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«El aumento del delito tiene que ver con la falta de expectativas»

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«El aumento del delito tiene que ver con la falta de expectativas»

MANO A MANO con Eduardo “Tati” Rodríguez

Nació en Córdoba el 16 de septiembre de 1971. Abogado. Casado, tres hijos. En 1973 su familia se radicó en Villa María. Al lado de su padre comenzó a militar en las filas del peronismo. Fue procurador de la Municipalidad a partir de 1999. Fue asesor del bloque justicialista y del Instituto Municipal de la Vivienda de 2003 a 2007. Estuvo ternado para ser juez Federal de Bell Ville. Es conjuez de la Cámara Federal de Apelaciones de la Provincia. Es asesor letrado adjunto del municipio

Escribe Nancy Musa
De nuestra Redacción

Polémico, sociable, muy independiente y fanático de Racing. Es un apasionado de la profesión que eligió, le encanta participar de distintas actividades y su sentido del humor le permite hacer frente a las situaciones difíciles. Tati Rodríguez se emociona cuando recuerda a su padre Lalo, habla con orgullo de su familia y espera que los más privilegiados tiendan su mano a los que menos tienen.

Un par de mates acompañaron la extensa charla sobre la Justicia, la política y sus recuerdos más preciados

¿Qué análisis hace del rol  que cumple la Justicia en este momento?
-Diferenciaría la Justicia de Comodoro Py de Capital con la Justicia del interior. Creo que la Justicia a nivel nacional está jugando un partido, más allá de su actividad,  con efectos sobre otras áreas de Gobierno. Partimos de que la Justicia es uno de los tres pilares de la República. Situación que en el interior no se refleja de esa manera, pero sí te diría que en el interior, sobre todo en el interior del interior, las justicias provinciales han sido olvidadas.

Han sido olvidadas en los presupuestos, olvidadas en la consideración, olvidadas en el personal, en los salarios, está en una situación que le permite mantenerse en pie porque todavía hay gente ocupando cargos importantes que tiene vocación de trabajar por la justicia.

¿Cuáles son las necesidades, de acuerdo a su visión?
-Necesita un recambio, tecnificarse, aire nuevo, y creo que necesita permitirle a quienes ocupan los cargos jerárquicos tener la posibilidad de contar con mayores medios para estudiar más en profundidad las causas que les toca juzgar y no tener que resolver todo de un día para el otro, tratando de calmar esa necesidad que tiene la gente de una justicia rápida, que muchas veces por ser rápida no es justa.

Hace años que se está hablando de la ciudad judicial, se ha reflotado nuevamente el tema ¿se puede llegar a concretar en un plazo más o menos breve?
-Creo que la situación está encaminada por dos razones, en primer lugar por la situación en que está la Justicia de Villa María que la solución no es solamente un edificio, por más que tengamos un edificio nuevo, que hace falta, si no se hacen algunos otros retoques vamos a tener una hermosa carcaza, pero vacía por dentro.

Creo que se puede llegar a concretar porque tenemos un intendente que está abocado al tema, conoce la problemática, es abogado, y está encaminado a tratar de lograrlo en esta gestión o en la que viene.

La ciudad ha crecido en los últimos años, ¿cómo influye en la tarea judicial?
-La Justicia de Villa María hoy está en condiciones de ejercer una función correcta para una ciudad de 45 o 50 mil habitantes, hoy tenemos el doble. No quiere decir que haga falta el doble de juzgados, fiscalías o cámaras, pero a esta altura Villa María es merecedora de tener una fiscalía de delitos complejos que no la tiene.

Creo que es hora que la ciudad con su crecimiento demográfico tenga esa especialización a la hora de investigar, lo mismo con los juzgados civiles, ya tendría que tener otro juzgado en quiebras y  otro de conciliación.

¿El crecimiento del delito a qué lo atribuye?
-Atribuir el delito a una situación de pobreza o de desempleo, desde mi punto de vista, es una falacia. No porque haya más pobres o porque haya menos trabajo va a haber más gente que salga a robar.

El delito se emparenta más con el robo, como delito típico, y no con otros delitos, que por ahí no salen a la luz, como las estafas, las quiebras fraudulentas, la evasión impositiva, todo ese tipo de delitos que por ahí no tienen la espectacularidad que tiene un robo, donde la Policía persigue al ladrón y lo agarra.

Creo que lo que a la gente la lleva a delinquir es que no ve, para adelante, un futuro de otra forma.

