Los escenarios de la economía que viene provocan mucha inquietud. No sólo a los empresarios y a representantes de otros sectores del quehacer nacional, sino también -y especialmente- a los ciudadanos. Durante la campaña se han ido enunciando algunas intenciones desde los equipos de ambos candidatos presidenciales, que permiten un análisis y algunas conclusiones de parte de nuestro columnista invitado. Una mirada sobre las retenciones, el dólar
Escribe Daniel Parodi
Especial para Peso Específico
Hablar sobre la economía del próximo gobierno nacional implica abarcar muchísimos aspectos que no se pueden tratar en una sola nota: salarios, jubilaciones, servicios, PBI, subsidios, planes (AUH, Procrear, Procreauto, culturales), inversión, desarrollo, importaciones, exportaciones, presión impositiva, etcétera. Sin embargo, la atención generada en torno de las declaraciones de los equipos económicos y de los candidatos al balotaje del próximo 22 de noviembre ha fijado una agenda cuyo foco está en el precio del dólar, las retenciones agropecuarias y la apertura de importaciones o no. En esta nota se abordarán las dos primeras.
Tanto el frente Cambiemos como el Frente para la Victoria fueron modificando su discurso con el transcurrir de los tiempos previos a las elecciones pasadas, lo que implica algo así como un “sinceramiento” de las verdaderas acciones que se tomarán después del 10 de diciembre.
Tenemos la impresión de que ahora han comenzado a decir lo que realmente hará cada candidato con las economías argentinas, aunque sabemos también que difícilmente esas acciones se puedan llevar adelante de manera inmediata y tal como se comunicaron.
Retenciones
Siempre pensando en nuestra región y no en todas las geografías argentinas, las propuestas de Macri y Scioli giran también en torno de quitas en las retenciones a la producción agrícola. Ambos plantean sacarlas para trigo y maíz y bajarlas paulatinamente para soja.
Estas medidas son muy bien vistas por los argentinos que viven del campo. Pero repasemos algunos datos como para tener en cuenta de qué manera deberían ser esas quitas y rebajas en las retenciones.
Mucho se escucha hablar por parte de algunos sectores de que todo el mal que aqueja a la economía argentina son los productores agropecuarios (los “sojeros”, en definitiva). Para ponerle coto a esta generalización fuera de lugar podemos decir que Argentina posee aproximadamente unos 36 millones de hectáreas cultivables; cabe aclarar que de los casi 300 mil productores agropecuarios que existen en Argentina, tan sólo cuatro mil poseen casi la mitad de la tierra: el 1,3% de los propietarios es dueño del 43% de la superficie de la tierra cultivable del país. Un dato impresionante que demuestra el altísimo nivel de concentración.
Por lo tanto, una quita en las retenciones estaría bien, si se tiene en cuenta esta realidad. No es lo mismo un grupo familiar compuesto por varios núcleos que trabaje menos de mil hectáreas, que aquellas empresas unifamiliares que trabajan 150 mil hectáreas. O más aún, los fondos de inversión que trabajan 300 mil hectáreas o más, que hoy están y mañana desaparecen.
Mucho se habló sobre retenciones en los últimos años y lo cierto es que mientras los precios internacionales se mantuvieron altos, los productores siguieron haciendo lo que saben hacer: producir. Pero desde hace dos años y medio, para más del 70% de los productores la caída en la rentabilidad hace cada vez más difícil mantenerse en el sistema y en muchos casos ya quedaron afuera. Y hablamos del 90% que posee el 56% de la superficie cultivable de la Argentina, no de los cuatro mil que poseen el 43% de la tierra, que son quienes hoy retienen granos y no liquidan dólares porque tienen espaldas fuertes para afrontar las campañas.
Sería interesante entonces que la quita en retenciones se dé escalonadamente y pensando en el crecimiento y tecnologización del sector que, cuando es rentable, ha demostrado sobradamente que reinvierte o gasta en el país. Y cuando hablamos de quitas escalonadas hablamos de quitas reales, no como la quita que se da en este momento, que se mide en producción sin tener en cuenta cantidad de hectáreas cultivadas, la eficiencia alcanzada ni cantidad de grupos familiares que componen cada unidad.
Una quita total de las retenciones a todo el arco productor el 11 de diciembre implicaría aún mayor concentración de la actividad agrícola en la República Argentina.
Un tema aparte es la lechería, sector para el que ninguno pareciera tener propuestas concretas que cambien la grave crisis que hoy afecta al sector productor lácteo.
Dólar
También hay algo que esta semana que pasó dejó en claro: en ambos casos los candidatos para el balotaje se plantearon una flexibilización de la moneda estadounidense. Esto es lisa y llanamente el aumento del dólar respecto del peso; es el aumento del precio del dólar.
Desde Cambiemos, Macri anunció una liberalización inmediata y sin ningún control, basándose en la “confianza” que su triunfo imprimirá en los inversionistas internacionales. Scioli también habló de flexibilización, pero con un tono más moderado, con participación del Estado en el control del valor que tomaría desde el 10 de diciembre en adelante.
