Así lo indica una investigación realizada en la Escuela de Nutrición de la Universidad de Córdoba, que entre 2016 y 2017 trabajó con más de 230 niños de escuelas primarias, públicas y privadas, de la capital provincial. Según el estudio, 9 de cada 10 niños desayuna, pero la mayoría realiza una ingesta deficiente en relación a su composición y su aporte energético
Escribe Pablo Carrizo
UNCiencia
El desayuno es una ingesta determinante para el balance de la dieta de cualquier persona. En el caso de los niños -además de contribuir a reponer el consumo energético tras el ayuno nocturno-, debería proporcionar energía suficiente para afrontar en óptimas condiciones la actividad física, y especialmente la intelectual, durante toda la jornada escolar matutina.
Un estudio reciente de la Escuela de Nutrición, que depende de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC, determinó que el 78% de los niños escolarizados de la ciudad de Córdoba consume un desayuno inadecuado para cubrir las necesidades nutricionales de su edad. En contraposición con muchas creencias, el trabajo concluyó que el 91,5% de los pequeños desayuna. Sin embargo, del análisis en profundidad surgió que, tanto en la selección de alimentos como en el aporte de energía, esa primera comida resulta poco adecuada, lo que podría impactar de manera desfavorable en el rendimiento físico y cognitivo que demanda la escuela.
El trabajo se realizó sobre una muestra de 234 niños, de entre 9 y 12 años, que cursan en escuelas primarias de gestión estatal y privada, en la ciudad de Córdoba. La selección de escolares fue obtenida a partir de un muestreo por conglomerados que permitió incluir a alumnos de diversos contextos socioeconómicos.
Para evaluar los datos recabados, el estudio recurrió a las sugerencias de las “Guías Alimentarias de la Población Argentina”, que establecen que un desayuno completo y saludable debe estar integrado por cereales, lácteos y frutas.
“En este trabajo se valoró la calidad del desayuno de acuerdo a su composición y aporte energético. La primera variable se refiere al tipo de alimentos, considerando ‘desayuno completo’ al que incluye al menos un alimento del grupo de los cereales, más un lácteo y una fruta”, precisa María Dolores Román, docente de la Escuela de Nutrición y directora de la investigación, un trabajo final de licenciatura titulado “Calidad y composición del desayuno y su asociación con el aporte calórico total de la dieta en escolares de 9 a 12 años de escuelas públicas y privadas de Córdoba, 2016-2017”.
Román especifica que para el análisis se establecieron las siguientes categorías: desayuno incompleto (cereal + lácteo o cereal + fruta o lácteo + fruta); desayuno pobre (cereal o lácteo o fruta); desayuno muy pobre (incluye únicamente otro/s alimento/s diferentes a los propuestos).
En relación al aporte energético, se consideró “suficiente” al desayuno que aporta el 25% del valor calórico total de la dieta, e “insuficiente” a aquel que no alcanza a cubrir el ese porcentaje.
“De esta manera, la calidad del desayuno surge de combinar la composición y el aporte energético. Consideramos entonces como desayuno de ‘calidad adecuada’ al que está constituido por un alimento de grupo de los cereales, más un lácteo, más una fruta, y que aporta el 25% o más del valor calórico total de la dieta”, precisa Román.
La relación con la ingesta global diaria
Aunque excedía los objetivos iniciales, el estudio puso en evidencia una relación entre un desayuno de bajo aporte energético y una ingesta total diaria excesiva.
Los datos analizados muestran que en la dieta de esta franja poblacional predomina el consumo de alimentos energéticamente densos, generalmente procesados o industrializados: ricos en carbohidratos refinados, azúcares, sodio y grasas saturadas y aportan gran cantidad de calorías. En cambio, lácteos, frutas, vegetales y cereales integrales -que aportan gran cantidad de nutrientes protectores- son consumidos en escasa cantidad por las niñas y niños que formaron parte de la muestra.
“Es probable que los niños que realizan un desayuno completo y suficiente, tengan en general una dieta más equilibrada y por lo tanto el valor energético de la misma se mantenga dentro de las recomendaciones”, comenta Diana Braida, autora de la tesina. Y añade: “Quizás el desayuno no sea el disparador de una ingesta calórica excesiva, sino más bien el reflejo de una alimentación desequilibrada en general que es necesario comenzar a reordenar. No obstante, estas conjeturas requieren un minucioso análisis que este grupo de investigación se ha propuesto profundizar el próximo período”.
Cómo contribuir a una alimentación adecuada en la escuela
Frente a estos datos, la consulta que surge es qué propuestas se pueden generar para mejorar los hábitos alimentarios de las niñas y niños escolarizados.
“La alimentación es un fenómeno sumamente complejo por su multidimensionalidad y debido a la participación de diversos determinantes sociales y ambientales que lo atraviesan, por eso resulta difícil resumir que se trata únicamente de un problema de calidad y cantidad en el consumo de los niños”, afirma Román. Y propone: “Es una problemática de tal magnitud, que resulta aún más difícil identificar por dónde comenzar. Quizás, una buena alternativa sea comenzar por mirarnos a nosotros mismos. No podemos pretender que los niños se alimenten de manera variada y equilibrada si los adultos responsables hacen lo contrario”.
Por su parte, María del Carmen Grande, codirectora del proyecto, sugiere: “En este mismo sentido, no se trata solo de mirar hacia el interior de las familias, sino mirar a la sociedad en su conjunto. Observemos reflexivamente los quioscos y cantinas escolares. ¿Qué se ofrece allí? ¿A qué precio? ¿Hay alternativas? Sin lugar a dudas, la escuela no es directamente responsable de la alimentación de los chicos, pero sí es un espacio en el que se debe resignificar la salud”.
Según ambas investigadoras la oferta de alimentos dentro de la misma escuela debería ir en consonancia con lo que seguramente en algún momento del año se abordó desde la currícula en el aula respecto a salud y alimentación, sin desconocer los contextos socioeconómicos que va direccionando la selección individual y familiar para adoptar hábitos de desayuno y de la dieta diaria que luego pueden perpetuarse a lo largo de la vida.