INVENTARIO/La Cumbre
Escribe Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
1) Semblante británico: otrora asentamiento español, La Cumbre comenzó a crecer de veras con la llegada de los ingleses, a finales del siglo XIX. La mayoría echó raíces en esta área del Valle de Punilla mientras construían un tramo importante del ferrocarril que a la postre uniría Córdoba capital con Cruz del Eje.
Fueron los anglosajones, justamente, los que le dieron a la localidad serrana ese talante arquitectónico tan particular, que la distingue del resto: en el ejido urbano y sus alrededores, se multiplican las construcciones de estilo tudor y normando. Perfil que se aprecia en las grandes casonas anónimas, de techos a dos aguas, bares, cafés y casas de té (tan británica la costumbre de la infusión por las tardes), y sobre todo en la ex- Estación del Ferrocarril, hoy oficina de turismo.
2) Panorámicas desde las alturas: dos de las marcas registradas de La Cumbre tienen que ver con la altura y las panorámicas que desde ella se obtienen. La primera, y más a mano, la corporiza el Cristo Redentor. Una escultura de 9 metros que se alza en la cima de un cerro muy cercano al centro, a apenas 30 minutos de caminata.
La segunda, sienta domicilio en Cuchi Corral. Rincón emplazado ocho kilómetros al oeste (al otro lado de la ruta nacional 38, por camino de tierra), famoso a nivel país por la práctica de parapente (son varios los prestadores locales que ofrecen el servicio). El sector, precipicio mediante, regala impresionantes vistas de la parte más occidental del Valle, vigilada de cerca por las Sierras Grandes y el Río Pintos.
3) Agua, bendito tesoro: La Cumbre presenta sectores donde el agua ofrenda hermosas postales, como los territorios bañados por los ríos Cruz Grande y San Jerónimo. De este último se desprende el Arroyo El Chorrito, que nace en una cascada enana y llega hasta las proximidades del centro acompañado de poéticas arboledas.
Más alejados, también sobresalen el pequeño pero bonito Dique San Jerónimo (a cinco kilómetros de la Oficina de Turismo, en el camino que conduce a Ascochinga) y el generoso Río Pintos (ubicado a unos 20 kilómetros del pueblo, por la misma vía que conecta con Cuchi Corral).
4) Paseos por doquier: la ubicación privilegiada del municipio, le permiten al viajero realizar múltiples escapadas por los alrededores. A los ya citados, se suman paseos como el Camino de los Artesanos (coindice en la mayor parte del trayecto con el Camino El Pungo) que enlazan con la vecina Villa Giardino a través de siete kilómetros protagonizados por casas de té, acogedores restaurantes y puestos de artesanías.
Asimismo, especial referencia merece la asfaltada, arbolada y levemente ondulante ruta que conduce a Los Cocos (en apenas ocho kilómetros, atraviesa los elegantes caseríos de Cruz Chica y Cruz Grande), la Estancia El Rosario (conocida por su producción de alfajores, dulces y almíbares) y el Centro de Rehabilitación de Primates Proyecto Carayá (hogar de los simpáticos monos carayá, en la salida a Ascochinga, por montañoso camino de tierra).
5) Atractivo tridente de museos: de vuelta en el área urbana, no hay que perderse la Casa Museo de Manuel Mujica Laines, otrora residencia del genial escritor porteño. En la señorial morada descansan buena parte de la obra y de los objetos pertenecientes a “Manucho”.
Tampoco se puede dejar de lado la Sala Miguel Ocampo (con cantidad de pinturas del artista de prestigio internacional, quien aún reside en el lugar), ni el Museo de Motos y Bicicletas Antiguas (donde se exponen piezas de colección nacidas entre principios del siglo XX y el año 1981).