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Roger Koza: “Las películas han sido siempre un estímulo para saber algo más”

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Roger Koza: “Las películas han sido siempre un estímulo para saber algo más”
Roger Koza estará mañana invitado por el Colegio de Psicólogos

Escribe: Matías Destéfanis
ESPECIAL PARA EL DIARIO
“En la infancia vivimos y después sobrevivimos”, le dice Leopoldo María Panero a su madre en un fragmento de “El desencanto”, la joya cinematográfica del cineasta español Jaime Chávarri que se proyectará mañana en el Espacio INCAA, en un nuevo Ciclo de Cine y Psicoanálisis organizado por la Delegación del Colegio de Psicólogos, y que contará con la presencia del crítico y programador de cine Roger Koza junto a los psicoanalistas César Mazza y Diego Isso.
El filme retrata en forma magnífica la decadencia de una familia burguesa tras la muerte del padre, Leopoldo Panero, uno de los poetas del régimen franquista, y la complejísima relación familiar que se establece entre los tres hermanos con su madre. Sin embargo, la película trasciende la mera historia familiar, para convertirse en una exquisita disección del alma humana que conmueve e inquieta de manera notable.
Antes del evento, en una entrevista, Koza dialogó sobre especialidad:
-La crítica siempre ha sido un género cuestionado. ¿Cómo te llevás con eso?
-La sospecha sobre la crítica suele incurrir en un prejuicio que la concibe como una actividad parasitaria respecto de una acción estética ajena. En verdad, la molestia descansa en una disputa no declarada sobre la verdad de la obra. La crítica no dice la verdad de la obra, pero sí advierte que ni siquiera el propio autor tiene una posición final y excluyente sobre el sentido de lo que hizo. El trabajo de la crítica consiste en hendir lo que parece y se ha dicho y así revivir una discusión, siempre incesante, en la que un filme pierde la protección de una interpretación concluyente y participa entonces en un flujo de discusiones sobre él y su lugar en el cine. Mitigar la última palabra sobre cualquier cosa incomoda. Un crítico sabe -o debería saber- que cuestionar cualquier verdad establecida es polémico y eso implica estar dispuesto a confrontar y a descentrarse. Pensar es dar razones y también dejarse tocar por otras razones. Sé que es así y aprendo.
-¿A qué tipo de crítica apuntás?
-La crítica de cine poco tiene que ver con la objetivación del gusto articulado en un texto. Eso es secundario. Existe una tradición crítica, o en verdad existen tradiciones de la crítica, que se remontan a una inquietud que fue primero filosófica y que se asentó en un querer saber en qué se asentaba el conocimiento. En la historia del cine, la crítica despuntó como nunca en la primera etapa de la revista “Cahiers du cinema”, a mediados del siglo pasado. Esa época es un poco lo que para los filósofos resulta el período de los presocráticos: la invención de una tradición. En esa revista nació un modo de interrogación y amor por el cine y una forma de lectura en la que la puesta en escena revelaba una posición del autor y de éste respecto del mundo. Con matices y diferencias, me remito a esa tradición. Agrego: escribo sin pensar en el lector; supongo un lector sin rostro y por imaginarlo así escribo respetando mi modo de expresión sin medir las consecuencias.
-Netflix y otras plataformas web, ¿en qué benefician o no al cine?
-Me abstengo de unir el cine a la idea de consumo, y es bastante lógico que se naturalice ese marco conceptual en un período de la imagen en la que ésta es el modo de ser del capitalismo. Esta relación es problemática y está inscripta desde los inicios del cine, pero no deja de ser un dato ineludible recordar que el cine fue también una extensión visual y vital del materialismo filosófico con el que se pensó cambiar radicalmente el mundo. Aún hoy, cineastas como Godard o Kluge remiten a una tradición de resistencia del cine frente a un mundo convertido en un mercado absoluto, en el que la propia intimidad es materia de la oferta y la demanda del consumo. Más allá del escaso menú de Netflix, que una empresa se haya erigido como el organizador simbólico de nuestro ocio y goce es como mínimo síntoma y cifra de una época, la nuestra. No desconozco la importancia de otras plataformas. Gracias a éstas se puede recuperar o conocer períodos perdidos o desconocidos del cine chino, turco, egipcio, indio. Sin embargo, la avidez de novedades pasa por discutir series y consumir azarosamente lo que el algoritmo del sistema proponga. Es otra discusión, pero me adelanto a demarcar una diferencia.
-¿Qué importancia pensás que tiene el cine en términos sociales y políticos?
-La nobleza del pasatiempo les puede reventar a los pensadores serios; y del mismo modo, el entretenimiento de masas puede estimular a los analistas profundos una feroz reprobación en tanto que se trataría siempre -el entretenimiento- de una modelación global para convertir a la población en un zombi. Sin embargo, Chaplin se dedicó al pasatiempo y al entretenimiento, pero también provocó la toma de conciencia. Algunas películas de superhéroes, otras de acción tienen a veces signos de emancipación dispersos que algunas presuntas películas de cine arte carecen. El cine sigue siendo el gran artífice del imaginario planetario. Por eso es importante discutir sobre cine y asimismo batallar por una diversidad mayor en las salas.
Atravesamos una época de consumos instantáneos y de resonancias efímeras, que consagra mayores éxitos a una obra mientras más rápido logra atrapar a la audiencia sin importar la profundidad que adquiera. Un ejemplo de esto es el boom por las series de ficción audiovisuales.
-¿Este modo de relación con el producto artístico afecta la esencia de la contemplación cinematográfica?
-Toda mi discusión con las series pasa por diferenciar las poéticas del cine de las que se emplean en las series, cuya racionalidad inmediata pasa por una dosificación en la atención. La duración es clave. El espectador contemporáneo es disperso, ideal para ser absorbido por un sistema narrativo organizado en 55 minutos bajo la promesa eterna de continuación e intensidad.
-Algunos psicoanalistas sostienen que el cine puede dar cuenta de los síntomas de la época. ¿Estás de acuerdo?
-Fue así en el siglo XX. En el siglo XXI, para bien o para mal, existen otros modos de conformación de síntoma que utilizan la imagen en movimiento, pero que ya no está bajo la jurisdicción del cine. Sin duda, el cine sigue siendo magnético y las películas glosan muy bien cada época. En el futuro podremos decir que el siglo XXI se intuyó primero en Matrix, del mismo modo que el siglo XX se predijo en Metrópolis, las películas de Buster Keaton y Charles Chaplin.
-La película que elegiste pare el ciclo es “El desencanto”. ¿Por qué esa elección?
-“El desencanto” es algo así como la prehistoria cinematográfica de una experiencia que sintetiza hoy la gramática de la subjetividad. Exhibirse, mostrarse, destituir el límite de lo privado y lo público, y así fagocitar lo público con los materiales de la vida privada que deviene en espectáculo constituye la lógica predominante de nuestro tiempo. “El desencanto” fue pionera sobre esa pulsión narcisista de ser para los otros y antes los otros. A su vez, la novela familiar de “El desencanto” participa de un relato nacional no menos tenebroso. La familia es aquí un apéndice fallido del imaginario franquista. Ningún filme, en esta materia, fue tan visionario como el de Chávarri.