Raquel Viviana Rodrigo
Nació en Santiago del Estero el 14 de abril de 1963. Tiene dos hijos. Es médica generalista especializada en Medicina familiar y comunitaria. Tiene posgrados relacionados con la salud materno infantil y políticas públicas, entre otros. A los 4 años con su familia se fue a vivir a Córdoba capital. Llega a Villa María para hacer la residencia, consigue trabajo y se radica en la ciudad en la década del 90. Fue directora del Hospital de Villa Nueva, jefa de Guardia del Pasteur y una de las profesionales del Centro de Salud del barrio Nicolás Avellaneda. En el año 2003 asume como secretaria de Salud del municipio, en 2007 se hace cargo de los programas sanitarios comunales. Hoy es la coordinadora del Polo Integral de la Mujer en situación de violencia.
Escribe: Nancy Musa
DE NUESTRA REDACCION
“No puede haber política sanitaria sin política social.” La frase de Ramón Carrillo es un estandarte en el camino recorrido en su vida profesional. Humilde, empática, con la sensibilidad a flor de piel.
Lleva en su sangre el gen del peronismo y la vocación de servicio es el motor que la impulsa. Raquel Rodrigo es una mujer que se ha dedicado a la salud pública, con la aspiración de ayudar a quienes necesitan no solo una medicación sino también contención humana.
Se define como una mujer feliz, más allá de las pérdidas sufridas. Es una trabajadora de la salud, una defensora de los derechos de su género, con la mirada puesta en servir al otro y aportar su granito de arena para que puedan cumplir sus sueños.
-¿Qué balance puede hacer en estos primeros pasos del Polo Integral de la Mujer en situación de violencia que se inauguró hace cinco meses?
-Es un logro político de nuestro intendente, es la posibilidad de brindar a las mujeres el trato íntegro que precisa en ese estado, en esa situación. Abrazarla, no me gusta decir que la vamos a abordar, me gusta decir que la vamos a abrazar.
Porque una mujer que llega en esa situación tan de tristeza, de angustia, de despojo, me gusta decir que la vamos abrazar con los equipos que tenemos para ese fin. La atendemos desde el punto psicológico, legal y en lo social que va a necesitar para despegarse de esa situación que no es fácil.
-¿En qué circunstancias llegan las mujeres a pedir ayuda en el Polo?
-Hay diferentes formas de llegar al Polo, una a través de la Justicia, que es cuando la mujer ya hizo la denuncia y la situación es grave, con violencia física. Entonces nosotros hacemos el tratamiento desde todos los puntos de vista.
Son muy pocas las que llegan solas. Las mujeres entre 25 y 40 años habitualmente llegan acompañadas de amigas, las adolescentes por su madre y las mujeres mayores de 60 habitualmente llegan con sus hijos.
Eso habla de que existe el acompañamiento de nuestras mujeres, en nuestra sociedad. ¿Cuál es su estado? Llegan con mucho miedo, con dificultad para poder contarnos.
-¿Las edades tienen que ver en este caso?
-Sí, las jóvenes son más desestructuradas, ya han venido aprendiendo lo que es la violencia. La mujer de mediana edad es la que llega más triste porque ha tenido años de convivencia con el violento, tiene hijos, es más difícil de desprenderse de su situación porque piensa en la familia.
Son mujeres que han soportado años de violencia física, económica, y la mujer de mayor edad llega impulsada por los otros, llega para mejorar su calidad de vida.
Lo más triste es la mujer que a causa de la violencia no ha podido trabajar, que no tiene adónde ir, adónde llevar sus hijos, entonces es más difícil convencerla de que haga la denuncia.
Porque nos piden que haya una denuncia de por medio. El tratar a estas mujeres psicológicamente para que lleguen a la instancia de la denuncia lleva mucho tiempo.
-¿Cuáles son las principales causas que provocan el avance de este tipo de violencia?
-Las principales son culturales. Vienen de una sociedad con una educación machista, en muchos casos sus madres han padecido violencia, entonces algunas la ven con naturalidad.
Por ejemplo, cuando te consultan y vos le explicás las diversas situaciones de violencia, te das cuenta de que nunca se dieron cuenta lo que vivían hasta que las golpearon.
Porque está la violencia psicológica, la verbal, la económica y luego la física y toleran muchos años hasta que les hace un click. Normalmente el click llega por los hijos, cuando se involucran y corren riesgos. Pero tienen que estar convencidas del riesgo para hacer la denuncia.