No es algo ligado directamente a la pobreza y a la marginalidad, tiene que ver con la falta de expectativas. Y este aumento del delito, que es cierto, tiene que ver con la gente joven.

¿Bajó el promedio de edad en este sentido?
-El promedio de la edad carcelaria ha bajado terriblemente, no te lo puedo decir con un dato estadístico fidedigno, pero sí lo veo todos los días en el ejercicio de mi profesión.

Antes el promedio de edad de los detenidos era 40, 45, 50 años, hoy entre 18 y 30 años tenés el 70% de los detenidos, son pibes que no han visto un futuro cercano medianamente placentero.

No digo hacerse millonarios, en ese no ver la luz al final del pasillo que te permita pensar que vas a poder formar una familia, con esfuerzo tener tu casa, criar los hijos surge esto de “mi vida no vale nada y tampoco vale la del otro”. Y si no vale la vida del otro, menos vale su auto, su moto o su celular.

Es un conglomerado de situaciones que llevan a una persona a delinquir, pero la que más influye es no ver un futuro medianamente acorde a las expectativas de cada uno. Y  no hablo de un futuro de riquezas, hablo de satisfacer las necesidades básicas con un trabajo digno.

¿Qué errores políticos se cometieron para que tantas personas queden marginadas del sistema?
-(Pausa). Creo que los grandes errores de la política, y a nivel mundial, porque nosotros estamos inmersos en el mundo y no estamos ajenos de esto.

Creo que por ahí la necesidad de mantenerse en el poder lleva a soluciones inmediatas que atacan las consecuencias y no hay un plan de largo plazo que ataque la causa.

Volviendo al tema de la delincuencia, no lo soluciono con más cárceles, lo soluciono con más escuelas, lo soluciono con más trabajo, con más oportunidades, ayudándolos a leer.

Hay una escalerita, vez pasada lo hablamos con un sacerdote amigo. Si el pibe ve que el papá no trabaja es muy posible que vea que lo normal es no trabajar. Ahora, tampoco ese pibe puede aprender Matemáticas con la panza vacía.

Si el papá se lo da robando, el pibe va a llegar a una conclusión errónea. Si el papá se lo da con el fruto del trabajo al pedazo de pan, el pibe va a tener un modelo a seguir.

¿Cuál fue el caso más complicado que tuvo en su vida jurídica, de defensor?
-Desde lo jurídico te diría que fue la acusación de homicidio a Andrea Testa por haber abandonado a su bebé en una banquina. Y buscando, buscando, encontré de un informe en el expediente que decía que la forma de haber cortado el cordón umbilical de esa criatura indicaba un viejo método usado por las antiguas enfermeras y parteras que ya no se usaba, pero que era un método que se enseñaba antiguamente en los hospitales.

Eso me permitió concluir, y el Tribunal concluyó en lo mismo, que ese bebé no había sido tenido por su mamá y tirado a la banquina, sino que había intervenido un tercero o una tercera con conocimientos básicos en partos caseros.

Eso permitió demostrar que no fue la mamá la que había matado a su hijo. Y significó que Andrea Testa, que estuvo detenida en todo su proceso, fuera declarada  inocente.

Yo tenía su versión de los hechos, que obviamente no puedo revelar, pero me hubiera afectado toda mi vida no haber logrado que esa mamá no fuera acusada de un delito que no cometió y de algo tan grave como es matar a un hijo.

Desde lo jurídico fue un juicio complicado que me permitió encontrar en un rinconcito del expediente esta situación.

Y desde lo espiritual, el más complicado fue el juicio de mi amigo el Lagarto Miranda. Me costó asumir la condena, prácticamente la sufrimos juntos.

¿Se compromete emocionalmente el abogado con su cliente?
-No es lo recomendable, pero a veces pasa.  Porque a diferencia del resto de los actores de la Justicia, el fiscal lo ve dos veces, la Cámara lo ve un rato durante el juicio,  en cambio el abogado durante seis meses, un año o tres o lo que fuere está en contacto permanente.

Y si hay algo  que por ahí te lleva a subjetivizarte en la causa, más allá que sea culpable o inocente el detenido, es lo que vive la familia. Lo que vive la familia del preso es inhumano, el trato, la angustia. Y llega el momento en que te parte al medio, te toca.

¿En el caso del juez es muy pesada la carga que se siente para poder dictar una sentencia justa?
-El juez, quizás el sistema lo tiene preparado para no subjetivizarse con la causa, por eso quizás lo ve tan poco al acusado y ve mucho más los papeles. Por eso el proceso oral es tan importante, porque escuchás todas las partes, los que acusan, los que defienden y después te encerrás con el expediente a resolver lo que vos creés justo.