Lo cierto es cualquiera de los dos escenarios implican inflación: la de Cambiemos, más rápida y la del Frente para la Victoria, más escalonada y a mediano plazo, pero inflación al fin.
En términos reales, el escenario planteado por Cambiemos implica una devaluación rápida del peso, estimada por economistas propios, ajenos y neutrales del orden del 45% al 60% en poco tiempo. Este escenario es bastante complicado de llevar adelante, porque en el término de días ya no sería posible cargar combustible sin tener que pagar el 60% más por litro, comprar leche, pagar la luz y el gas (que en nuestra zona no tienen el subsidio que tienen los porteños) mucho más caros. Peor todavía para las Pymes. Así que esa promesa debería ser descartada por los ciudadanos, salvo que quienes lo hagan estén dispuestos a cargar con una crisis social sin precedentes. Por lo tanto, los economistas que no están enrolados en ninguno de los dos partidos que disputan el balotaje descartan de plano que sea posible liberar el precio del dólar de manera inmediata sin consecuencias graves.
El planteo del Frente para la Victoria es un aumento escalonado de la moneda yanqui, que sinceraría el precio que el dólar debería tener en la actualidad. La ventaja es que no habría oscilaciones del precio oficial como para que se vuelva a la especulación. Sin embargo, en muy corto plazo el precio debería ubicarse entre 12,50 y 13,50 pesos por dólar, lo que terminaría trayendo también inflación y quejas de algunos actores de la economía del país.
Esperar o invertir, esa es la cuestión
En este punto, al igual que en el caso de Cambiemos, es importante saber si el tipo de cambio se liberaría en forma gradual o en forma de shock, habrá aumentos. El motivo es el siguiente: muchos sostienen que los precios de los productos, bienes y servicios ya han sido ajustados de hecho al valor del dólar informal (trucho, digamos), por lo que un aumento de golpe de su precio real hasta los 15 pesos no implicaría nuevo ajuste de precios. Argumentan que esto sería así porque hay una clara evidencia de que los precios se determinaron sobre el tipo de cambio del dólar blue; es decir que ya que se dieron los aumentos durante todo el año en función de ese valor en pesos por dólar. Desde ya podemos decir, sin temor a equivocarnos, que eso es no es verdad. Así los precios hayan aumentado al valor “real” del dólar, es impensable que un aumento de la divisa extranjera no conlleve otro aumento, igual o superior al aumento del dólar respecto del peso. Nunca en la historia de nuestro país, ni de casi ningún otro, un aumento del dólar no se plasmó en forma inmediata (aunque los valores se hayan corregido; es decir, ya hayan aumentado a un valor estimado en la realidad) en los precios de los productos y servicios locales. Nadie, absolutamente nadie dejará escapar la posibilidad de imprimir un valor más alto a sus precios.
A no confundirse: el aumento en el valor del precio del dólar no implica que las cosas no aumenten en dólares. Esto es: si una propiedad de 100 metros cuadrados tiene un valor determinado en dólares a 14 pesos, esa propiedad no solamente será luego más cara en pesos, sino que también aumentaría en dólares; se actualizarían los valores en dólares por unidad de medida.
En definitiva: para aquellos que atesoran dólares, ¿vale la pena esperar a que suba el precio en pesos, si también aumentan los productos, bienes y servicios en dólares? Una de las recomendaciones que hacen algunos economistas es que quien quiera invertir no espere a que su dólar valga más, ya que posiblemente los aumentos también se den en dólares y, como se sabe, “siempre es mejor comprar a un valor definido y previsible, que esperar y ver bajar el poder adquisitivo de los ahorros”. Los bienes, productos y servicios equipararían esas diferencias de los valores de las monedas. Es decir que si hoy un terreno tiene un valor de 25 mil dólares a 15 pesos, el escenario posterior sería ese mismo terreno pero a más cantidad de dólares, sea cual fuere el valor del dólar: 13, 15, 18 ó 20 pesos, lo que implicaría una pérdida en el real poder adquisitivo del ahorrista.
Algo parecido sucedería con los vehículos de alta gama, la electrónica y los viajes al extranjero.
Para los ahorristas, en pesos o dólares, el mejor escenario entonces es calzarse en bienes y productos ahora mismo, para enfrentar una posible pérdida de su capacidad de compra en pocas semanas.
En Argentina hay 300 mil productores agropecuarios. Solo cuatro mil de ellos poseen la mitad de la tierra. Es decir, el 1,3% es dueño del 43% de la tierra cultivable del país.
Una quita total de las retenciones a todo el arco productor el 11 de diciembre implicaría aún mayor concentración de la actividad agrícola”.
Para los ahorristas, en pesos o en dólares, el mejor escenario entonces es calzarse en bienes y productos ahora mismo…”.