En otros casos, se deciden cuando han estado graves por los golpes y se dan cuenta de que el próximo paso es la muerte.
-¿Qué políticas son necesarias en forma urgente para no tener que seguir lamentando muertes?
-Nosotros lo estamos orientando desde el punto de vista cultural y educativo. En esta ciudad del aprendizaje nosotros tenemos que inculcarle a los niños, desde la primaria, en la secundaria, hacerles conocer lo que es género, el conocimiento de lo que significan los tratos violentos.
Y eso hemos estado haciendo este verano en los clubes, un trabajo que nos sorprende porque la participación de los niños es increíble.
Y fijate que algunos chicos, los más pequeños, te decían “planchar es de mi mamá, arreglar el auto es de mi papá” y nosotros con una profesora de teatro les planteábamos que esas tareas eran de todos.
Con los niños se puede trabajar muy bien, hay que desterrar la cultura patriarcal y educarlos en todo lo que tiene que ver con el género.
-También hay un alto grado de violencia en la sociedad y los niños conviven con esa violencia.
-Sí, por supuesto. Trabajamos mucho con el Consejo de las Adicciones, en la prevención. La prevención es la única manera que se puede llegar, tal vez nosotros no veamos los cambios, pero debemos trabajar con los niños, a enseñarles el buen trato, lo que genera el buen trato dentro de la escuela, del club, de la casa.
Qué es lo que harían si ven un amigo triste, son las cosas que necesitamos inculcar en los niños dentro de algún programa escolar, habría que verlo con los docentes para encontrar la manera más efectiva de generar los cambios.
-Usted estuvo la mayor parte de su vida en la salud pública, ¿qué sentimientos le provocan esta reacción de no atender a los bolivianos en forma gratuita si no hay una reciprocidad de parte de su país?
-De tristeza por los que piensan eso. Yo estuve siempre en la salud pública y nosotros no preguntamos quiénes son los que llegan. No sabemos quiénes llegan cuando debemos atender una urgencia.
Creo que hay que preguntar la opinión de los profesionales que atendemos y tratamos de resolver los problemas porque en los lugares públicos no solo le damos atención médica sino que tratamos de llevar alguna solución al problema que los aqueja.
Cuando estamos en la guardia nos pueden llegar extranjeros, delincuentes y nosotros los vamos a atender siempre. El médico tiene la obligación moral de atender a quien lo necesita y nuestra constitución nos ampara.
El día que pretendan otra cosa tendrán que modificar la Constitución porque así como le dimos todo a nuestros abuelos italianos, españoles, etcétera, que tuvieron educación y salud gratuita así tenemos que hacerlo con las personas con las que convivimos hoy.
-¿Por qué de pronto hacemos este tipo de planteos, qué nos pasó a los argentinos?
-Creo que eso es inherente a las personas. El que se forma para llevar adelante políticas públicas no puede tener mentalidad de un empresario, no lo digo yo, lo dicen los libros. No pueden dirigir este tipo de políticas personas que tienen una formación orientada a otras cosas. La salud pública no es un negocio.
Nuestra cultura, nuestra idiosincrasia está basada en la salud gratuita, podemos darle a la gente que viene y no puede pagar, eso es básico. Cada país tendrá sus políticas en el tema, nosotros tenemos la nuestra.
-Su ídolo es Ramón Carrillo ¿qué le quedó grabado de su enseñanza?
-El vínculo con lo social. No se puede separar la salud de lo que es lo social, de tratar al individuo desde el punto de vista integral, con su familia, no podés considerar que una enfermedad solo la causa un microbio sino que tiene causas en lo que vive una persona.
Saber que el dolor de cabeza de un paciente viene de la falta de trabajo, de tener sus hijos en una pobreza extrema. No se puede despegar la salud pública de lo social, eso es lo que me quedó grabado de la enseñanza de Carrillo.
Y que todo lo que puedas hacer en lo técnico no te sirve de nada si no está al alcance del pueblo.
-El país tiene bases solidarias, educación y salud gratuitas, un pueblo que responde a los pedidos de ayuda y de pronto ¿nos atacó el virus del individualismo?
-Sí, no sé bien qué pasó. Los cambios vienen acompañados de quienes nos dirigen. Veo un poco más de egoísmo en personas que trabajan para ellas nada más.
-Usted dijo que ser peronista es genético ¿qué significa?