Lo peligroso de juzgar es hacerlo con duda. Y no todos los jueces tienen los pantalones puestos para decir “yo dudo” y este tipo se va a su casa por el beneficio de la duda.

Hay muchos que tienen dudas, pero igual condenan y dejan que resuelva un tribunal superior.

Hoy hay una sed de justicia mal entendida, porque pretenden que la Justicia reconozca los derechos de una parte de forma tan exagerada que termina negando los derechos de la otra.

Entonces, la Justicia debe poner al equilibrio y cuando el juez empieza a fallar por temor a la tapa de un diario, por temor a un comentario en el Facebook, ahí está lo complicado.

¿En el caso de las denuncias políticas es más complejo todavía, por la condena social previa?
-Si la Justicia no estuviese politizada, las denuncias políticas no existirían. Si yo le llevo a un juez una denuncia de corrupción falsa, sin sustento y el juez actúa conforme a derecho, se da cuenta que lo que hice es una falacia, una mentira, que lo único que buscaba era una tapa de un diario para descalificar a mi opositor, la tengo que archivar y traerte por falsa denuncia.

Ahora si te sigo el juego es porque politicé mi actividad judicial. No digo que no hay que denunciar los hechos de corrupción, no digo que no haya que investigar y condenar a los culpables.

Pero cuando hay una denuncia que tiene efectos colaterales, por desprestigiar a una persona, porque te das cuenta que ataca al futuro candidato o al actual funcionario y te das cuenta que está flojita en prueba, si seguís el jueguito que te plantea el denunciante es porque has politizado tu actividad.

Y eso como magistrado no lo tendrías que hacer.

¿Por qué se inclinó por la Abogacía?
-(Sonríe). Hice la secundaria en el Técnico Lácteo, considero que fui un buen alumno, no solo en el conocimiento, sino que participaba de las actividades del colegio, organizaba campamentos, en el campeonato de bolitas me anotaba (risas), y quería ser ingeniero químico.

Y hasta la mitad de sexto año quería ser ingeniero químico, soñaba con inventar un quitamanchas para regalarlo a la gente, una forma de fabricar quesos para bajar los costos, y me encuentro con una materia que me parece que era Instrucción Cívica y veíamos mucho de historia argentina.

Tenía como profesor un abogado que ya falleció, el Bambino Brondello que jugábamos al tenis juntos. Y en un rato nos ponemos a charlar y me hizo la distinción entre la profesión laboral y trabajar en relación de dependencia y eso me inclinó para estudiar Abogacía.

Si un día te querés quedar a dormir hasta las 11, no vas a ganar un peso, pero nadie te va a retar (risas).

Un pasaporte a la autonomía en la vida…
-Básicamente eso. Muchos creen que estudié Abogacía porque mi papá era abogado. Pero no, fue por eso. Y hoy no me imagino en una relación de dependencia, quizás porque la sangre tanto de los Méndez como de los Rodríguez intervino en esa decisión.

Vengo con antecedentes revolucionarios buenos (risas), de ser quien tira del carro y no ir en el carro esperando que otros lo tiren.

No creo que en una relación de dependencia hubiera sido feliz.

De cualquier forma los caminos lo llevaron a la política y a una dedicación de muchas horas.
-Sí, pero sarna con gusto no pica (risas).

¿Qué primeros recuerdos tiene de su andar al lado de su papá, un conocido dirigente peronista de los años 70?
-Te diría dos. Quedarme parado en la puerta del José Ingenieros, con mi hermana, porque mi viejo no nos pasó a buscar porque tenía una reunión en el PJ o en Alumni (risas) o cuando se acordaba de pasarnos a buscar, almorzar y hacer los deberes en las mesas del Club Alumni donde nos hacía la comida el Gallego González que era el bufetero o el Negro Fratondi.

Más de una vez hice las tareas en las mesas del Club Alumni.

¿Cuándo llegaron de Córdoba a Villa María, dónde fueron a vivir, en qué barrio?
-Recuerdo que vinimos a vivir a la casa de mi abuelo. Mi papá todavía no se había recibido, mi viejo estudió cuatro años de Ingeniería Civil, ahí decidió que no era su carrera, rindió todas las materias y empezó a estudiar Abogacía.

Cuando nos vinimos a vivir a Villa María mi viejo todavía no era abogado, mi mamá Patricia Méndez estudió el profesorado de Inglés,  es profesora de inglés. Tengo hermosos recuerdos de la familia de mi mamá.

