Ecos del 24 de Marzo – Una niña que dice «Nunca Más»
Escribe Paulina Baravalle (*)
Introducción
Para realizar este informe, utilicé varios medios para informarme del tema de lo que pasó en nuestra ciudad: busqué en Internet, leí en EL DIARIO una nota publicada el domingo 25 de marzo, visité la Medioteca Municipal donde había una exposición sobre los desaparecidos que sufrió Villa María en la época militar y también consulté con mis abuelos para saber cuál fue la situación desde su punto de vista
Desarrollo
En Villa María, a causa del miedo y el terror que tenía la gente, no se supo mucho sobre los desaparecidos; de allí a la frase “Acá no pasó nada”, no por negar la situación sino por miedo a que les pase lo mismo. Por eso son tan importante estos trabajos e investigaciones, para jamás olvidar y también conocer todo lo que pasó.
Ese día, en Villa María, aquel 24 de marzo, muchas puertas fueron golpeadas por las fuerzas militares. A las 5.30 horas salieron las tropas desde la Fábrica Militar, dos horas después estaban en el despacho del intendente para destituirlo, se metieron en la CGT y decenas de vehículos militares se habían instalado en distintos puntos de la ciudad.
Ese día no se abrieron cines, bancos, escuelas ni teatros locales. En la radio y en el canal local se transmitió el anuncio del golpe al Gobierno, dando inicio a la dictadura militar y a la época más oscura conocida por la Argentina.
¿Qué paso acá?
En Villa María sucedieron muchas cosas, los secuestros, robos, desapariciones, torturas y entre ellas la naturalización de las conductas del pueblo, ya que a pesar de que notaban las desapariciones de las personas, lo tapaban diciendo que “algo habrá hecho”.
Los militares por un largo período de tiempo lograron su objetivo, el cual era sembrar el miedo y el terror para usarlo a su favor, prohibiendo así la libertad de expresión, opiniones políticas, tipos específicos de libros y música, entre otras reglas que habían logrado imponer gracias a ese objetivo. Claro que hay que tener en cuenta de que, como había personas que se limpiaban las manos diciendo “algo habrá hecho”, había gente que se arriesgaba diciendo “hay que buscar el freno”, haciendo juntadas, escondiendo amigos y desconocidos en peligro de los genocidas, repartiendo folletos clandestinos, dando opiniones y posibles soluciones a esa atroz situación.
Una cosa que noté en la Medioteca, era que todos los desaparecidos eran trabajadores o estudiantes, que no tenían nada que ver con la delincuencia y sin ningún antecedente, sin embargo, ellos murieron protegiendo y expresando su pensar y no dejándose controlar por los militares.
Otro punto de vista
Cuando les pregunté a mis abuelos que por desgracia vivieron de punta a punta todo el ataque militar, me enteré que no estaban en Villa María, sino en Córdoba estudiando la carrera de Medicina. De igual manera, me pareció un lindo detalle al igual que un dato muy curioso para conocer un lugar más grande donde se la pasó igual de mal o peor que en esta ciudad.
Libros perdidos
Según lo que me contaron ellos, tuvieron infinidades de libros prohibidos, los cuales todos estaban escondidos. Había de todo tipo, desde la literatura infantil hasta libros políticos, todo eso era lo que lograba ese golpe, que hasta los libros más históricos, hermosos y curiosos sean puesto en la hoguera ya que, para ellos (los militares) esos volúmenes solo estaban fomentando que la gente piense, cosa que no los favorecía y por eso se resguardaban con su objetivo (que si recordamos era sembrar el miedo y el terror).
Me contaron que la mamá de mi tío (que por desgracia también vivió esta situación) guardó todos sus libros en una caja, que envolvió en un plástico, luego en una frazada y así finalmente enterrarlo, de esta manera, si los militares hubiesen llegado a entrar, no los habrían podido encontrar.
Pánico en las calles
Mis abuelos tomaban todos los días el colectivo, que era su medio de transporte los llevaba de la universidad hasta su casa y viceversa. El gran problema es que en esos períodos de ida o vuelta, nunca sabías qué podía pasar, nunca podían estar seguros de si ese “adiós” que se daban todos los días, podía haber sido una de sus últimas despedidas.
Los militares paraban los colectivos y hacían bajar a todos los pasajeros, ya sean estudiantes, trabajadores o niños; los hacían ponerse contra la pared con las manos hacia arriba al lado de sus orejas teniendo más comodidad a la hora de revisarlos para (según ellos) asegurarse de que no llevaran algo “sospechoso” consigo.
Conclusión
Puedo concluir que está muy mal lo que hacemos, de lavarnos las manos, diciendo, “acá no pasó nada”. Eso es tonto, pues jamás vamos a borrar todo lo que pasó, solo haremos una capa falsa de un mundo color de rosas, una capa falsa que se encarga de tapar las atrocidades de esa época, una capa falsa… que no tiene por qué estar allí. Saquemos esa capa haciendo memoria, conociendo, investigando y estudiando sobre la historia de esta ciudad porque… ¿Quién sabe?… Tal vez donde tu estás parado… en ese mismo lugar… yace el alma de un estudiante inocente… como tú, o como yo.
(*) Paulina tiene 12 años y este trabajo es parte
de la asignatura Ciudadanía y Participación
Informe “Nunca Más”
Escuela PROA
UTN Villa María