Opinión – Una guía para entender la lucha feminista
Un análisis de las situaciones cotidianas que viven las mujeres y cómo pueden ser vistas para deconstruir el machismo
Escribe Yanina Luque (*)
ESPECIAL PARA EL DIARIO
Muchxs (N. de la R.: se respeta la variante de lenguaje que usa la autora), al oír la palabra feminismo, la relacionan con el odio hacia el sexo masculino y/o con la necesidad de querer sentirnos superiores al género opuesto. Pero, ¿cuándo hablamos de feminismo?
Además de ser un modo de comprender la historia, es afirmar y defender que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres. También es poder desnaturalizar aquellos hechos que en tiempos pasados acaecían en la sociedad sin ser problematizados, dándole paso a un nuevo posicionamiento donde las mujeres no callamos más y exigimos la defensa total de nuestros derechos.
Diariamente oímos en nuestras casas, en la escuela o en la calle “el rosa es para las nenas, el azul para los nenes”, “las muñecas no son para niños ni los autitos para niñas”, “qué podés esperar, conduce una mujer”, “este trabajo es de hombres”, “la mujer se encarga de las tareas domésticas”, “ese deporte es de varones”, frases tan frecuentes que han sido naturalizadas por la sociedad durante tiempos pasados y aún presentes sin que pueda verse su mensaje oculto. Está de más decir que ningún género va a dejar de ser menos que el otro por llevar a cabo las mismas tareas, sino que se trata de desenvolverse con obligaciones compartidas e igualdad de derechos.
Es sorprendente cómo aún ante las constantes problemáticas de violencia hacia la mujer, tengamos la necesidad de decir “no” y fundamentarlo, agregándole un “¿qué pasaría si la víctima fuera tu madre/hija/hermana/vecina o amiga?”, ya que, por lo visto, esa es la única manera en que se ponen en nuestra posición y sienten lo que sentimos constantemente al tener que explicar el porqué.
¿Cómo es posible que esto suceda? ¿Por qué debemos aceptar que nos digan que nos violan, asesinan, agreden por cómo vamos vestidas, porque provocamos o simplemente porque, como dicen muchxs, “algo hiciste, si no, no pasaría”? ¿Por qué no nos respetan? ¿Por qué no respetan nuestra vida y, sobre todo, nuestro cuerpo? ¿Por qué sienten la necesidad de hacernos daño?
Muchxs aún tienen la idea de que hay dos clases de mujeres. Por un lado, las que se pueden maltratar, agredir, violar y, por el otro, las indefensas. Esto, ¿a quién le importa? Si al final, cómo vayamos vestidas, la edad, la hora, estar solas o acompañadas no le importa a nadie, dado que sufrimos violencia en todas partes, aun estando frente a otras personas.
A todas alguna vez nos han gritado desconocidos, nos han dado trabajo con la condición de satisfacer necesidades sexuales, nos tocaron sin nuestro consentimiento en el boliche o en cualquier lugar, nos criticaron entre grupos de amigxs, aun estando enfrente, ridiculizándonos. Nos señalaron por cómo íbamos vestidas, que si íbamos provocativas o que así no íbamos a conquistar a nadie, como si fuésemos el mero “objeto que conquista al machito”.
Del mismo modo, cuando nos digan “sos mía”, no lo tomemos como un sinónimo de ternura, ya que estas dos palabras esclarecen lo que una vez he oído desafortunadamente: “La mujer es el complemento del hombre”.
Desde siempre, se nos ha culpado de nuestros fracasos, lo que ha disminuido nuestra autoestima, creándonos conceptos acerca de que no tenemos capacidades suficientes para desenvolvernos en distintos ámbitos o simplemente de soñar; de esta manera, se ha logrado que nos volvamos más frágiles y manejables. Y sí, muchas veces lo han conseguido, pero hoy estamos más unidas y fuertes que nunca, luchando por nuestros derechos, aquellos que nunca se han cumplido, presentándonos como lxs adversarixs de aquellxs que siguen un sistema donde se vive la diferencia entre géneros.
Poder elegir
Tener poder de decisión sobre nosotras mismas sin esperar algún comentario de aceptación/rechazo sobre nuestros actos u ideales. Sentirnos libres, más libres que nunca ante nuestras decisiones. Poder vestir, actuar, elegir el lugar de trabajo, novix, ser madre cuando queramos, vivir cómo/dónde y con quién deseemos, poder transitar las calles sin esperar recibir algún insulto disfrazado de “piropo”, salir a la calle solas y no jugar a contrarreloj especulando si vamos a llegar o no.
Ojalá, en algún momento, podamos llamarte “compañero” y hayas comprendido lo que nos sucede al observar cómo nuestros derechos van mermando; cómo, muchas veces, de diez logros retrocedemos siete frente a esta sociedad que experimenta y, en muchos casos, defiende el machismo y que, de una vez, logres bajar a la realidad que nos persigue y queremos transformar.
Nuestra sociedad será diferente cuando las mujeres ya no seamos asesinadas por la persona que tiene a su lado, no tengamos más miedo de ir caminando solas por la calle en cualquier momento, que ya no nos acompañen por sentir temor de cómo llegamos o si no lo hacemos, no estemos atentas a aquel que nos abusa sexual y verbalmente, no nos griten ni nos juzguen por ir vestidas a nuestra simple elección o comodidad.
Buscamos ser libres y tener derechos. Poder finalizar con tanta violencia, fundar mentes de hombres que piensen y terminen con el sistema en el cual la mujer es considerada indefensa. Lograr hombres que amen, cuiden, respeten, vean, reaccionen ante la violencia. Sobre todo, poder acabar con la desigualdad de los géneros.
Basta de muertes, violencia, desigualdades. Dejanos ser libres como vos, tenemos derechos y hoy los hacemos ver.
La igualdad es para todxs.
Miranos, pero sin machismo.
(*) Estudiante avanzada de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM)