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La sede comunal que no fue

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La sede comunal que no fue
En el plano puede apreciarse cómo se vería el frente de la sede municipal, si se la viera del emplazamiento que tiene actualmente el Club Sarmiento, sobre calle Buenos Aires (el edificio ocupaba toda la manzana)

El proyecto que Salamone no pudo concretar

La obra del arquitecto (e ingeniero) Francisco Salamone en Villa María es relativamente conocida. El Matadero Municipal, el ingreso al cementerio La Piedad… Entusiasmado con su presencia en la ciudad en la primera mitad de los años 30, el intendente Eugenio Parajón Ortiz le encargó diseñar la sede municipal en la manzana que hoy ocupa plaza Centenario (desde donde se había mudado el Mercado Colón al actual Salón de los Deportes). Pero cuando tiempo después el profesional llegó a su despacho y desplegó los planos, entendió que no habría dinero con qué pagar semejante emprendimiento. “Haga una plaza, nomás…”

Así se vería la sede municipal si uno se ubicara en la vereda que va desde el Café Argentino a Junior B, pasando por el BBVA Francés, si se hubiera llevado adelante el proyecto

Mientras un periodista de nuestro suplemento se interesaba en hallar los planos del proyecto de Francisco Salamone para la realización del Palacio Municipal en la manzana delimitada por las calles Buenos Aires, General Paz, Santa Fe y José Ingenieros, dio con el director de Patrimonio, arquitecto Hugo Las Heras, quien con otros empleados de la repartición se hallaba justamente en la tarea de recopilar toda la documentación referida a la obra del profesional, “para enviarla al Centro de Estudios  que lleva su nombre, en Buenos Aires”.

“Nos lo requirieron porque se va a filmar un documental para Canal Encuentro con toda su obra villamariense, bonaerense y de otros puntos del país”, añadió el director de Patrimonio de la ciudad.

La actuación de Salamone en Villa María se desarrolló entre 1932 y 1936.

 

Aquella ciudad de los años 30

En 1930, la ciudad era un centro urbano en crecimiento, cuya población (unos 25 mil habitantes) había superado el contorno histórico determinado por el segundo plano villamariense (actuales bulevares Italia/Cárcano, Sarmiento, España/Alvear y Vélez Sarsfield); distribuyéndose otras barriadas en asentamientos periurbanos que se fueron integrando a la planta urbana.

La arquitectura, de acuerdo con descripciones realizadas por el historiador Bernardino Calvo, alternaba suntuosos edificios céntricos (Banco de Córdoba, Palace Hotel, Sociedad Italiana, Hotel Colón, residencias Scopinaro, Sugasti, Vijande y Pereira y Domínguez) de estilos europeístas (italianizante, normando, plateresco); inmuebles intermedios, de carácter familiar-residencial (también ubicados en la parte céntrica y barrios inmediatos) y edificaciones precarias distribuidas en los sectores poco urbanizados.

 

Predominaban los inmuebles modestos

Los inmuebles de la tercera categoría constituían el 60% de las edificaciones villamarienses (porcentaje que contrastaba con el 5% de edificios suntuosos y el 35% de edificios intermedios).

Y esta coyuntura histórica también estuvo caracterizada por una intensa conflictividad social, sustentada en una creciente desocupación y marcada explotación. Esa realidad -siempre según Calvo- se visibilizará en las protestas planteadas por los trabajadores villamarienses, particularmente en la huelga de los municipales de 1935.

La parte de atrás del edificio proyectado, es decir, la que se vería desde la vereda del Banco Patagonia, en la calle Santa Fe, por ejemplo

Parajón Ortiz y Salamone

El 22 de febrero de 1932 comenzó la segunda intendencia de Eugenio Parajón Ortiz, quien “…afrontó una difícil tarea, hacerse cargo de un pronunciado déficit, sin renunciar al desafío de transformar el perfil urbano de Villa María”, también a decir de Calvo.

Para ello se valió de la presencia de Salamone, quien llegaría  a proyectar y construir (en algunos casos con trabajadores llegados de otras ciudades, contratados por él mismo en detrimento de la mano de obra local) el Matadero Modelo Municipal, el ingreso al cementerio La Piedad, un Quiosco (glorieta) sobre las plazoleta central de bulevar España para que tocara la Banda Municipal y hasta delineó los planos del asfaltado para las primeras calles que dejarían de ser de tierra en la urbe incipiente.

Pero en aquella intención de “transformar el perfil urbano”, lo que Parajón Ortiz quiso en un momento era un nuevo y gran Palacio Municipal y así se lo pidió al ingeniero-arquitecto Salamone (tenía el doble título porque cuando él se recibió en la Universidad Nacional de Córdoba, en 1917, las dos carreras aún no se habían dividido).

Y Salamone lo hizo… Hizo los planos de una obra descomunal para la ciudad de la cual se trataba. Una obra que se transformó en un imposible dado el estado de las arcas municipales cuando al país lo golpeaba la crisis del 29 desde el exterior y las veleidades de la Década Infame desde adentro.

