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Voto femenino: debate en 1932

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Voto femenino: debate en 1932

NOTA Nº 537, escribe Jesús Chirino

unca el avance en la conquista de derechos es por la bonhomía de autoridad alguna, tampoco por el accionar de algún individuo solitario. Los procesos mediante los cuales se avanza en el logro de derechos, son más complejos que las simplificaciones a las cuales solemos apelar para explicarlos. A poco de iniciarse los años´30 del siglo próximo pasado, se discutió el derecho de las mujeres a votar para elegir a quienes asumirían puestos de gobierno. En Villa María algunas fueron consultadas acerca de su opinión ante esa posibilidad.

 

Ley del voto femenino, media sanción

En el año 1932 se produjo un importante debate en relación a la igualdad entre hombres y mujeres respecto a los derechos políticos. El 16 de septiembre de aquel año, la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación, aprobó un proyecto de ley mediante el cual se otorgaba el derecho de voto a todas las mujeres del país. Como es habitual en este tipo de debate, la discusión trascendió las cámaras legislativas y recorrió diferentes ámbitos de la sociedad. El proyecto no pudo pasar la instancia de la Cámara de Senadores, donde primó la presión de los sectores conservadores de la sociedad. Eso hizo que el debate aquella vez no se diera en la Cámara alta del Congreso argentino, pero no debe subestimarse el hecho de que el proyecto fuera aprobado en Diputados pues la esencia del texto del mismo fue rescatado por la ley que, en 1947, terminó consagrando el derecho al voto a todas las mujeres de Argentina.

De todas maneras la discusión se dio en diferentes ámbitos de la sociedad. Un registro de las posiciones sostenidas en nuestro medio, en aquel momento, está en la revista de Asociación Española de Socorros Mutuos de Villa María y Villa Nueva. Nos referimos a la edición impresa el 11 de octubre de 1932, dos meses luego de la referida votación en Diputados. En esa publicación se recoge la opinión acerca del voto femenino y el divorcio por parte de 16 mujeres de nuestro medio. Ciñéndonos a lo señalado acerca del voto femenino podemos ver que no todas estaban de acuerdo.

 

Cuestionar la

desigualdad

Para el análisis podemos usar la categoría de “relación jerárquica entre los sexos-géneros”, en directa alusión a aquellas asimetrías que suelen caracterizar las relaciones dominio-sumisión entre los varones y las mujeres, que devienen de representaciones jerarquizadas de poder organizadas a partir de un sistema de creencias que adjudican contenidos diferenciados de masculinidad y feminidad que, a su vez, estructuran esquemas de género desde los cuales se interpretan supuestos “deber ser” diferenciados.

Habilitar el voto femenino era poner en cuestión la jerarquización establecida en una organización social patriarcal, es decir de hegemonía masculina. En definitiva el planteo de igualdad en relación al voto, discutía la supremacía de los hombres sobre las mujeres. En el debate social se reflejaron diferentes posiciones, en algunos casos quienes opinaban no podían salirse de la lógica impuesta por la referida jerarquización, en tanto que en otros casos se entendía que no podía continuar la existencia de esa disminución de derechos para la mitad de los seres humanos. Incluso puede observarse a quienes, entendiendo lo razonable que resultaba que las mujeres pudieran votar a favor de los derechos políticos de las mujeres, igual trataban de no herir demasiado la supremacía masculina.

Entre las opiniones recabadas por la referida publicación local se encuentra la de Robertina Rivero, quien sostuvo que “al decir de un eminente escritor argentino, José Ingenieros, la perfección del hombre es obra suya, yo digo que las conquistas de la mujer en el terreno de sus derechos, es también obra de ella… sostengo que la mujer debe votar”. Es decir que no solo apoyaba el voto femenino, sino que planteaba a la mujer como protagonista de la conquista de derechos. Pero no todas las opiniones iban en el mismo sentido, es así que, por ejemplo, la docente y escritora Rosa Vázquez de Theaux no vio con mucha simpatía la posibilidad del voto femenino. Dijo que “solo al emitir el vocablo: voto, la mujer restase a sí misma, mucho de su exquisita feminidad”. Según esta opinión la igualdad de derechos rompía con el “deber ser” de la mujer.

En tanto la doctora Hortensia L. de Franco sostuvo que resultaba “muy justo que la mujer… tenga derecho a opinar sobre los hombres y las leyes cuyos actos de gobierno y sanciones han de alcanzarles…”, pero a la vez consideraba que solo debía producirse un avance moderado a partir del voto calificado. Su argumentación fue que “nuestra sociedad no está aún preparada para el amplio y libre ejercicio del voto femenino. En cambio hay una masa grande de mujeres, con títulos suficientes para pensar en los destinos del país”. Aquí aparece otro tipo de jerarquización, la de clase o sector social, pero sin desaparecer la de género. Esta última tiene una clara expresión en la opinión de Celina Esther Elordi de Barraza, quien afirmó que “…siendo divorcista, no veo una ventaja para nosotras en la sanción del voto a la mujer. Estaremos siempre sujetas a la impresión que nos transmita el marido, el padre o el hermano”. En este último caso no puede ponerse en dudas la aceptación de la supremacía masculina.

Por su parte, María Furió de Suárez aclaró que hablaba como “católica, como mujer y como madre” y dejó registro de su oposición al divorcio, pero también de su apoyo al voto femenino. Es así que declaró “no hay por qué oponerse a que la mujer argentina goce de los mismos derechos civiles que el hombre… La mujer, capaz de formar el corazón de sus hijos, los hombres de mañana, puede educarles con el ejemplo más alto de civismo… La mujer debe votar e ir a las cámaras a defender su dignidad, hoy que se halla amenazada por la sanción de la ley de divorcio, ley insólita…”. Otra opinión recogida es la de Amelia Marín quien manifestó: “Creo que el voto femenino beneficiará a la sociedad y que cuando la mujer llegue a ejercer dicho derecho se establecerá en la vida política una corriente de armonía y de paz, que no sabrá de mezquindades ni egoísmos; dada la condición de serenidad y de cordura que ha caracterizado siempre a la mujer argentina”.

Quienes también se manifestaron a favor del voto femenino fueron Esmeralda H. Baumman, Emilia Suárez, Leila H. Repetto, Nelly Wilde, María Sobral de Maciel y Aída Reyno. Entre todas ellas quizás se destaca la opinión de Esmeralda H. Baumman diciendo: “…el voto a la mujer es, en definitiva, la última etapa del reconocimiento que el hombre hace a la mujer de los derechos inalienables que como parte integrante del género humano le corresponde”. En tanto Teresa R. E. de Sobral, dio cuenta del reciente debate en la Cámara de Diputados de la Nación señalando que “en lo que se refiere al voto de la mujer soy partidaria en la forma que ha sido sancionado”.

Como se notará existían diferencias incluso entre aquellas mujeres que apoyaban la sanción de la ley del voto femenino, pues la cuestión no era tan sencilla como voto sí o voto no, en realidad se tensionaba la lógica de la supremacía masculina que organizaba gran parte de las prácticas socioculturales. De allí la virulencia de los sectores conservadores que, ese año, lograron parar el proyecto en la Cámara de Senadores. Pero las mujeres venían, desde hacía décadas, luchando por el derecho al voto y estaba decretada la muerte de la lógica que las excluía de la vida política. Era cuestión de continuar por esa senda y en algunos años más se produjo el avance.