Cartas – Opiniones – Debate
Esto ocurre cuando un Gobierno rechaza el disenso y caracteriza a los opositores como enemigos. Increíblemente nos hemos acostumbrado a que todo aquel que se diferencie del monocorde discurso de la Alianza Cambiemos deba soportar una andanada de acusaciones y descalificaciones emitidas y repetidas hasta el hartazgo por todos los medios de difusión con los que cuenta el oficialismo: desde el periodismo adicto hasta el ejército de acosadores en las redes sociales. Ocurrió con Santiago Maldonado y ocurrió recientemente con Ismael Rodríguez: mientras sus muertes fueron incómodas para el macrismo, desde los aparatos de propaganda oficialista no se dudó en orquestar unas campañas de difamación de las víctimas verdaderamente asombrosas por su nivel de crueldad y ensañamiento.
Lo preocupante es que se trata de un método al que se recurre en casi cualquier situación de adversidad política. Entonces, de vez en vez, aparecen nuevos y cada vez más pérfidos enemigos del país en el país: el kirchnerismo (antes, después y en todos lados), los mapuches y, por supuesto, los docentes de la provincia de Buenos Aires que no se resignan a aceptar un aumento salarial por debajo de la inflación.
El oficialismo traza siempre un estado de situación en el que el adversario de turno es una negación de “la Argentina que queremos”. En esa Argentina no hay lugar para ellos, son obstáculo a remover. El presidente ha llegado a computar que son 600 los argentinos que deberían ser enviados a la Luna para destrabar el progreso del país. Entonces, se promueven divisiones cada vez más irreconciliables con un cinismo y una frivolidad inquietante. La intolerancia es la regla y el espanto empieza a volverse cotidiano.
Este es el último de nuestros dolores (por ahora): un sector de escuela de la provincia de Buenos Aires explotó por una falla de gas, llevándose la vida de dos trabajadores docentes. Desde entonces, esta comunidad educativa se mantiene en estado de conmoción y alerta. Con los colegios de la zona cerrados en protesta, los docentes realizan cotidianamente ollas populares para atender a sus alumnos y alumnas y también a los vecinos en situación de emergencia. Todo esto inevitablemente afecta a la joya más preciada del proyecto político macrista: la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal. En ese contexto y luego de sufrir serias amenazas, la docente Corina de Bonis fue secuestrada, torturada y con un punzón le escribieron, en el abdomen, “ollas no”.
Pecaríamos de la misma frivolidad e intolerancia que rechazamos si rápidamente quisiéramos culpar al oficialismo de cometer estos hechos pavorosos. Cometeríamos un grave error y daríamos un impulso mayor a la lógica impuesta de adjudicar al adversario atributos que rompen en sí la posibilidad de diálogo y comprensión mutua. Pero si es imposible e irresponsable culpabilizar a nadie de manera prematura aún, lo es más obviar los evidentes vínculos entre este horror y el sectarismo violento implícito en el accionar gubernamental, que debe hacerse responsable en primer lugar del esclarecimiento y el castigo de estos hechos, pero también, y con idéntica urgencia, debe revisar la ferocidad con la que enfrenta cada conflictividad política.
Nuestra Patria es de todos y todas. Ya dijimos Nunca Más.
Pablo Ghione – Pueblo Peronista