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Adiós a “Pirucha” Orpianesi, enfermera, solidaria y luchadora

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Adiós a “Pirucha” Orpianesi, enfermera, solidaria y luchadora

Una villamariense reconocida en toda la provincia

Con profundo pesar, la comunidad villamariense en general y la del Hospital Pasteur en particular, despide a su enfermera insigne: “Pirucha” Orpianesi

Pirucha con sus nietos. Maximiliano fue el que escribió la biografía de su abuela y que hoy compartimos para los lectores de EL DIARIO

Teresa Suárez de Orpianesi, conocida por todos como “Pirucha”, falleció a los 73 años en la madrugada de ayer, en el Hospital Italiano de Córdoba capital, adonde había llegado por un cuadro complicado que hacía días la afectaba.

Esa mujer “sanadora”, fue, es y será, el símbolo de la solidaridad a través de una noble profesión como la Enfermería.

Ella fue la que recorrió en la ya famosa estanciera del Pasteur, kilómetros y kilómetros de la zona rural para convencer a las personas que habían padecido “el mal de los rastrojos”, que donaran sangre con los anticuerpos para hacer el antídoto.

Su trabajo incansable posicionó a Villa María en el escenario nacional de la lucha contra la enfermedad que en los 80 hacía estragos en la región.

Ya jubilada del Pasteur, siguió, incansable, su labor solidaria: entidades intermedias como Fundayt, la Cooperadora del Hospital y otras tantas que tuvieron el honor de contarla entre sus filas.

El reconocimiento le llegó a través de distintos sectores de la comunidad, pero seguramente, el que más atesoró, fue el amor de su familia y el de los pacientes que no dudaban en agradecerle el haber sido parte del eslabón que permitió salvar la vida de muchos.

Cualquier crónica que describa la vida de esta mujer inspiradora, no podría compararse con la que escribió Maximiliano Orpianesi, comunicador social y nieto de Pirucha.

Cuenta que nació en noviembre de 1945. Su nombre completo es Teresa Isabel Suárez, hija de vascos que la apodaron “Pirutxa”.

Este es el texto:

“Con 16 años y una mamá cocinera en el Hospital Regional Pasteur, ‘la Piru’ empezó, por vocación, a incursionar en la enfermería. Practicaba -cuenta- inyectando almohadones y naranjas porque en esa época ‘no tenía recursos para estudiar’.

Unos años más tarde, entre la década del 70 y del 80, comienza a golpear a la región de Córdoba la fiebre hemorrágica argentina (FHA), sobre todo a los sectores rurales que se encontraban más expuestos a las pestes que se transmitían por la orina de los roedores. ‘La gente se enfermaba y a los días se moría, había que hacer algo. Un día llamaron por teléfono desde Pergamino, necesitaban ayuda desde el interior de esta provincia que era hacia donde estaba avanzando el virus’, cuenta la Piru. `Frente a lo desconocido a todos nos daba incertidumbre, pero yo decidí hacerlo’, agrega.

En ese instante de decisión estaba naciendo una heroína, la Pirucha Orpianesi.

Sin saber con certeza de qué se trataba, le puso el cuerpo y el alma a la lucha. `Al principio, me cerraron muchas puertas las instituciones, no me daban transporte, tenía que hacer viajes muy largos. Conseguía vehículos que la gente me prestaba, a veces los caminos estaban intransitables y los peones me prestaban caballos para poder llegar a las casillas para atender a la gente, me llevaba un espejo y desde la otra punta del campo les hacía señas con el reflejo del sol para hacerles saber que estaba ahí´, me cuenta, mate de por medio, y destaca que `los impedimentos que ponían las instituciones se transformaban en favores que me hacía la gente´.

El virus, que tiene un período de gestación de dos semanas, presenta cuadros de fiebre, dolores musculares, de cabeza, vómitos, temblores en las manos, entre otras expresiones dolorosas. El tratamiento proviene del plasma extraído de la sangre de pacientes que se recuperaron de la enfermedad, que se transforma en medicina por los anticuerpos que generó. `El trabajo era doble porque iba a los campos a curar y a buscar plasma para otros afectados. Yo salía de mi casa a la madrugada y hasta la noche no volvía a veces´.

