Los unió su pasión por viajar y por la comida y luego de pasar por Oceanía, Asia, Europa y algunos países de América, decidieron volver a la ciudad para abrir su propio restaurant
Escribe Celeste Coschica
DE NUESTRA REDACCION
Carolina Martorell y Simón Fernández son chefs y se conocían hacía muchos años. Ambos son oriundos de Villa María, pero la vida los había llevado por distintos caminos.
En 2013 comenzaron una relación y después de recorrer diferentes países juntos durante cuatro años, decidieron volver a nuestra ciudad para abrir su propio restaurant, en el que buscan volcar todos los sabores del mundo que conocieron en sus viajes.
“Llevábamos la misma vida”
“En 2009 me fui a vivir a México, pero ya hacía varios años que no vivía en la ciudad. Moncho, como le dicen todos a Simón, estaba viajando por esos años por Nueva Zelanda”, recordó Carolina sobre el inicio de su historia, en una charla que tiene lugar en una de las mesas del resto bar que acaban de abrir.
En el año 2013, en un viaje a Argentina para visitar a sus respectivas familias, ambos coincidieron, se reencontraron y desde allí no se separaron: “Empezamos a salir y nos dimos cuenta que llevábamos la misma vida y que teníamos que estar juntos”, continuaron.
Después de un verano en Villa María y un paso por México, vivieron unos meses en Canadá: “Trabajamos en el campo, picando cerezas y después de tres meses, nos fuimos a Australia”.
Su idea siempre fue viajar y trabajar de lo suyo, la cocina, en distintos puntos del planeta: “Nos instalamos primero del lado oeste del país y yo trabajé en un viñedo en Margaret River. Ahí ahorramos y empezamos a planear irnos para el lado este del país”, contó Simón.
“Pero antes, se encaprichó con comprar un colectivo viejo. Yo me quería comprar un auto, pero al final le hice caso y nos compramos el colectivo”, interrumpió Carolina en complicidad con su novio.
La idea fue arreglarlo para usarlo como casa rodante y salir a recorrer el país: “Nos manteníamos con el ahorro y trabajamos más de 10 días en poner en condiciones el colectivo”.
Cuando lo terminaron, lo llamaron Ramón. Tal como contaron, fue su primer proyecto juntos y es por eso que hoy es el nombre que lleva el bar que abrieron en Villa María, lugar donde decidieron volver a instalarse luego de recorrer diferentes países del mundo durante casi cuatro años: “Vivimos adentro del colectivo, hicimos unos viajes, y después lo vendimos. Cuando lo compramos era re feo y cuando lo vendimos era hermoso. Tuve una propuesta de trabajo muy tentadora al otro lado de Australia y nos dolió un poco venderlo pero era parte del viaje”, relató Simón.
Los últimos meses que pasaron en Australia trabajaron en un circo: “Ahí ya no fue en la cocina, hacíamos un poco de todo”.
Nuevos destinos
Cuando terminaron un recorrido por el país de los koalas y canguros, volvieron a nuestro país un tiempo: “Extrañábamos mucho, entonces nos vinimos a pasar un verano a las sierras”.
Luego de pasar unos meses en Córdoba, decidieron seguir camino para Nueva Zelanda: “Quisimos descansar un poco de la cocina, entonces nos fuimos a juntar kiwis, pero duramos 10 días. Sentíamos que estábamos desperdiciando nuestro talento”, bromearon.
De allí viajaron hacia la isla sur del país: “Fuimos a Raglan, un lugar hermoso. Mucho verde y el mar azul. Pasamos por unas aguas termales que estaban al lado de la ruta, parabas con el auto y te metías. De allí buscamos trabajo en Queenstown, el único lugar del país donde hay montaña con nieve, pero había mucho demanda de trabajo y no conseguimos lo que buscábamos”.
De allí vivieron dos meses en la ciudad de Nelson: “Estuvimos en un hostel, haciendo vida más de mochileros un tiempo”.
Hace exactamente un año, se instalaron durante seis meses en la isla de Waiheke, un lugar en Nueva Zelanda que se distingue por la categoría de sus restaurantes, sus viñedos y sus playas: “Allí teníamos una vida súper estable, con trabajo, casa, auto. Teníamos nuestros días libres y nuestra vida mucho más organizada. Se valoró nuestro currículum y pudimos ahorrar”.
Cuando hacía unos meses que estaban instalados en Nueva Zelanda, Simón viajó a Argentina para un evento familiar: “Cuando quise volver, por un tema de papeles y de pasaporte, no me dejaron ingresar al país. Quedé varado en Chile”.