-Sí, es genético. Lo traés desde que naciste, el peronista es leal, piensa en el pueblo, en la gente, estamos ansiosos por hacer algo por nuestros vecinos. Tenemos vocación de servicio, nacimos con vocación de servicio, el peronista es así.
Por ahí ves los desvíos de algunos es porque no nació con esos genes (se ríe).
-O sea los dirigentes que se desvían…
-No son peronistas, se hicieron los peronistas para llegar a algún cargo, pero no son peronistas.
-¿Es peronista de cuna?
-Sí, la vida desde que yo nací se basó en la política, la religión y la familia. He visto a toda mi familia militar, uno de mis tíos fue vicegobernador de Santiago del Estero, diputado. Mi madre una gran militante del peronismo tirado hacia la izquierda, trabajó para fundar la escuela, es la que le escribía a Evita para que le diera las máquinas de coser a las mujeres de su cuadra, la que impulsó el asfalto en su barrio. Fue una mujer de avanzada. Para ella la educación fue fundamental y la escuela pública.
Mi papá peronista más de centro, más equilibrado (risas). Por mi mamá fuimos a la escuela pública, nos hacía viajar una hora desde donde vivíamos hasta el Alejandro Carbó. Y a los 6 años me agarró el Cordobazo en la escuela.
-¿Tiene recuerdos de ese día?
-Sí, recuerdo que nos quedamos en la escuela, nos habían puesto debajo de unos escritorios, y nos quedamos con mi hermana hasta que mi papá fue a buscarnos a la noche.
-¿En la escuela le hablaron de lo que significaba el Cordobazo?
-Era una escuela que tenía muchos alumnos, hijos de militares. Iban a la mañana. Se había hecho una división entre la mañana y la tarde. A la mañana llegaban los autos con los hijos de los militares, y nosotros íbamos a la tarde, éramos de la popular (sonríe).
-¿Por qué vinieron a vivir a Córdoba?
-Porque mi papá hizo carrera judicial. El se jubiló como director de oficios judiciales en Tribunales y por el trabajo nos vinimos a Córdoba, yo tenía 4 años.
Pero volví siempre a Santiago, nos íbamos en verano (se ríe). Y mis amigas de la infancia de Santiago vienen siempre. Vienen en barra y mientras yo trabajo me cocinan (risas), son unas ídolas, las amo.
-¿En su infancia ya soñaba con ser médica?
-Sí, y te cuento por qué. Tenía a mis tías solteras y un enfermero en la familia de apellido Rojas. Y él les colocaba las inyecciones y yo tenía 4 años y me dejaba sacarle el émbolo y la aguja.
Nunca pensé en otra cosa, siempre quise ser médica.
Después a los 15 años empecé a trabajar de voluntaria en la Casa Cuna en Córdoba. Pasé lindos años.
Yo trabajé con Claudio Fantini, un colega tuyo que hace política internacional, era voluntario en la Casa Cuna y ahora lo escucho y es tan de derecha que no lo puedo creer (risas).
-Dijera Mafalda si no nos apuramos a cambiar el mundo, el mundo nos va a cambiar a nosotros…
-Sí, viste (risas). Yo estaba orgulloso de ese varón voluntario en la Casa Cuna y lo veo tan derechoso ahora que me sorprendió (risas).
-¿Tuvo una infancia feliz?
-Sí, muy feliz. La tristeza en mi casa llegó cuando murió mi hermano, se murió muy joven y de allí empezamos con las pérdidas, mi hermano primero, luego amigos más allegados, en estos últimos diez años se fueron mis viejos y también mi compañero que todavía no lo supero (se emociona).
Mi familia hoy está integrada por mi hermana Patricia y mis dos hijos. Y el resto de mi familia son mis amigos, tengo amigos que son eternos, divinos.
-En el golpe militar del 76 tenía 13 años, ¿qué imágenes vienen a su memoria de esa época?
-Yo vivía en un barrio de trabajadores, eran empleados de la empresa Fiat, muchos estaban trabajando con Tosco. Recuerdo haber visto, desde mi casa, cómo se llevaban gente del barrio. Venían los Falcon verde, después nos enteramos de todo. Y vimos que se llevaban a la profesora de Inglés, los sacaban de los pelos y los cargaban a los autos, algunos volvieron, otros no. No me voy a olvidar nunca más.
Fueron vivencias de niña y recién con el tiempo pudimos comprenderlo. Me acuerdo del temor, del temor con el que vivíamos, yo siempre les digo a mis hijos “ustedes no saben lo que vivimos”, no tienen idea de lo que fue la persecución ideológica.
