Acerca de paredes y palabrotas
Había una vez un niño o varios niños que tenían papás que decían muy feas palabrotas y, además, las escribían.
¿Dónde? seguramente no por falta de papel, en las paredes, y en las más blancas para que se notaran. Todos aún sin quererlo las leíamos, los grandes y los chicos.
Creo que aquellos niños que escuchan permanentemente a sus padres decir esas palabras, crecerán convencidos de que esa es la forma de expresión de un hombre.
¡Qué equivocados que estarán, pobres! Se acostumbrarán a expresarse a gritos y a golpes. O ensuciando paredes. Y si no les convence el partido pensarán que hay que matar al referí.
Se olvidarán seguro del amor al prójimo, y de encontrarse y dialogar; perderán el equilibrio y se volverán violentos. Vale aquí recordar el proverbio que dice: “La blanda respuesta quita la ira, más la palabra áspera hace subir el furor”.
Todos sabemos que la época que nos toca vivir no es fácil. A propósito quiero recordar a Charles Dickens, un escritor autor de la obra “Historia de dos ciudades” sintéticamente él decía: “Fue la mejor época así como la peor; fue la era de la razón como la de la locura; fue el siglo de la luz y fue el siglo de oscuridad, lo tuvimos todo ante nosotros más no tuvimos nada”.
Esta descripción nos recuerda algunas de las condiciones de la nuestra y veamos por qué: vivimos en una gran época de milagros y maravillas, y si no todos los días sabemos que se hacen trasplantes de órganos que son verdaderos milagros; el avance de la ciencia, la computación, la cibernética, el satélite. Tenemos un nivel de vida y una educación a nuestro alcance que ninguna otra generación pasada, tenemos comodidades y muchísimos servicios. En verdad vivimos en la mejor de las épocas.
Sin embargo, y este es el quid de la cuestión, esta es también la peor de las épocas, nos enfrentamos a problemas mayores y peligros más grandes, que devienen de la delincuencia, el crimen, las guerras destructivas, la droga, la inmoralidad. La nuestra probablemente sea la época más inicua. Entonces, hay tanto por hacer…
Pero escribiendo palabrotas no es la forma. No nos dejemos convencer que así todos nos sentiremos mal. Cada hombre conoce sus necesidades inmediatas, y está empeñado en satisfacerlas, pero esta lucha permanentemente por la supervivencia material termina agotando todas las energías y al final deja un vacío existencial, si el hombre no ve que sobre las contingencias que plantea la lucha por la vida hay otro sentido trascendente que es el de su realización.
Por todo esto, dejemos las paredes blancas, como la buena intención. Que a nuestros hijos no les quepa la menor duda de que es mejor hablar bien de día que escribir mal de noche. Recuerdo una frase para los unos y los otros: “Los pájaros no tiemblan cuando cruje la rama, porque confían en sus alas”.
H. P.
LE Nro. 6.514.917