Por Asia en busca de nuevos sabores
Como no pudieron reencontrarse en Nueva Zelanda, decidieron poner como punto de encuentro Japón y comenzar un viaje por Asia con el objetivo de probar y conocer la cultura gastronómica de cada lugar: “Recorrimos un par de ciudades como Tokio, Osaka, Kioto y después nos fuimos a Vietnam”.
“Allí estuvimos 15 días y recorrimos mucho en tren, colectivo y moto. Es un contraste muy grande comparado con la organización de Japón”, contaron, al tiempo que recordaron algo que les llamó mucho la atención de ese país, los colectivos: “Los viajes en colectivo no son nada que ver a lo que conocemos acá. No hay asientos sino que son una especie de ataúd en dónde vos te acostás adentro. Vas acostado, no sentado, metés las piernas como en una cajita. Además, no chocan, pero son muy arriesgados para manejar. Es un caos”, recordaron entre risas.
Luego de recorrer Vietnam, volaron a Tailandia, siempre con el objetivo de probar platos típicos de cada lugar: “Fuimos a lugares hermosos, hicimos mucha playa. Ahí nos relajamos y nos pusimos a disfrutar de la vida, el presente y la comida. Siempre el ir a comer era algo en lo que gastábamos”.
Luego de unas semanas en Tailandia, viajaron hasta Malasia: “Es un lugar extremadamente multicultural. Veníamos haciendo un tour gastronómico y cuando llegamos a Malasia nos quedamos sorprendidos porque había una fusión de sabores chinos, indios, japoneses, tailandeses, hindúes… era una combinación perfecta. Tenemos presentes los olores perfectos”.
Después de recorrer Kuala Lumpur, estuvieron en Singapur unos días y de allí partieron hacia India: “Parte mi corazón vive en India. Es muy impactante”, contó Carolina.
Simón estuvo solo seis días allí y luego viajó a Barcelona, pero Carolina se quedó un mes haciendo un curso de yoga: “Después de la primera impresión de Delhi, empezás a ver una belleza en cada color, movimiento, sabor, en el respeto de sí mismo, la cultura y la religión. Yo no podía creer los sabores de las comidas”.
Luego de recorrer Asia más de dos meses, se reunieron en Barcelona y volvieron a Canadá, aunque antes disfrutaron de Londres: “Fue un día exprés”.
La idea de volver a Canadá, fue terminar el viaje juntos dónde había comenzado: “Allí definitivamente tomamos la decisión de venir a Villa María y abrir un restaurant. Lo planeamos, lo dibujamos y lo proyectamos. La idea es explayar algunos de los platos que fuimos conociendo y que más nos gustaron en todo el viaje. También buscamos incursionar un poco en mostrar las opciones que hay para comer. Al principio quisimos poner algo vegetariano, algo vegano y algo carnívoro. Igual eso va evolucionando a medida que la gente va pidiendo, nunca nos olvidamos que estamos en Argentina”.
El dinero que pudieron ahorrar en los viajes cuando trabajaban, lo invirtieron en su local, ubicado en pleno centro por calle Mendoza al 1000: “Lo trabajamos mucho nosotros, pintamos, jugamos a ser carpinteros, electricistas, diseñadores”.
Por ahora, como están los dos solos, Carolina se encarga de la atención al público y Simón trabaja en la cocina, pero “de a poquito esas funciones se van a ir mezclando”: “Tenemos amigos que nos ayudan también, nos prestan su onda”.
“Este lugar, primero es para nosotros, está creado a nuestro gusto. Creemos que la persona que cocina tiene emociones y sentimientos y eso se transmite al plato. La persona va a comer una cierta magia de la persona que preparó esa comida”, expresaron sobre el espíritu que le quieren transmitir a sus platos.
Para finalizar, señalaron que si bien no saben qué les depara el futuro o si volverán a viajar tanto tiempo, sintieron que ya era tiempo de volver: “Extrañábamos mucho. Si bien estábamos lejos, nunca nos olvidamos de nuestras raíces. Al principio no se extraña porque uno decide irse, se aleja. Pero con el tiempo uno vuelve a un lugar de humildad y empieza a valorar todas las cosas que tiene, más que todo a las personas, el lugar de donde uno viene y donde creció. Viajé varios años solo, siempre buscando “el paraíso” y lo encontré un montón de veces, pero a lo largo del tiempo uno evoluciona y se da cuenta que para obtener ese paraíso tuvimos que soltar cosas y tus sobrinos crecen, familiares que se van. La gente que conocés en los viajes terminan siendo como tus familiares, porque estamos todos lejos”, manifestó Simón.
“Al principio nuestra idea era dar una vuelta la mundo y ver qué lugar estaba más acorde a nosotros para instalarnos, pero ese lugar por ahora elegimos que sea Villa María”, finalizaron.