto por su diagnóstico frente a la ausencia de políticas concretas afirma: “Entiendo que hay público para lo que hacemos y como todo se hace con mucho esfuerzo, hay que valorarlo, y no que te cierren la puerta en las narices.”
Finalmente le pregunto cuáles son los proyectos futuros, nos dice: “Sostener la escuela principalmente, traer algunos maestros del Colón o alguna otra institución, como generalmente hacemos todos los años y seguir con la presentación de “Odas” en los primeros meses del año próximo. Y, por supuesto, seguir investigando nuevas coreografías y ensayar nuevas técnicas.”
Asimismo Raúl despliega una intensa actividad en la región donde trabaja como coreógrafo, asistente técnico o en montaje en diversas localidades, trabajos, la mayoría de las veces, nos explica, sirven para financiar sus espectáculos, “Asumir proyectos de envergadura como los que hacemos es complicado, porque la realidad es muy dura y nos golpea a todos” Y describe el retroceso cultural que está viviendo el país. Pero a pesar de todas las adversidades, el artista no se rinde y encuentra en su propio arte un instrumento de resistencia, porque como señala Paul Válery en su “Filosofía de la danza” opúsculo que le dedicara a la bailarina Antonia Mercé y Luque, más conocida como “La Argentina”, la danza “es un arte fundamental, como lo sugiere o lo demuestra su universalidad, su antigüedad inmemorial. Porque la danza es un arte que se deriva de la vida misma, pues no es más que la acción conjunta del cuerpo humano….crea en las mentes, la idea de otro estado, un estado excepcional; un estado que es todo acción, una permanencia construida y consolidada por medio de una producción incesante de trabajo, comparable a la pose vibrante de un abejorro o de una polilla esfinge frente al cáliz de las flores que explora y que permanece, cargada de una potencia motriz, casi inmóvil, sostenida por el aleteo increíblemente veloz de sus alas.”