Escribe Normand Argarate
Especial para el Diario
En 1918 la ciudad de Córdoba vivió un acontecimiento singular: la Reforma Universitaria. Revuelta estudiantil que expandió en el continente latinoamericano, un deseo de emancipación. En el sopor de una clase aburrida comenzaron algunas bromas de estudiantes, cuenta Juan Filloy. Y en aquellos claustros monásticos de la Universidad de Córdoba, comenzó a crujir el fin de una época.
Recordemos que durante esos años, irrumpía con fuerza histórica el desarrollo del radicalismo, el surgimiento de Hipólito Yrigoyen, la “chusma” que adquiriría protagonismo político. En la ciudad de Córdoba en particular, ese aire democratizador tuvo particular revulsión en el pesado ambiente de la academia conventual y el gesto mínimo de una broma estudiantil creció hasta la toma misma del edificio, la intervención del Estado nacional, la modificación de su funcionamiento y contenidos, y una influencia intelectual en toda la educación latinoamericana. Ese momento histórico, cristaliza el quiebre de un modelo educativo, como bien dice uno de los propios reformistas, Enrique Barros al definir aquella casa de altos estudios como “una solterona colonial pavorosamente estéril”.
Hay que tener en cuenta además, que el año anterior se había producido la Revolución Rusa, lo que añade al aire de época, un sentido nuevo a la cultura de la humanidad. En ese escenario, precisamente en esa Córdoba movilizada por el impulso revolucionario, surge una figura satírica cuya historia, por desopilante parece inofensiva, pero cuyo mensaje, perdido en la caricatura planteaba utopías anarquistas. Ese personaje se llamó Enrique Badessich, el diputado Bromosódico.
Tucumano de origen, su familia lo trae de niño a Córdoba en 1898 para curarse del paludismo y allí se radican. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios y en el Colegio Salesiano. Más tarde quiso ingresar a la vida militar y, ante la negativa familiar, huyó del hogar hasta que su padre austríaco y su madre italiana accedieron a que entrara al Cuartel Batallón de Ingenieros, donde revistó en la Compañía de Telegrafistas. Luego renunciaría al ejército, pero seguiría trabajando como telegrafista en la Dársena Norte porteña, Formosa y las Islas Orcadas del Sur. En este último destino escribiría “Las pretensiones amorosas”, considerada en su momento como una obra pornográfica, por plasmar palabras como “La feble y fénix mujer, es el ser púdico privilegiado de la humanidad y es el más feraz, sutil y bello fruto birlibirloque que la naturaleza ha creado para que esotéricamente reine en el más maravilloso e ingente fanal de los orbes…. la fidrea de mi sostén mi futura calocéfala… Al caminar ha de avalar y sus pulidas, blanquecinas y semipálidas sonrosadas cirojas, han de tremular y su serálico telaje ha de reflejar el atractivo movimiento de sus delicadas y gimnásticas piernas y de sus finas, atrayentes y perfumadas carnes de sublime fémina harémnica.”
Badessich luego escribiría un extenso soneto “El ósculo del crepúsculo” publicadas con sentido del escándalo. En 1920 regresa a Córdoba, esa Córdoba aún en efervescencia por los días agitados del 18. Rápidamente entra en contacto con Deodoro Roca, el autor de “El manifiesto liminar”, el documento que sintetiza todo el movimiento estudiantil y hombre clave de la generación reformista. A su regreso realiza diversas ocupaciones fue librero, bolichero, baratijero y habitué de los círculos bohemios. Editó un periódico humorístico llamado El Arlequín y se hizo amigo de José Ingenieros entre otros intelectuales de la época. Ampliamente conocido en la noche cordobesa era el candidato ideal para encarnar una nueva aventura juvenil en un contexto de crisis. Una vez más recordemos lo que ocurría en esos convulsionados años. El Gobierno de Yrigoyen era denunciado por corrupción en la Aduana, arrastraba la matanza de la Semana Trágica y de la Patagonia, y la interna se acentuaba entre los radicales personalistas y antipersonalistas. El 2 de abril de aquel año se postulaba como sucesor de Yrigoyen al aristócrata y embajador en Francia Marcelo T. de Alvear y en Córdoba, la Unión Cívica Radical decide no presentar candidatos para gobernador ni para la renovación de la Legislatura provincial. Así, descontado el triunfo del conservador Partido Demócrata en ambos frentes, el interés comicial se redujo a la tercera diputación por la minoría, para la cual estalló un verdadero enjambre de aspirantes del más variado pelaje. En ese vacío político, en el cual podríamos leer muchas de las claves del devenir político cordobés, surge la idea de la sátira, la caricatura de la idea de representación política y un espacio público conmovido y movilizado por una propagación de la oratoria, la poesía vociferante de Enrique Badessich escribió un capítulo surrealista en la historia política de nuestro país. Fue así, que los estudiantes y jóvenes profesores de la Facultad de Medicina que cuatro años antes habían sido el germen de la Reforma Universitaria, junto al Hospital de Clínicas y el apoyo yrigoyenista crearían el Partido Bromosódico Independiente, y cuyo líder, sería el más estrafalario de todos, en la denuncia implícita de una estafa electoral.
