Tiene tres hijos biológicos y cinco más que sumó a la familia como un gesto de amor al prójimo. Además, pasaron por su casa cinco pibes más cuando lo necesitaron. Sueña con tener un hogar para chicos que atraviesan dificultades
La casa de Rosana Canelo de Giraudo estaba ayer más poblada que de costumbre. Globos, golosinas y torta daban la clara señal de que había celebración. “Es el cumple de uno de mis nietos”, dice Rosana, con naturalidad, sin diferenciar si es nieto biológico o del corazón.
Rosana es una “madraza”. Supo desde siempre que esa era su misión en el mundo. De niña, careció de una presencia paterna, y se propuso evitar que eso le pasara a otro chico.
¡Y vaya si lo consiguió! Crió a sus tres hijos biológicos, a cinco más como “madre sustituta” -la figura legal que existía en la época- y a otros cinco que pasaron por su casa y se quedaron por meses o años, según los casos, en los tiempos en que más lo necesitaron.
“Hace más o menos 24 años que leímos en EL DIARIO que convocaban a familias que quisieran ser sustitutas, es decir, que se ofrecieran para tener en la casa a chicos que por distintas razones no podían estar con sus padres. Era por un tiempo, hasta que pudieran volver con sus familias en los casos que era posible”, recordó Rosana Canelo.
Fueron a Tribunales y se inscribieron. “Pasó más o menos un año cuando nos llamaron. Nosotros ya teníamos dos hijos y nos dijeron si podíamos tener a uno de tres hermanos que necesitaba un hogar. Le preguntamos por qué a uno, si no era mejor que estuvieran juntos los tres”, dijo Rosana.
El juez Gutiérrez les dijo que lo mejor era no separar a los hermanitos, pero se preguntaba dónde iba a encontrar una familia que pudiera sumar de una vez a tres chicos. “Acá”, dijo Rosana, con el apoyo de su marido.
Así, el matrimonio y los dos hijos, la familia “tipo” para las estadísticas, sumó tres niños más con edades disímiles: desde un bebé hasta una jovencita de 17 años, Melisa, que claramente hoy es su orgullo.
“No fue fácil, no nos sobraba la plata. Yo pensé que como madre no podía faltarles, así que renuncié a mi trabajo de maestra jardinera y mi marido con su carpintería, cargó con la obligación económica”, dijo.
Después, una niña que vivía en el Patronato de la Infancia necesitaba un hogar, y encontró el mejor en la familia Giraudo. “Ella también tenía un hermanito que estaba en otra familia sustituta, pero que no se había adaptado. Así que se vino con nosotros”. Era Diego, el papá del niño que ayer celebró su cumpleaños.
Paralelamente, llegó el tercer hijo biológico por lo que sumaron ocho los niños del grupo familiar.
“Fue muy duro, cometimos muchos errores, porque teníamos chicos desde los 8 meses a los 17 años y no sabíamos cómo hacer. Pero siempre lo vivimos como un acto de amor. Nosotros somos cristianos y vamos a una iglesia (Visión de Futuro) y ponemos en práctica esta tarea de amor. El Señor nos enseña a ‘amar al prójimo como a nosotros mismos’”, planteó.
Escasez económica, abundancia de amor
Sólo con fe y amor podían afrontar esa tarea. Los ingresos mermaron porque ella ya no tenía su trabajo y los gastos subieron. “Muchos nos preguntan si podíamos. No, no podíamos ni teníamos, pero lo hicimos. Acá no hay ambición de zapatillas de marca o de tener el último celular. No estamos locos por el consumo. Gracias a Dios, no nos faltó comida, zapatos, escuela ni techo. Y criamos a chicos con valores”, planteó.
Hubo un tiempo que otorgaron un subsidio para quienes cumplían el rol de familia sustituta. El subsidio se cortó pero a ellos ni se les ocurrió dejar de cumplir el rol.
Siguieron adelante, cuando podían juntar unos pesos ampliaban la casa que hoy, después de décadas de trabajo, muestra los ambientes grandes para poder reunir a toda la prole.
Está claro que ese rol “temporal” de familia sustituta no fue tan así para los Giraudo, porque hoy, todos siguen en torno al mismo hogar.
“Tengo tres que se casaron y cinco (de 21 a 29 años) que siguen viviendo con nosotros. Todos estudiaron: hicieron la primaria en una escuela pública, el secundario en el Manuel Belgrano. Los varones trabajan en la carpintería. Además, uno estudia Ciencia Política, otro también es policía y las mujeres también estudian: una para ser maestra, otra Inglés y la tercera, Administración de Empresas”, relata.
En medio de toda esa historia, pasaron por la casa quedándose por meses o años, según los casos, cinco chicos más. Todos tenían un lugar en el corazón de los Giraudo.
¿Cómo lo hizo?
Es ineludible hacerle a Rosana Canelo de Giraudo la pregunta básica: ¿cómo hizo para criar tantos chicos? Ella no da la fórmula, pero sabe que es necesario “mucho amor, paciencia y fortaleza”.
“Yo no soy una madre fácil. Me gusta el orden, todos ayudan y así se puede. También creo que los profesionales están para darnos una mano ante dificultades y no dudamos en recurrir a psicopedagogas, maestras particulares y todo lo que necesitaron”, señaló.
“Conté siempre con la ayuda de Melisa, que llegó cuando tenía 17 años y ya era una madraza. Ella no había terminado el primario y hoy está estudiando Administración de Empresas, además de trabajar”, relató.
También la ayuda creer. “No sólo creer en Dios, sino creerle a Dios. Los que conocemos su amor, lo multiplicamos”, explica.
Hoy, a sus 52 años, con sus ocho hijos ya criados y sus siete nietos, Rosana sigue activa.
Colabora en la Iglesia haciéndose cargo del grupo de niños y preadolescentes. “También escribo una publicación destinada a niños y a docentes”, dijo.
El sueño a futuro, es tener un hogar, para todos los chicos que atraviesen dificultades. “Dios dirá si se puede hacer”. Rosana es de las personas que tiene claro cuál es su rol en el mundo y no duda en dejar todo de sí para cumplirlo. Ese rol es el de ser una “madraza”, con todas las letras.