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“Me niego a poner un límite de tiempo al juguete de un niño”

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“Me niego a poner un límite de tiempo al juguete de un niño”
“Después, total podés cambiarlos. El momento de ‘Toy Story’ cuando Andy deja sus juguetes es desgarrador”, manifestó Verónica González

Opinión

“Ahora resulta que te ‘alquilan’ los juguetes y creo que es como un ‘te alquilo por un mes la oportunidad de soñar’ o te doy la posibilidad de que, desde el egoísmo, aprendas que las cosas son descartables por más que hayas sido inmensamente feliz con ellas”

Escribe: Verónica González
Presidenta de la Asociación de Padres del Síndrome de Angelman Especial para EL DIARIO

No puedo dejar de sentir tristeza de niña cuando leo una nota donde presentan como “gran novedad” alquilar juguetes por un mes.

Después, total podés cambiarlos. El momento de “Toy Story” cuando Andy deja sus juguetes es desgarrador.

El oso rosa de mi niñez no era solo una composición de goma espuma y felpa, ni mi muñeco negro uno más entre tantos, ni el cuento de duende con el que aprendí a leer un par de hojas con letras y dibujos. Esos, como otros tantos ejemplos, formaban parte de lo que construía mi imaginación en la niñez y, alrededor de ellos, la simbolización y apropiación de cosas que podían transformarse en otras, solo si yo lo deseaba.

Me oprime el pecho «imaginar» la escena en la que, un día cualquiera, mi mamá aparecía y me decía: “Verónica, mañana tenés que devolver a la Pepona, porque ya pasaron 29 días”.

Pero… se supone que la Pepona era mi “hija” y ¿tendría que devolverla? El momento se me pinta aterrador.

O qué tal si justo estaba por terminar de armar un rompecabezas dificilísimo y había asumido esto como un gran desafío. Chau, chau posibilidad.

Ahora resulta que te “alquilan” los juguetes y creo que es como un “te alquilo por un mes la oportunidad de soñar” o te doy la posibilidad de que, desde el egoísmo, aprendas que las cosas son descartables por más que hayas sido inmensamente feliz con ellas.

Una hijaputez que esconde la hipocresía de este modelo económico porque los juguetes están carísimos y porque parece que solo los sellados por Disney son los únicos regalables, deseables.

Mi mamá jugaba con una calabaza a la que le hacía ojitos y boca. Yo tuve muchas muñecas de todos los tamaños y colores; pero tanto ella como yo les pusimos “nombres e historias” y formaron parte de nuestra infancia.

Un mes no alcanza, me niego a poner ese límite porque habrá juguetes que no podrán siquiera ser recuerdo en la vida de un niño. O habrá adultos acaso sin recuerdos ni historias mágicas.