Y me acuerdo que éramos chiquitos en 9 de Julio 162, una casa antigua, todas las habitaciones daban al patio y nosotros en una pieza al fondo.

¿Vivían con los abuelos?
-Sí, con los abuelos paternos. Mi papá además de estudiar siempre fue un iniciador de proyectos, tenía una pinturería, después cuando se acomodó un poco pudimos alquilar y nos fuimos a vivir en un pasillo al lado del Club Sparta. Había unos departamentos y recuerdo que vimos desde la terraza de esos departamentos a las Trillizas de Oro que habían venido al Sparta (risas).

Y de ese departamento lo levantaron los milicos a mi viejo (se emociona).

¿El mismo día del golpe?
-Sí. El 24 de Marzo de 1976 a la mañana. Me acuerdo de las botas en el pasillo (muy emocionado) y no me pone mal lo que le pasó porque felizmente lo devolvieron. Pero por ahí me pongo a pensar la mala suerte que tuvieron algunos de sus amigos y es un tema que mi viejo nunca quiso hablar conmigo, jamás. Jamás.

¿Usted era muy pequeño, tenía 5 años?
-Sí, y él nunca quiso hablar de eso. No sé qué le pasó en esos días que estuvo detenido, fueron pocos en comparación con otros compañeros, pero nunca lo habló y se fue y no lo supe.

Pienso que no debe haber sido bueno, pero la alegría de haberlo tenido de nuevo la experimenté de grande. Tengo recuerdos vagos, militares en casa, mucho tiempo en la casa de mi abuela con las mentiras de rigor “papá ya viene, se fue de viaje”.

Cuando recuperó la libertad nos fuimos un tiempo a vivir a las sierras, en una casa que la familia tenía en Anisacate.

¿Empezó a militar en la política al lado de su papá?
-Sí, con el regreso de la democracia. Fue de meterete, mi viejo hacía las reuniones en casa, venían Lalo Tanús, Carlos Durán, por ahí Alcides Demarchi, entre otros. Recuerdo que por ser el meterete me decían “Tati revolvé el engrudo” (risas), porque se calentaba el engrudo, consiguieron un mechero, una olla, todo muy artesanal, no había cola vinílica como ahora.

Desarmar el escobillón para poner el engrudo en las paredes y lo hacíamos con hijos de los que he nombrado, lo empezamos a tomar como un divertimento.

No es que a los 12 años empecé a militar en forma consciente, pero sí empecé a escuchar hablar del peronismo.

En los primeros meses de sexto grado, cuando se empezó a hablar de elecciones, nos juntábamos para algún cumpleaños y  los partidos de fútbol eran peronistas contra radicales (risas). Por lo que hablaban nuestros viejos.

Y me acuerdo Santiaguito Aburrá,  los mellizos Vasallo, el Tato Ingaramo éramos del equipo peronista y los Rizzi, los Bertone, el Ale Andreotti eran de los radicales. Después algunos nunca más se metieron en política y algunos seguimos metidos en el tema.

En ese momento era parte de un juego.

¿En su familia estaban divididas las aguas o eran todos del mismo signo político?
-No, había un varieté bastante importante (risas). Mirá, toda la familia de mi papá, todos los Rodríguez son de Independiente. El único de Racing era mi papá. En la familia de mamá eran radicales, mi abuelo materno Francisco Méndez fue inspector general, que en ese momento era lo que hoy es el secretario de Gobierno, de Salomón Deiver.

Cuando le da el sol al portón de la vieja cuadra de la panadería se alcanza a ver Deiver, intendente, pintado en aquella campaña.

Varias de las reuniones políticas de Deiver se hicieron en la panadería de mi abuelo, en Belgrano y Corrientes. Hace poco hurgando fotos, mi mamá las encontró, estaba mi abuelo con dos amigos, uno era chofer de la Municipalidad y se sacaron una foto con el camión donde traían al león Carlón. Mi abuelo lo fue a buscar.

¿Su abuelo le contaba esas historias de su vida?
-No, no hablábamos de política, mi abuelo Méndez conmigo fue muy compinche. De hecho cuando volví de estudiar en Córdoba me fui a vivir con mi abuelo. Había fallecido, recientemente, mi abuela, y estaba solo. Era un pingazo. Me disfrutó y lo disfruté de otra manera, fui su primer nieto varón durante mucho tiempo, me llevaba a pescar, un maestro.

