Después de 12 años, el Enacom le dio a Bazán la licencia del 105.7 del dial
Empezó en las madrugadas de la ya mítica Radio Río, junto al periodista Gustavo Ferradans y al poeta Marcelo Dughetti. Y ya no soltaría el micrófono.
Momentos de alta sensibilidad familiar, un viento depredador de 2010 que le tiró una antena y otro viento, amigable, que ahora arrastra y le deposita sobre el escritorio una hoja sellada: es el permiso para su propaladora
A Miguel Bazán le sellaron el expediente en la Mesa de Entrada del entonces Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) el 13 de diciembre de 2006. Su carta de presentación y pedido de licencia iba dirigida al interventor Julio Bárbaro.
Para entonces, ya llevaba siete años “desfilando” por los estudios de varias emisoras locales, desde aquellas madrugadas de 1989 en el “semillero” que fue la Río, junto a Ferradans y Dughetti. Con Edgardo Munch en 1990 en Radio Centro, con Miguel Borsatto durante cuatro años en la Radio Villa María de Roberto Kfuri… Pasando por la Express, Sport de Miguel Angel Juan, la Metrópolis en tiempos de Juan Pablo Caseles… Lo que se dice, un hombre de radio.
Y llegó el año 2005 que lo cruzó como un rayo (a él y su familia). En el mismo mes fallecían su abuela y su padre. Con lo que cobraron de la ART por el accidente laboral, la madre le sugirió que cumpliera el sueño de la radio propia. Y lo hizo: compró los equipos, la antena, se instaló en el 105.7 del dial y se fue derecho al Comfer a pedir la legalización de su frecuencia.
El Comité pasó a ser Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) y por su presidencia se sucedieron Gustavo López, Luis Lázaro, Gabriel Mariotto, Martín Sabbatella… El expediente, entre tanto, subía y bajaba de un piso a otro, pasaba de un cajón a otro como suele ocurrir en los pasillos de la burocracia. Pero Miguel seguía transmitiendo hasta que un viento endemoniado que se abalanzó sobre la ciudad el 5 de enero de 2010 le volteó la antena.
“Ahí mi frecuencia quedó sin transmisión y alguien le dijo a Pedro Fernández, el secretario general de Atilra, que se metiera en ese dial con la radio que pretendía para la mutual de los trabajadores lácteos. Lo asesoraron mal. El es un señor. Ahora me llamó y estuvimos hablando. Se disculpó, me explicó. Es un señor porque con el poder que puede tener un gremio tan grande contra una persona, aceptó el dictamen y se retiró del dial. Lo único que me da pena es que su radio no siga, por los trabajadores; porque todas las voces son necesarias en democracia”, comentó Bazán a EL DIARIO.
Y puso especial énfasis en remarcar un punto: “De todas las personas con las que trabajé, pude aprender algo, y muchos de ellos me ayudaron. Tanto Edgardo Munch, que me volvió a buscar para La mañana informal que hicimos con Silvia Tissera y equipo, cuando Héctor Farías se fue a Radio Villa María, como Juan Pablo Caseles de la – o Sergio Dellamaggiore de la FM Horizonde de Arroyo Cabral… Todos ellos me ayudaron a armar las carpetas, me señalaron a los mejores abogados de Buenos Aires para que el trámite saliera como finalmente salió”.
Entonces regresa a 2005 y revive la escena familiar: “Cuando el 31 de julio falleció mi viejo a raíz de un accidente laboral, en casa recibimos el dinero de la ART y empezábamos a ver si poníamos un negocio que redituara algo. Y mi mamá, que el día 8 de ese mismo mes había perdido a su madre, me dijo que comprara los equipos de una radio, que mi viejo había estado ahorrando en secreto para que yo, que había pasado por la Río, por la Centro, por la Sport, por Radio Villa María, Metrópolis… tuviera mi propia radio. Y lo hice, lo hicimos, por eso me duele que una colega diga que mi licencia es de Munch. No lo es. Es de mi viejo, de mi abuela, de mi familia, mía, aunque tantos colegas me hayan ayudado y les esté muy agradecidos”.
Salió la licencia ahora que el Comfer no es más Comfer, ni el Afsca es Afsca. Ahora se llama Enacom… Pero qué importa si valió la pena. Es tuya, Miguel.
Cuando el 31 de julio de 2005 falleció mi viejo a raíz de un accidente laboral, en casa recibimos el dinero de la ART y empezábamos a ver si poníamos un negocio que redituara algo. Y mi mamá, que el día 8 de ese mismo mes había perdido a su madre, me dijo que comprara los equipos de una radio, que mi viejo había estado ahorrando en secreto para que yo, que había pasado por la Río, por la Centro, por la Sport, por Radio Villa María, Metrópolis… tuviera mi propia radio. Y lo hice, lo hicimos, por eso me duele que una colega diga que mi licencia es de Munch. No lo es. Es de mi viejo, de mi abuela, de mi familia, mía, aunque tantos colegas me hayan ayudado y les esté muy agradecidos”.