En la manzana conformada por las calles Buenos Aires, General Paz, Santa Fe y José Ingenieros, donde hasta entonces había funcionado el Mercado Colón -mudado al lugar que actualmente ocupa el Salón de los Deportes (y más tarde a Estados Unidos y Santa Fe)-, Salamone imaginó un majestuoso Palacio Municipal, casi a la manera de un centro cívico, que inclusive tenía dentro un teatro que nada debía envidiarle al San Martín de la capital provincial.

El ingreso al teatro estaba por la calle General Paz, arteria por la que también se entraba a una suntuosa confitería… No le faltaba nada. La parte trasera, por la calle Santa Fe, se asemejaba a los fondos del mismísimo Congreso de la Nación visto desde la calle Combate de los Pozos.

¿Una obra faraónica?, puede ser. Lo cierto es que no era una época de bonanza ni mucho menos, por lo que Parajón Ortiz “le pagó” semejante proyecto mandándole hacer una plaza en ese mismo solar.

Se trata de la plaza Centenario, que el actual Gobierno municipal acaba de anunciar que será llevada a su estado original, en base a una serie de trabajos que se iniciarán próximamente.

Salamone dejó su rastro en la ciudad y partió hacia la provincia de Buenos Aires. En varias ciudades del territorio bonaerense hay muestras de su trabajo, en algunos casos con estructuras similares en cementerios, plazas, mataderos…

 

Francisco Salamone, arquitecto e ingeniero por la Universidad
Nacional de Córdoba, mentor de la mayor obra pública para Villa María jamás realizada

Salamone en Wikipedia

Villa María, mucho más

La enciclopedia “de las enciclopedias”, Wikipedia, ubica a Francisco Salamone como nacido en la localidad siciliana de Leonforte, siendo uno de los cuatro hijos del matrimonio del arquitecto Salvatore Salamone y Antonia D’Anna.

Francisco llegó a Argentina de niño junto a su familia, entre los años 1903 y 1906, agrega.

Y dice que decidió seguir los pasos de su padre en el oficio de la construcción e ingresó en el Colegio Otto Krause de Buenos Aires, donde se graduó con un título de maestro mayor de obras.

Posteriormente inició estudios en la Universidad Nacional de La Plata, primero, y en la Universidad de Córdoba, luego. Dos años después, en 1917, egresó con los títulos de arquitecto e ingeniero civil. En 1919 obtuvo dos medallas como reconocimiento a sus diseños en exposiciones de Milán y Barcelona.​

En 1928 se casó con Adolfina Vlieghe de Croft, de ascendencia austríaca, con quien tuvo cuatro hijos: Ricardo, Roberto, Ana María y Stella Maris.​

 

Foto de época de una de las únicas obras de Salamone que “el tiempo borró” de la geografía villamariense: el Quiosco (glorieta) que se hallaba sobre el cantero de bulevar España. Allí la Banda Municipal de Música tocaba retreta

Obra profesional

Los primeros trabajos de Salamone como arquitecto e ingeniero -viviendas particulares y construcciones menores- comenzaron en la década de 1920 en la provincia de Córdoba. Al mismo tiempo, incursionó brevemente en la política en 1923, perdiendo las elecciones internas de la Unión Cívica Radical para representar al Departamento Punilla en el Senado provincial.

“Entre otros lugares de la provincia, trabajó en Villa María haciendo allí una obra de pavimentación, un matadero, parque del cementerio, algunas plazas (como la denominada Centenario). Todas estas obras fueron realizadas en una intendencia a la que se le endilgaron hechos de corrupción”, indica Wikipedia.

Salamone se fue de la ciudad sin terminar algunos de sus trabajos (por ejemplo, el Matadero, que tuvo varias deficiencias), en tanto que obras como el asfaltado de calles no resistieron los primeros embates del clima.

Luego se fue a trabajar a la provincia de Buenos Aires. Allí, con el comienzo de la modernización de la obra pública de los municipios del interior. Salamone tenía una gran amistad con el gobernador provincial, el conservador Manuel Fresco, del Partido Demócrata Nacional. Este le encomendó a Salamone la tarea de edificar distintos edificios públicos en la pampa húmeda, dándole carta blanca para sus proyectos. La idea fue fomentar el crecimiento de los pequeños pueblos y ciudades del interior. Salamone llegó a construir más de 60 grandes obras en pocos años, y otras tantas obras menores.

La obra de Salamone tuvo el claro objetivo de lograr una arquitectura para un Estado fuerte y presente en los momentos importantes de la vida de los bonaerenses. Su característica principal es el monumentalismo, estilo muy en boga en la década de 1930. La espectacularidad es un rasgo distintivo de sus construcciones, que llegaban a elevarse a unos 30 metros, en comparación con el entorno urbanístico que las rodeaba, que generalmente no superaba los cinco metros de altura.