Me confiesa, `me cuestionaban mucho porque no pasaba tiempo en mi casa, con mis hijos, y es que la gente afuera se moría´. Pero, pienso, fue una transgresora en su tiempo, una luchadora que eligió no complacer los estereotipos y salir a embarrarse hasta la rodilla para salvar vidas.

Además me cuenta que apenas llegaba le decía a la gente que el tratamiento era gratis que se despreocupara, porque los recursos económicos en los sectores agrarios eran escasos.

Mientras tanto yo recuerdo una escena con la Piru en el supermercado cuando se nos acercó una señora, y llorando, le dijo `vos le salvaste la vida a mi hijo, muchas gracias´ y pienso, ahí está su recompensa.

La Piru no me sabe decir, en números, cuántas vidas salvó, pero claro, tampoco sabría decirme cuántas horas de su vida le dedicó porque son incalculables, fueron muchos años y algunos más intensos que otros. Pero yo sé que son muchas, que su lucha salvó familias completas que vivían alejadas del ejido urbano, familias de acá y de allá. Que cuando la llamaban a las cuatro de la mañana ella agarraba sus cosas, buscaba la estanciera que había conseguido gracias a la gente y que su marido, el Titi, se encargaba de tener en condiciones y salía adonde la salud reclamaba su presencia.

La Piru es mi abuela, una abuela poco convencional. No es la abuela que te venden en las historias, la que te lee el cuento para que te duermas, pero es la abuela coraje, la que te invita a dormir con ella, pero a la madrugada la ves levantarse e irse y se va, pero se va a salvar vidas y te deja la cama vacía pero el corazón lleno, lleno de lucha. Ella no te lee, pero te escribe la historia que alguien algún día le contará a los más chicos.

La Piru, para mí es mi Belita, el tesoro más preciado que la vida me dio”, concluye Maximiliano su inmejorable relato.

 

Pirucha recibió múltiples reconocimientos, pero el que más valoraba, el cariño de la gente

Carlos Gagliano, exdirector del Pasteur

“Lo que hizo por la salud en toda la provincia, fue una verdadera epopeya”

Carlos Gagliano estuvo al frente del Hospital Pasteur desde 1985 hasta 1995. “Lo que hizo Pirucha, visto desde la realidad de hoy, fue una verdadera epopeya”, planteó.

No es para menos: ella, que había ingresado al Pasteur como ayudante de su mamá cuando todavía era una adolescente, estuvo a fuerza de trabajo y solidaridad como la única persona en toda la provincia responsable del Banco de Sangre del Pasteur, que tenía el plasma para tratar a pacientes con fiebre hemorrágica argentina o mal de los rastrojos.

“Tenía que conservar, mantener y disponer de ese plasma para todos los enfermos de la provincia que se asistían tanto en el ámbito público como en el privado”, recordó Gagliano.

“Y lo más importante es que nunca se negó un tratamiento a nadie por no tener plasma. Eso se lo debemos a Pirucha”, dijo.

Para que no faltara el plasma, Pirucha fue personalmente en aquella estanciera que refiere su nieto, a recorrer todo el territorio provincial buscando que los pacientes que padecieron el mal y se curaron, donaran la sangre. “Tenía una forma de ser, de persuadir, de convencer, que todo el mundo le decía que sí”, recordó Gagliano.

Habían armado un equipo inquebrantable con el chofer Julio Tacca, quien falleció el año pasado, Fernando Forneris y Lucrecia García Montaño, los que le pusieron un freno a la enfermedad.

Pero no solo fue en ese ámbito específico de la salud en el que se destacó Pirucha. “Cuando vivimos la hiperinflación, ningún proveedor quería venderle a la provincia y, por ende, en el Hospital, nos veíamos en figuritas para alimentar a los pacientes internados. Fue ahí que Pirucha se encargó de resolver el problema y fue a los campos, a hablar con los propietarios de las tierras, y logró que le donaran varias vacas. Así fue que conseguíamos carne que nos llegaba desde las carnicerías que recibían faenada en el frigorífico esas donaciones. Lo mismo logró con el Mercado de Abasto, que nos proveía de frutas y verduras”, recordó Gagliano.

 

Teresa Isabel “Pirucha” Suárez, fue madre de María Elena y Fabián. Respetada y querida en todo el ámbito de la comunidad por su labor solidaria. Sus restos serán velados en Cochería Itatí y el sepelio será hoy, a las 9.