-¿Esa herida no se pudo cerrar?
-Esa herida queda, se llevaron gente querida, uno de los amigos de mi familia que estaba con Tosco.
-En la recuperación de la democracia ¿usted había comenzado a militar en política?
-No, nos habíamos quedado con mucho miedo. En la universidad nos dedicábamos a estudiar. La facultad no estaba muy politizada.
Y las prácticas las hice en el Hospital de Clínicas. Ahí teníamos una amiga la Yeyé, era muy zurda, por ahí venía y nos decía me voy a ver el recital de la Negra Sosa y por ahí no le alcanzaba la plata. Y de pronto desapareció y no la vimos más. Y siempre nos preguntábamos por ella. Y en un curso hará unos diez años pasaron unas imágenes de médicos comunitarios de Tucumán y allí estaba la Yeyé. Me dio mucha alegría verla.
-¿En qué año viene a Villa María?
-En 1993, vine a hacer la residencia. Termino mi carrera, me preparo para rendir la residencia, rindo para médico generalista, ojo que esto es muy importante, porque el que elige esa especialidad sabe que va a ser pobre siempre (se ríe). Esto es así, pero es lo que me gustó siempre.
Me acuerdo que voy a ver la lista de mérito, todas las residencias eran el interior. Yo ni sabía qué era Villa María, dónde quedaba, no sabía nada.
Me paré frente a la lista y le pedí a Dios que me lleve al lugar donde pueda ser útil. Y me vine para Villa María, durante tres años viajé todos los días, me levantaba a las cuatro de la mañana, me venía en el lechero y me iba a las tres o cuatro de la tarde. Con el apoyo de mis viejos y mis hermanos que cuidaban a los chicos.
Y después ya tenía trabajo acá, fui directora del Hospital de Villa Nueva y lo digo con mucho orgullo porque amo Villa Nueva, y entré en el centro de Salud del Nicolás Avellaneda. Con esas dos cosas, decidí traer a mis hijos acá y son muy villamarienses. “Nunca más nos vamos a ir de acá”, me dijeron.
-¿Estando en el Centro de Salud se conecta con Héctor Muñoz?
-Sí, después de unos años.
-¿Cuando la convocaron para ingresar a la función pública municipal sintió un poco de escozor?
-Sí, porque no tenía experiencia. Yo lo conocía al doctor Muñoz y a Martín, nada más. Pero no me voy a olvidar nunca lo que dijo Nora Bedano. Ella me dijo, yo te voy a enseñar y eso me dejó tranquila. Y así fue, en lo que es político la he escuchado a ella muchas veces. Ella me hizo sentir muy acompañada.
-¿Se siente la carga de tener un perfil público?
-La verdad es que yo siempre me he sentido uno más. He sido compañera, sigo siendo compañera, si me sacás de donde estoy y me llevás al centro de Salud voy a ser muy feliz, porque siempre he sido y soy compañera de mis compañeros.
Hoy estoy ocupando un lugar que me tocó, pero que lo puede hacer cualquiera, por eso los estimulo para que se formen en salud pública.
Trato de inculcar el afecto y el compromiso por la salud pública. Si algo no sale bien, no es porque hubo mala intención, es porque no se pudo, por eso no me angustia la carga.
Los posgrados que hice, fueron para brindar a la comunidad lo mejor, nunca pensé que iba a ocupar un cargo público.
-¿Tuvo momentos dolorosos en la función pública?
-Sí, cuando había que decidir prioridades porque los recursos no alcanzaban. Y es triste cuando no se puede alcanzar a todos.
-¿Cómo está parada la ciudad con la problemática de las adicciones?
-La política de este intendente que me parece perfecto y la está manejando con Héctor Muñoz, a quien le tengo un profundo afecto, han decidido sacar todo de debajo de la alfombra. Acá hay un consumo alto de drogas, entonces se está luchando desde el Consejo de Adicciones para hacer todo lo que se pueda, desde prevención, hábitos saludables, trabajamos muy bien entre violencia y adicciones.
-¿Las adicciones se vinculan a la violencia?
-Se vinculan, pero no quiere decir que un adicto sea violento. Estamos haciendo mucho, tratando de llegar a los jóvenes y hay nuevos proyectos.
Lástima que no nos acompaña la política nacional. El Gobierno provincial nos está ayudando con los programas sociales, pero antes teníamos muchos programas del Gobierno nacional que hoy se han caído.
-¿Qué análisis hace de la política nacional en materia de salud pública?
-Triste, nos ha perjudicado en mucho a todas las provincias, a todos los municipios. El Remediar, por ejemplo, era un programa que daba los medicamentos básicos, hoy llegan en menor cantidad y con menos frecuencia.
El municipio tiene que salir a comprar medicamentos y hacernos cargo de la situación de la gente que se quedó sin obra social porque se quedó sin trabajo.
Hoy, la salud pública recibe el peso de la situación social que estamos viviendo. Han aumentado los bolsones, ha aumentado la solicitud de medicamentos, se nota un incremento de la demanda.
-Muchos recortes se justifican haciendo mención a la herencia recibida ¿qué opina?
-No tienen forma de justificar. Puede que haya habido errores, desaciertos en los últimos años del peronismo, pero ha sido hecho con políticas sociales, desde los dientes hasta los ojos, la educación para los chicos y todas esas cosas que a este Gobierno no le interesa.
Las políticas sociales y de salud no están en su agenda porque no les importa. Ellos son empresarios, su política es mejorar la situación de una parte de la comunidad que lamentablemente no es ni la clase media ni los pobres.
-Sin embargo el Gobierno tiene el apoyo de una parte de esos sectores por los resultados electorales…
-Sí, no entiendo que es lo que ha pasado. No puedo entender, el paso de los años te va dando la luz y en unos años veremos cuáles fueron las causas.
-¿La corrupción pesó?
-Corrupción, mirá creo que está manejada injustamente en muchísimos casos. Creo que la Justicia está siendo parcial en este momento y que las acusaciones de corrupto se hacen banalmente, sin las pruebas correspondientes en muchos casos.
-¿Qué lectura hace del ataque al peronismo, está planificado o surge espontáneamente el antiperonismo?
-Creo que hay cuestiones que están orquestadas, saben que los gobiernos peronistas son los que han hecho las grandes transformaciones y no son las que les conviene a los que están hoy en el poder.
Y creo que esa política que tienen de ensuciar, de hablar de corrupción es para inculcar a la gente que todo lo hicieron mal, que robaron. Está orientado hacia eso.
-Se abrió el debate sobre la despenalización del aborto ¿cuál es su opinión?
-Mirá, soy una persona que siempre he defendido la vida, pero no me olvido de todas las mujeres que han llegado al hospital con abortos clandestinos, con riesgo de muerte. Lo he visto cuando estaba en el hospital y yo no puedo pensar en lo que yo creo, en lo que yo siento.
Tengo que pensar en la salud pública, y me parece que es importante que primero le pregunten la opinión a los médicos.
El debate es duro y me parece que faltan cosas para analizar, no solo es el niño defendiendo la vida, no solo es la madre con todos sus derechos sino también el profesional que lo va a realizar. Que de eso no se habla, se olvidaron del profesional.
-Las mujeres plantearon hacer un paro el 8M
-Sí y las mujeres tenemos que hacer el paro, no sé qué pensará nuestro intendente (sonríe). Tenemos que hacer paro para que se reconozcan nuestros derechos en todos los ámbitos. Porque todavía existe una desigualdad manifiesta en lo laboral, en el hogar, que sepan nuestras familia que tenemos el derecho al descanso, a no lavar los platos, a tener un tiempo para nosotras, que tenemos el derecho a cumplir nuestros sueños.
Eso nos planteamos en el Polo, que todas las mujeres que han sufrido violencia puedan empezar a cumplir sus sueños, ayudarlas a que vuelen, darles las alas.
-¿Usted cumplió sus sueños?
-(Se emociona). Yo he cumplido muchos sueños, fundamentalmente he sido respetada siempre, no he sufrido de violencia, he amado profundamente y me he sentido amada, hice por la gente todo lo que he podido, no he obrado con maldad, tengo una capacidad de perdonar que no sé si va con el Alzheimer que hace que me olvide las ofensas.
Más allá de todas las pérdidas que he tenido, soy una mujer feliz. Yo aspiro a tener lo que tengo, no aspiro más, si uno está de paso en este mundo, trato de hacer felices a los que tengo al lado, trato de que mis pacientes me sigan llamando Raquel, trato de servir.
Mi mamá me decía: “Siempre conserven la fragancia de las manos que reparten flores”.
-¿Cuál es su sueño hoy?
-Poder tener nietos y verlos crecer, en lo personal. Ver que la gente que me rodea alcance sus metas y poder seguir trabajando en lo que estamos, que es el servicio para el otro.