En cada músico callejero se encuentra un perro del mismo ámbito. El can disfruta de la música, mientras se hace amigo de los solitarios
Los peluditos están ahí, son como parte del paisaje céntrico. No cobran la limosna, pero sin dudas que la atraen.
Se quedan acostaditos, al lado del artista callejero, demostrando que son la compañía perfecta, mientras escuchan los rasguidos de la guitarra criolla que les endulza los oídos.
No hace falta que les digan que la red de canales musicales de la radio nacional canadiense descubrió que los animales domésticos son también aficionados a la música y que por ello, el 53% de los propietarios de mascotas de Canadá y Estados Unidos dejan música sonando en sus hogares cuando se marchan a trabajar. La mayoría opta por la clásica, claro, porque dice que no altera al animal.
Tal vez nunca vieron a los artistas callejeros de Villa María, afinando su idilio con el animal, en base a la guitarra y con un repertorio nutrido. Todo frente a vecinos y visitantes que suelen demorar el paso cuando se aproximan al escenario natural.
“Liiinyera soy”, canta Palito en la Peatonal, no solo para ser retribuido por los transeúntes, sino también para homenajear al can que descansa a su lado.
Por la 9 de Julio otro músico carga su guitarra y aporta la funda como cuchita para el perro, mientras profundiza su voz de cantante. Es Juan Pablo Carrizo, un joven que lleva al instrumento como un aditamento más de su cuerpo.
Si los callejeros estuvieran todos en la zona rural, hubiesen sido parte de las obras de Molina Campos. Pero están por acá nomás, actuando y sufriendo.
Juan Pablo, de hecho, tuvo que salir a denunciar por Canal 20 que lo echaron de la Terminal de Omnibus, simplemente por hacer música.
El Porteño, como le dicen por la calle, llegó hace un tiempo a Villa María con la idea de hacer cuarteto y se encontró con que, a veces, tocar la guitarra suele ser un problema, vaya a saber por qué.
A pocos metros de donde lo echaron, un turista vio que un perro se le acostó cerca de la parada del micro, entonces el hombre prefirió alejarse, por miedo o precaución.
Vaya destino el de los artistas y los perros callejeros. ¿Será porque están destinados a complementarse?