DESTINOS/Córdoba/Villa Giardino
Los inmigrantes venidos del país peninsular le pusieron “Giardino” a este hermoso pueblo, vocablo que en castellano significa “Jardín”. Repaso de los atractivos que justifican tan feliz designación
Escribe: Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
Villa Giardino le pusieron los pioneros, y acertaron. Por sus verdes al frente, a los costados y en los fondos que tan bien combinan con las montañas, por sus canteros de flores repartidos en distintos sectores, por sus caminos rurales que saben a hierba, a peperina, a sierras. Por ello y por más el nombre va a la perfección. Por ello y por más, le dicen Jardín (giardino, en italiano) de Punilla.
Apenas 7 kilómetros al norte de La Falda (50 desde Villa Carlos Paz y 220 desde Villa María), el municipio presenta atractivos múltiples. El mejor, con todo, no tiene nombre propio, y está corporizado simplemente con un paseo suave y despreocupado por el ejido urbano y rural. Brillan acá y allá las montañas, alma de las Sierras Chicas, la cadena experta en vegetación que alcanza su punto más alto en el Uritorco (casi 2.000 metros sobre el nivel del mar), enclavado en las adyacencias de la vecina Capilla del Monte.
Ubicadas en el ala este, la sucesión de laderas, quebradas y picos mansos se abraza fuerte a Giardino (así, sin el “Villa”, la llaman los paisanos), corporizando las grandes virtudes de las postales vernáculas. Cada artería, cada espacio sin barreras oculares, ofrece las bondades de ese paisaje encantador.
El Dique, el Molino, los balnearios
Ya puestos a desglosar el inventario de rincones célebres, lo primero que hay que hacer es dirigirse al Dique el Portecelo (al otro lado de la ruta, en dirección oeste). El espejo de agua deja ver a los costados una vegetación intensa. Tal es su pureza y riqueza natural, que un sector es Reserva Natural desde hace más de 25 años. Allí, aparecen el balneario y Camping Municipal.
Aguas abajo del río Grande, los que provocan la atención del visitante son los balnearios San Pablo y, sobre todo, el Molino de Thea. Se trata del máximo ícono arquitectónico de Giardino, que fuera construido en el meridiano del siglo XIX por el ingeniero italiano Miguel Thea. Bonita y singular es la construcción, cuya cúspide presenta una especie de mirador techado que permite apreciar las bondades de la zona.
Otro punto natural digno de mención es el arroyo Los Quimbaletes, emparentado históricamente con los comechingones (primeros habitantes de la región) y con rincones para el relax total.
Religión con panorámicas
Muy religiosa es la parentela de Giardino, y ahí están los íconos católicos para asentir. Entre ellos, la Capilla de Las Flores, la Iglesia Nuestra Señora del Valle, la Capilla de Las Charcas y, fundamentalmente, la Gruta de la Virgen de Lourdes y la Capilla Nuestra Señora de la Merced.
Esta última fue construida alrededor del año 1770 (con la ayuda de jesuitas, según algunos anales). Desde entonces, brilla con su arquitectura y aura coloniales, muros de adobe de casi un metro de espesor, elementos religiosos varios (un muy bien logrado Cristo de madera y pesebre originario de Italia entre ellos), tejado a dos aguas y un camposanto donde, se supone, descansan antiguos habitantes comechingones.
Por su parte, la Gruta de Lourdes podría catalogarse como atractivo natural, gracias a su ubicación privilegiada: detrás de la Capilla de la Merced, sobre la punta un cerrito que, allá arriba, regala unas vistas fantásticas.
Camino especial, rumbo a La Cumbre
Párrafo aparte merece el Camino de los Artesanos. Emblemático circuito que conecta Villa Giardino y La Cumbre en unos ocho kilómetros de subidas y bajadas muy de sierras, con naturaleza en flor a los costados y, obviamente, cantidad de puestos de artesanos locales (se pueden encontrar elementos en madera, hierro, metales, lana, vidrio, etcétera).
Además, la carretera de tierra es custodiada por restaurantes, casas de té y locales de venta de productos regionales (dulces caseros, miel, quesos, embutidos, alfajores, chocolates y hasta vino y cerveza artesanal). Al igual que los emprendimientos de artesanías, la mayoría están abiertos viernes, sábados, domingo y feriados (todos los días en verano y vacaciones de invierno).
HUMOR VIAJERO
Serbia, por Kusturica
Por el Peregrino Impertinente
El cine, al igual que otras ramas del arte como la música, la pintura o llegar a fin de mes sin tener que vender un riñón, sirve en muchas ocasiones para empujarnos a viajar. Uno de los ejemplos más palpables en ese sentido lo materializan los filmes de Emir Kusturica, director cuya creatividad ayuda a que al ciudadano común le agarren unas ganas locas de largar todo e irse a conocer Serbia. En el impulso, también juegan un rol fundamental las infelices medidas tomadas recientemente por nuestra presidenta Lagarde, pero esa es otra historia.
A través de sus delirantes películas, y sin la necesidad de pasajes de avión que para poder pagarlos uno tiene que ser el testaferro de Sampaoli, Kusturica transporta al televidente al corazón del país balcánico. Esto es, su cultura, representada por la música, los bailes y el humor de personajes entrañables.
Entre las obras más destacadas del nacido en Sarajevo, figuran títulos como Gato Negro y Gato Blanco (“¿En rubio no tiene?”, dijo Coco Basile), Underground o Tiempo de Gitanos, por caso. Esta última, de hecho, hace todavía más evidente una constante en los trabajos del artista: el poner el foco en las costumbres, tradiciones y modos de vida de los gitanos: “A ver chiquillo, que ya habrás visto la peli y sabrás que si me ayudas con algo te leo la mano y te digo si te conviene comprar lebacs”, comenta una señora de trenzas y vestido floreado, tan adaptada a los tiempos de bicicleteada financiera que corren.
En fin, que realmente vale la pena viajar a Serbia a través de la filmografía del tal Kusturica. Singular director que también realizó un logrado documental sobre la vida de Diego Armando Maradona: “Le doy cinco eeeee sobre cinco eeeee posibles”, asegura el astro, que Dios lo bendiga para toda la eternidad.