Y fue uno de los fundadores de Alumni con Bautista Gianinetto, Jeromito Sosa, Atilio Trevisán, entre otros.

Mi abuelo Méndez era fanático de Racing, cuatro hijas mujeres y las cuatro le trajeron yernos hinchas de Racing (risas). Parecía como si fuera una condición.

Entonces se los venían a presentar a mi abuelo y les preguntaba ¿de qué cuadro eran? Y ahí nomás los llevaba a comer un asado.

¿Y su abuelo paterno?
-Un tipo justo, recto y de gran corazón y no era peronista (sonríe). No lo disfruté mucho, lo disfrutaron más mis primos.

¿Tiene alguna anécdota de su militancia teniendo ya el carné de conducir para llevar votantes?
-Sí, me acuerdo un Peugeot 504 que tenía mi viejo en 1989, mi papá había hecho una muy buena relación con Carlos Menem. Dos anécdotas sobre ese auto. En las elecciones del 89 no había la tecnología de hoy, ni boca de urna, tres votos eran una fortuna. Me mandan a buscar a una gente a la salida de la calle Buenos Aires, llovía ese día, y me quedé empantanado con la gente arriba. Así que llegamos a votar sobre la hora, creo que no lo votaron a Menem por lo que los hice sufrir. Tuvieron que bajar, ayudarme a empujar el auto, se embarraron ellos porque yo estaba arriba (risas), creo que llevé tres votos que no fueron para el peronismo, después de todo lo que pasaron.

¿Y la otra anécdota del auto?
-Ese auto era modelo 1987, en el 89 estaba nuevo, mi viejo a ese auto nunca lo quiso vender, todavía lo tenemos, porque en ese auto hacía los recorridos y lo había llevado a Menem no sé a cuántos lados.

Y en 2003, cuando Menem va a las elecciones, se acordaba de ese auto, le preguntó si todavía tenía el Peugeot azul. Le dijo que sí y le pidió que lo llevara a dar una vuelta que “era el de la cábala”.

Estaba destruido el auto, no le subían los vidrios, no le andaba una luz, pero dieron una vueltita (risas).

Ahí me tocó estar, también, al lado del viejo. Creo que me tocó vivir los dos momentos, cuando al peronismo le tocó ser oposición (en la ciudad) y nos desangrábamos en las internas y me tocó participar en política con el peronismo en el gobierno a partir de 1999.

Tengo las dos visiones, el del peronismo opositor y el de este peronismo que creo que transformó la ciudad como nunca.

¿Qué análisis hace de la economía actual y qué expectativas tiene?
-Analizar la economía actual es como decir qué pez te gusta mirando una pecera que está a borbotones llena de peces. La veo inestable, me parece que van poniendo parches, atacando consecuencias en vez de causas.

Y todos esos parches y esas consecuencias recaen fundamentalmente en el asalariado. Pero también ese asalariado traslada su malestar o su mal pasar a quienes trabajan por cuenta propia.

Hoy, los asalariados que se ven afectados por la inflación deben reducir el consumo. En la mayoría de los países con economía sólida, el consumo interno sostiene la economía.

Acá hemos afectado el consumo para, con una situación de tasas y de inversiones financieras favorables a muy pocos,  lograr un beneficio en perjuicio del resto.

Me parece que están intentando tapar el sol con una moneda y tarde o temprano el sol la va a superar a la moneda si no se toman medidas para,  que quien la soporta que es la clase media y la trabajadora, tenga un respiro.

El pueblo argentino está dispuesto a hacer un sacrificio, pero ese sacrificio no le puede costar el plato de fideos, el pan, morirse de frío a pesar de tener calefactor, o no poder comer un asado el fin de semana con los amigos o la familia.

Es muy difícil pedirle esfuerzo a la gente cuando no llega a fin de mes, o sobran días o falta salario.

¿Esta etapa de recesión o estanflación perjudica notablemente a los municipios?
-Obvio. Dos ejemplos, hay un tributo que es la tasa de servicio al comercio que es un porcentaje de las ventas de los comerciantes. Si deja de haber movimiento comercial, dejan de ingresar esos fondos. Cuando la gente no llega a fin de mes, lo primero que deja de pagar son los impuestos que no traen aparejado un servicio que se corte.

Esto de pedir que en las boletas de los servicios no estén los tributos es justo, pero está relacionado con disimular un aumento de las tarifas que no sé si correspondía o no, algunos dicen que era importante para la inversión, pero tampoco veo que se estén construyendo torres eléctricas por todos lados.

