KARATE – El deporte villamariense está de duelo
Querido y respetado por todos, el karateca local deja un enorme legado en centenares de personas que fueron alumnas a lo largo de más de cuatro décadas
Villa María amaneció ayer con la triste noticia del fallecimiento de José Caminos, docente e instructor de karate, a punto de convertirse en un ícono de este arte marcial.
El sensei, que era noveno dan de la Escuela Miyazato, murió en las primeras horas del día, debido a una enfermedad que le descubrieron un par de meses antes y que no pudo superar.
Considerado un ícono de las artes marciales de la región, especialmente del karate, el sensei tenía 69 años y era villamariense por “adopción”.
Llegó al karate en un momento especial de su vida y este arte lo transformó y le indicó un sendero que transitó durante medio siglo. Los primeros cinco años como alumno y luego se dedicó a la enseñanza y a su difusión. Lejos del vedetismo y sin ánimos de figurar, José se convirtió en un símbolo de esta disciplina.
Había nacido en Córdoba el 30 de abril de 1949, pero siendo muy joven, en 1973, el sensei Shoei Miyazato (su maestro y casi un padre para él) le encomendó la tarea de abrir una escuela de karate en Villa María.
Hasta aquí llegó y el 5 de agosto de ese año abrió el primer dojo de karate que tuvo la ciudad. Casi al mismo tiempo conoció a Elisa, quien sería la compañera de toda su vida, con la que se casó a fines de 1974 y tuvo una hija (Helga), que a su vez le dio dos nietos.
El karate
Varias veces contó que con el karate “se encontraron”, en un momento difícil de su vida, ya que hacía dos meses había fallecido su padre y se había quedado a cargo de su familia. Los amigos le sugirieron empezar karate y fue a ver a Shoei Miyazato, que se convirtió en sensei, el hombre que introdujo el karate en nuestro país.
Era “apenas” cinturón marrón cuando llegó a esta ciudad en 1973, y en septiembre de 2014 fue ascendido a noveno dan, convirtiéndose en uno de los pocos difusores del arte marcial del mundo (a nivel de Escuela Miyazato) en llegar a tal alto rango.
En 1973 se instaló en nuestra ciudad y con su dojo deambuló por distintos espacios. El primero funcionó en un local de la calle Santa Fe (donde hasta hace unos años hubo un bowling). De ahí pasó al Club Central Argentino, luego por la calle Jujuy y Chile, hasta llegar a la esquina de Corrientes y Carlos Pellegrini (frente al Salón de los Deportes), convirtiendo esa esquina en un emblema.
Desde hace varios años instaló su dojo en su propio espacio, en calle Juan Müller 740, a metros de la ex-Escuela del Trabajo. Por todo esto, José Caminos se transformó en un pionero y en el padre del karate villamariense.
Fue profesor y licenciado en Educación Física y se había jubilado hace pocos años, luego de varias décadas de dar clases en el Instituto San Antonio de esta ciudad (donde también fue preceptor). Con el karate fue profesor también en un taller de actividades de integración cultural para alumnos secundarios, en el Instituto Rivadavia.
Si algo lo caracterizó a José fue ser portador de un carácter muy especial, amable, tranquilo y siempre dispuesto a dialogar con todos los que se le acercaran. Una persona sincera y generosa, noble y humilde. De perfil bajo, hizo del karate su vida y además una forma de vida.
Caminos, en una entrevista publicada en EL DIARIO en 2004, sintetizó: “El karate se refiere estrictamente al movimiento; el do es la filosofía. Como dice siempre Miyazato, mi sensei: es como un durazno, el movimiento es la pulpa y lo otro es el carozo. Con los años, el cuerpo se va deteriorando, se va haciendo menos flexible y la capacidad de movimiento se limita, y si no queda el do, es decir, la esencia, no queda nada”.
En cada encuentro, en cada charla, José dejó en claro que detrás del karateca estaba un hombre cotidiano simple, que no perdía ocasión para compartir un asado con sus alumnos, como ocurría frecuentemente en su dojo, y siempre difundiendo el karate, como un verdadero arte de la defensa, pero también su filosofía y su esencia.
Era exigente y predicaba con el ejemplo: era puntual y llegaba siempre antes que sus alumnos para preparar el dojo para cada clase.
Con el karate también recorrió varios países, estuvo varias veces en Chile, también en Brasil y en septiembre del año pasado viajó a Okinawa (considerada la cuna del karate) y a Tokio (Japón), donde vivió una experiencia inolvidable junto a un grupo de alumnos.
Su mejor legado fue convertir en personas de bien a sus alumnos, transmitiendo su sabiduría y su autodisciplina, como así también el respeto y su serenidad. El karate le dio todo en su vida y él le retribuyó de igual manera, entregando todas sus energías para difundirlo cada día, tal como se lo enseñó Miyazato.
También el handball
Lo apasionaba ver todos los deportes, pero con uno particularmente tuvo un trato especial y dejó una huella: el handball.
Caminos fue uno de los entrenadores que junto a los hermanos Diego y Mauro Stevenot y Eduardo Angel Villegas conformaron la Liga Colegial de Handball a fines de los años 90. A fines de esa década, José Caminos y un grupo de jugadoras tuvieron además la experiencia de competir en forma federada en Córdoba, siendo el primer equipo de ese nivel que tuvo la ciudad.
Este quizás sea un aspecto desconocido, pero es justo destacar su aporte para el crecimiento de este deporte en la ciudad.
Hoy lo sepultan
Los restos de José Caminos son velados en el mismo dojo que lo tuvo como instructor, en calle Müller de nuestra ciudad. Ayer hubo expresiones de distintos sectores del deporte local y karatecas de diferentes puntos del país llegaron a la ciudad para rendirle el homenaje póstumo.
Hoy a las 10, sus restos serán sepultados en el cementerio parque La Naturaleza, en Villa Nueva, aunque previamente habrá una misa en la capilla del Instituto San Antonio.