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Croacia tiene aguante local

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Croacia tiene aguante local
Alberto cuenta que Croacia ha sido un país muy sufrido y espera que hoy sea campeón

Alberto Bejo, un conocido vecino de barrio Lamadrid, es de sangre croata y vive un momento especial en este Mundial. La historia de su padre lo llevó a sentir ese país como propio y tiene fe para celebrar hoy

Alberto tiene copias del papel que le firmaron a su papá Iván cuando llegó al país

Quizás muchos hoy enciendan la tele para ver el partido más importante del año sin camisetas puestas, más allá de alguna predilección futbolística.

Tras la eliminación de la selección argentina en el Mundial, el país fue perdiendo hinchas con la mirada en Rusia y algunos optaron por alentar al equipo que le produce más simpatía.

Sin embargo, en una vivienda de barrio Lamadrid, cerquita del club Alumni, hay un hombre que tiene su corazón sincero en una de las dos selecciones finalistas.

Se trata de Alberto Bejo, quien lleva la sangre argentina-croata desde su nacimiento y tiene a las dos banderas desplegadas en su vivienda, con orgullo.

Bejo es hijo de Ivan, un hombre que llegó a estas tierras en 1930, con apenas 16 años, escapándose de la guerra en Croacia.

Por entonces todo era muy confuso en Europa. Poco antes de la partida de Ivan, había sido asesinado el político croata más popular, Stjean Radic, en una Asamblea nacional que significó un quiebre en ese país, ya que luego tomó el mando el Rey Alejandro I, quien dominó la región bajo una dictadura hasta 1931, cuando resolvió gestar a Yugoslavia.

En ese lapso fue que Ivan tuvo que huir de la guerra porque querían obligarlo a ser soldado y matar a sus propios compatriotas.

“Como tenía 16 años, tuvo que irse acompañado de una mujer de 21”, cuenta Alberto, refiriéndose a su papá croata.

Don Ivan se radicó finalmente en Villa Nueva y trabajó en el campo formando una familia.

Su manera de ver las cosas y de vivir en Argentina lo hicieron sufrir bastante otra dictadura, la cívico-militar, entonces Ivan huyó también de su casa en 1978, junto a la hermana de Alberto, Edith, que había caído presa por sus inclinaciones políticas y partió al exterior para nunca más volver.

“Mi papá tuvo que pelearla mucho, incluso con el idioma porque muchos se le reían cuando intentaba hablar el castellano; entonces con el tiempo terminó hablando mejor que mucha gente, con un léxico amplio”, recuerda el vecino del barrio Lamadrid.

 

De aquí y allá

Alberto escuchó miles de historias de su padre y siente que esa cultura croata le quedó grabada para siempre. Incluso con el tiempo buscó a sus parientes en ese país y hoy sigue en contacto con primos hermanos y otros familiares directos que esperan ansiosos el partido de hoy.

“Resulta complicado por el idioma, pero con el tiempo fui aprendiendo”, explica.

También Alberto y sus dos hijas siguieron ligados a las comunidades croatas que existen en Córdoba.

“Como Croacia es una zona montañosa y pedregosa, tanto las piedras de la Cañada como las del Arco de Córdoba fueron trabajadas por los croatas que llegaron al país”, revela Bejo. Y agrega que “siempre fueron muy trabajadores”.

Si bien tiene siempre una mirada en sus ancestros croatas, Alberto es argentino de toda la vida.

En Villa Nueva estuvo radicado durante muchos años y llegó a ser candidato a concejal en 1983; y cuando se mudó a Villa María, llevó adelante una tradicional carnicería de “Villa Aurora” hasta que decidió quedarse tranquilo en su casa, disfrutando de sus descendientes.

Muchos lo conocen en las dos ciudades, aunque pocos tal vez conocen su historia croata ni saben que está pegado al televisor cada vez que juega el equipo de Dalic, así como lo hizo cuando jugaba el de Sampaoli.

“No me perdí ningún partido y destaco de la selección de Croacia esa actitud que tiene para revertir los partidos o ganar en el suplementario, hasta en los penales”, expresa Alberto.

“Esa actitud no la vi en la selección argentina, que se desmotivaba cada vez que le hacían un gol”, añade.

Más allá de esto, Alberto despliega prolijamente las banderas de ambos países en la puerta de su casa, ante la mirada casual de los vecinos que pasan.

“Acá ya muchos saben que soy descendiente de croatas; otros quizás no y se sorprenden, pero soy muy respetuoso”, expresa Bejo, quien mantuvo a rajatabla ese respeto absoluto cuando, precisamente, Croacia vapuleó al seleccionado celeste y blanco.

El hijo de Ivan ya sabe cómo va a formar el equipo, tiene preparado su lugar cómodo para ver el partido y no duda en decir que se tiene fe.

“Croacia ha sido un país muy pisoteado durante años, pero el croata es trabajador, así jugó este Mundial y no dudo que va a jugar con ese sacrificio también la final”, explica.

Como hombre mesurado, Bejo no tiene pensado hacer una revolución del festejo en caso que Croacia alcance la gloria máxima, aunque seguramente lo celebrará más que cualquier vecino.

Por lo menos lo vivirá distinto que su hermana Edith, que cuando se fue del país en el 78 siguió su vida y se convirtió en profesional bien lejos, formando familia… en Francia.