Enrique Badessich tenía 26 años y fue proclamado candidato en la Confitería “Las Nubes”. Entre sus estrategias publicitarias incluyó su indumentaria de campaña: un traje prolijamente fabricado con papeles coloridos y botones de vidrio, corbata de cinta que se vanagloriaba era idéntica a la de Alexéi Maxímovich Pechkov Gorki-Máximo para nosotros, los amigos- agregaba con gesto soberbio. El imprescindible adminículo daba el toque distinguido a una impecable camisa blanca. Completaba su atuendo con un enorme sombrero negro de alas anchas que lo distinguía por donde iba. Se calcula que realizó cerca de 300 discursos, en los que proponía: “El amor libre, la separación de la Iglesia y el Estado, la supresión del Ejército por antisocial y anacrónico, el acortamiento de los hábitos sacerdotales para, con la tela economizada, hacer ropa para los chicos pobres, la eliminación de las esquinas para evitar los choques, la implantación de la República cordobesa con representantes confidenciales ante los países de Europa y América, Argentina incluida.”
El día de las elecciones marcado por una gran apatía general, apenas 6.761 de los 31.485 votantes de la “Docta” acudieron a las urnas. El 10 de abril, ya conocida la amplia victoria de Alvear a nivel nacional, el recuento de la Junta Escrutadora confirmó como ganadores por la mayoría a los conservadores Granillo Barros y Manuel Paz. Pero por la minoría, el vencedor fue Badessich, quien en vibrante definición terminó aventajando al católico tradicionalista Manuel Maciel por apenas 22 sufragios (716 contra 694). Cuando el líder Bromosódico se presentó a asumir la banca que le correspondía, la mayoría conservadora rechazó su elección, argumentando que “es una persona notoriamente incapacitada para ejercer como legislador”. Días antes del escrutinio, para evitar ser detenido, se había atrincherado en la Legislatura, donde solo se alimentó con pan y salame. Lo que fue un episodio local luego adquirió relevancia nacional. “La Voz del Interior” asumió la defensa y reclamo de Badessich quien según el diario hacía “cátedra y escuela con el sainete cómico”, desde las páginas de prensa se señalaba que había rescatado “reformas sociales voceadas con anterioridad por el pueblo”, y que además tenía “más títulos que toda la cámara junta para ocupar su banca”. Mientras que desde Buenos Aires se descalificaba la elección de Badessich como “una adhesión espontánea general a la broma” que se prolongó “hasta el propio acto comicial, sin detenerse a pensar mucho en la trascendencia del asunto”. Ante la situación, viajó a Buenos Aires, donde intentó infructuosamente que el Congreso Nacional o el presidente Hipólito Yrigoyen intervinieran la provincia de Córdoba, a fin de obligar a la Legislatura a aceptar su diploma de legislador. No tuvo éxito, pero aprovechó su estadía en la capital para pronunciar conferencias sobre cubismo y amor libre. Luego se radicó en Rosario, donde se afilió a la Unión Cívica Radical Antipersonalista, publicó al menos dos periódicos, El Quijote e Yrigoyen; incorporado al radicalismo oficialista, propugnó la elección presidencial de Yrigoyen en 1928, asignándose parte del mérito de su elección. El periódico dejó de aparecer poco después de la asunción presidencial de Yrigoyen. Posteriormente radicado en Paraná, editó un periódico en que llamó al asesinato del dictador José Félix Uriburu, por lo que fue arrestado. Tras ser puesto en libertad por un juez que lo consideró insano. Reapareció en Buenos Aires el 15 de octubre de 1945, solicitando en el juzgado del juez Horacio Fox el hábeas corpus a favor del coronel Juan Perón, detenido por esos días, lo cual perjudicó judicialmente al detenido. En 1950 fue imputado en un juicio por especulación con cemento Portland, y más tarde en otras causas de estafa; en todas fue sobreseído, por distintas razones y paulatinamente caería en el olvido. El 8 de agosto de 1961, Badessich murió en Buenos Aires sin que nadie reclamara su cuerpo ni dijera casi una palabra de recuerdo para su extraña travesía.
El dandy ideológico que caricaturizaría el sistema político, el orador encendido que bajo el tono del profetismo romántico, denunciaba la falsedad y la impostura del orden conservador, se disolvería en su propio gesto de desparpajo.