Con el Año Internacional de los Suelos 2015 (AIS) como disparador, la FAO invita a repensar el modelo de intensificación e ir hacia un desarrollo sostenible de los recursos naturales. En este sentido, especialistas del INTA participaron del Seminario de Suelos Agropecuarios que se realizó ayer, para instar a la necesidad del cuidado de los suelos.
De acuerdo con Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA y uno de los expositores del Seminario, “en las próximas décadas, el principal desafío global será incrementar la productividad agropecuaria para alimentar a una creciente población mundial, atendiendo a su vez a los crecientes problemas de degradación y contaminación de suelos, aguas y atmósfera”.
A fin de poder aumentar la oferta de alimentos, Taboada destacó ciertas estrategias entre las que se encuentran evitar pérdidas de productividad causadas por la degradación de los suelos, aplicar buenas prácticas de manejo que mejoren las reservas de carbono y la biodiversidad y ser eficientes en el uso de insumos agrícolas. En la Argentina, los principales cultivos extraen cuatro millones de toneladas de nutrientes por año y sólo se reponen 1,4 millón por fertilización. Según Taboada, ese balance negativo afecta los rendimientos productivos. Con rotaciones adecuadas y una densa cobertura superficial de residuos vegetales se logran mayores rendimientos de los cultivos.
Ello surge de una mejor captación del agua de lluvia y aprovechamiento de los nutrientes del suelo y fertilizantes agregados. Estas condiciones le confieren al suelo sus aptitudes naturales para filtrar y regular los ciclos y los nutrientes. Asimismo, ponderó la necesidad de adoptar sistemas de labranza conservacionistas como la siembra directa (SD), que permiten mejorar la calidad de los suelos gracias a la protección de la superficie con rastrojos, y la ausencia de labores de remoción, que minimizan las pérdidas por erosión hídrica y eólica.
Para protegerlo, el mayor obstáculo es la repetición de los cultivos que dejan el suelo poco cubierto, gran parte del año. Lo que en la región pampeana ocurre con la soja, sucede en el norte con el algodón o en el oeste con el girasol.
Según Taboada, “cuando se hacen estos cultivos, el gran problema es que tienen sistemas de raíces muy pobres y escaso retorno de residuos”.
Exigidos y degradados
Según datos del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA (CIRN), un 20% del territorio argentino está afectado por procesos de erosión hídrica y eólica, lo cual representa unas 60 millones de hectáreas. Asimismo, las regiones áridas y semiáridas del país, que cubren el 75 % de la Argentina, poseen ecosistemas frágiles proclives a la desertificación. Para aumentar la producción nacional y prevenir el deterioro de la salud del suelo, desde el CIRN recomiendan controlar los procesos erosivos, reponer los nutrientes extraídos y mantener un elevado flujo de carbono a través de las rotaciones.