Creo que esta situación ha quebrado la solidaridad social que debe tener una sociedad justa donde los que más tienen ayuden a los que menos tienen.

Hace poco hicieron una denuncia contra el intendente y la secretaria de Economía por un supuesto desvío de fondos para viviendas ¿tiene algún asidero?
-Ni jurídico, ni contable. Ningún asidero. Hemos revisado, nos hemos visto obligado a revisar hacia atrás para poder contestar esta falsa denuncia. No se desvió un solo peso, por eso la respuesta personal de Daniela Lucarelli, a quien acompaño asesorándola y como funcionario, fue inmediata.

Pusimos todo a disposición rápidamente porque no había nada que esconder.

En su momento usted dijo que le gustaría saber quiénes fueron los autores intelectuales de la denuncia ¿existe posibilidad de averiguarlo?
-Es una función que le toca cumplir a la Justicia. Si hay formas de averiguarlo o no,  lo va a decir al final de la investigación, sí hay medios para iniciar esa investigación, el resultado se verá al final, pero sí,  hay medios para tratar de dilucidar quién ha sido el autor intelectual.

Tati, sé que no es adivino, pero ¿qué futuro le ve al peronismo?
-(Sonríe). El peronismo está en una revuelta interna donde todo el mundo dice que no tiene candidatos y yo digo que tiene un montón de candidatos. Hay tipos de 75 años que te dicen en la televisión “el peronismo tiene que renovarse”, pero ellos no están dispuestos a irse a la fila de atrás.

La vieja generación de peronistas, no digo que haya que tirarla al olvido, pero tienen que ser ese Consejo de Ancianos que tuvieron todas las tribus. Que se porten como Consejo de Ancianos y dejen que los jóvenes guerreros vayan al frente, como ocurrió en tribus milenarias que persistieron años y después fueron evolucionando y somos la sociedad que somos.

Hoy el peronismo tiene una camada de dirigentes entre 35, 40, 50 años que son los que van a hacer que el peronismo subsista, siga y vuelva a gobernar.

Siempre fue asesor ¿le gustaría ser candidato a legislador, a intendente?
-(Sonríe). Tengo una impronta y un carácter que por ahí no me permite ser la cabeza o la punta de la lanza. No me siento en condiciones de ser Don Quijote, pero sí puedo ser su fiel escudero.

Lo que sí, lo que tenga que hacer lo voy a hacer con ganas, pero no lo voy a decidir yo, lo decidirá el espacio que compartimos con Martín y otros compañeros, qué rol nos puede tocar.

Ahora, el día que no me guste más la política, renuncio y me vuelvo a trabajar de abogado que es lo que más me apasiona.

¿Va a ir por la reelección Martín Gill?
-Sí, va ir por la reelección y estoy convencido que es lo mejor que nos puede pasar. Conozco sus ideas, su forma de ser, su pensamiento sobre la política, su capacidad de gestión. Nos ha tocado una administración sin mayores aportes, a pesar de la crisis que existe a nivel general en Villa María no se siente tanto. No digo que no hay, pero se siente menos.

Porque su misión para apoyar a los que menos tienen, a los que quieren emprender, y a toda la sociedad, es de todos los días.

Es el mejor candidato para continuar esta  gestión.

¿Cuál es su sueño?
-(Pausa). Que el mundo pudiera vivir más tranquilo, así cuando llegamos a casa podemos disfrutar de ese momento, que podamos tener en todos los hogares del mundo nuestro rinconcito de paz, el lugar que nos llena el alma para salir al otro día. Es mi sueño y en mi caso lo he cumplido.



Mauricio Macri

Creo que confundió el país con una de sus empresas en la toma de decisiones. Manejar una empresa por ahí significa tener despidos e indemnizarlos, pero manejar un país puede generar que un error, políticamente incorrecto, nos lleve a un atraso de años.

Juan Schiaretti
Me parece que es un político correcto, un buen administrador, con errores y aciertos como todos, pero en la balanza con más aciertos que errores.

Martín Gill
Martín tiene una visión de la política y de la forma de llevar a cabo sus acciones que la comparto totalmente. Impregnadas de solidaridad, impregnadas de amor al prójimo y te diría que con la necesidad no juega. Trata de solucionarla y creo que es merecedor de tener un período más como intendente.



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Cuando por la generalización de un comentario, terminamos cayendo en la volteada. Que se tenga tanta comida y haya tantos pibes que no tienen con qué llenar la panza.

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El prejuicio que la gente tiene y encasilla a una persona por su apariencia o su condición social.