Escribe José Glanzmann
Su abuelo José Quintás fue el creador del coro municipal de nuestra ciudad. Participa en el Coro Nonino de la Universidad de Villa María como preparadora vocal y en el coro de niños de la misma institución. Integra los grupos La Cantarola y Guadal, un ensamble folclórico
Una noche de lunes en el Instituto de Extensión. En una pausa del ensayo del Coro Nonino. Vamos a un aula pequeña, en donde repasaremos un camino musical extenso, que incluye primeros acercamientos a coros, un enamoramiento por la bossa nova desde la adolescencia. Y vínculo con nombres propios de la música villamariense que la formaron y la potenciaron. Una trayectoria que resalta, además, su pasión por la enseñanza a los más pequeños, con lo lúdico como motor de las dinámicas y las prácticas.
Fernanda arrancó desde muy pequeña, a los 8 años según recuerda, estuvo involucrada en el Coro Municipal de la ciudad, que en ese entonces estaba a cargo de su papá y luego de su tía. También participaban familiares, entonces la vida de los ensayos se constituía en algo más bien familiar para ella. En la docencia, se desempeña en el Nivel Primario del colegio Rivadavia. Además de ser la preparadora vocal del coro de niños de la UNVM y el Nonino.
-¿Cuáles fueron tus primeras experiencias ligadas a la música?
-A los 9 años arranqué en el Coro de niños municipal que dirigía Coqui Dutto, en lo que fue mi experiencia más formal, en donde estuve hasta los 15 años.
Después en esa época comencé a estudiar guitarra con Kuki Soria en lo que hoy es la EMPO. Ahí también conocí a Cacho Aiello, que también fue profe mío. Esto fue por allá a mediados de 1990. También al asistir al colegio Rivadavia, participé en las farándulas, formé parte del conjunto instrumental, canté en alguna ocasión en el Verdi, por eso el escenario para mí fue bastante familiar. Y cuando terminé la secundaria me anoté en la Universidad, entré en la segunda cohorte de la carrera de Composición con Orientación en Música Popular en 1998.
-¿Y qué recordás de esa etapa de iniciación, ya en otra etapa, de formación superior? ¿Con qué música y estilos te vinculabas?
-Recuerdo que cuando teníamos que tocar, llevábamos todos los equipos y los instrumentos, en un carro, caminando hasta el Teatro Verdi… fue una época muy linda, en donde nos apropiábamos de la Universidad, era un espacio muy chico, donde compartíamos casi todo.
Empecé en esa primera época con una banda que hacíamos rock nacional y algunos temas de internacional. Hacíamos canciones de Spinetta, Fito, hasta Alanis Morisette que estaba en furor en aquella época.
Y estuve en algún grupo de jazz y bossa nova, un género que me encantó, fue un magnetismo que tuve desde los últimos años del secundario, a partir de unos casetes que me acercó Cacho Aiello. Incluso es la música que más toco en la guitarra, la bossa.
-¿Cómo te sentís trabajando con los niños? ¿Es un espacio desafiante para trabajar en el cotidiano?
-Me divierto un montón con todos ellos. Para mí la música tiene que estar conectada con algo lúdico, con un clima de trabajo en donde uno se pueda permitir jugar, experimentar, equivocarse y probar cosas distintas. Y sobre todo, emocionarse, darle lugar a la risa. Por más seriedad que te tomes un trabajo, ese componente de juego tiene que estar, abre muchas posibilidades, les abre la puerta a cosas…
-¿En qué elementos se concentran cuando seleccionan voces para algunos de los coros de niños?
-Buscás afinación, que puedan cantar una melodía afinada de forma continua, y después según si necesitás voces más agudas o graves. Pero cualquier niño puede aprender a cantar. En la escuela por ejemplo no hay selección de voces porque trabajan todos.
-¿Se prenden en las clases?
-Sí, si bien hay varios chicos que prefieren estar jugando a la pelota en el patio y no en una clase de música. Pero se trata de proponer algo atractivo para ellos, interesante, algo que les provoqué alguna transformación…
Guadal, el patio santiagueño en nuestra pampa.
Guadal es el elenco folclórico estable del Instituto de Extensión de la Universidad Nacional Villa María (UNVM). Está integrado por José Santillán (bajo eléctrico y voz), Joaquín Aguilar (bandoneón), Ezequiel Infante (guitarra), Gerardo Miotti (guitarra y voz) y Fernanda Quintás (percusión y voz).
Hoy en día se encuentran en la etapa final de la producción de un disco, que ya está grabado. Se llamará “Habitat” y esperan tenerlo listo para fin de año. Incluirá un repertorio de distintas regiones musicales de Argentina.
Tuvieron mucha actividad en torno a un concierto didáctico, que ofrecieron hace unas semanas atrás en Río Cuarto, y acercarán a distintas escuelas de Villa María en los próximos meses.
-En la ciudad, ¿cómo sentís que se percibe al folclore? Te parece que goza de buena salud, por ejemplo en las nuevas generaciones?
-Como cualquier música seguramente va a sentir la influencia de todo. Y eso me parece que es sano, lo que no es sano, es eso de tratar de conservarlo en formol. Eso creo que fue lo que hizo que durante mucho tiempo el folclore desapareciera un poco de los medios y otros espacios. Por ese hermetismo, ese purismo de no querer que las cosas cambien.
A mí me parece que es muy interesante conocer las raíces del género, escuchar a los viejos folcloristas porque hay un legado. Porque no se puede negar el pasado de esta música, todo lo que hay, la matriz de esta música para después poder apropiarse.
La música es el entorno que vivís también, la vida cotidiana está llena de ruidos, de dinámicas y de ritmos, entonces no puede ser el mismo que hace décadas atrás.
Por eso está bueno que cambié, que entré en colisión, y surja algo nuevo de eso. Hay artistas que han puesto una mirada diferente sobre el folclore y han hecho cosas hermosas, como Juan Quintero, Carlos Aguirre, o la misma Liliana Herrero que ha roto todo en partes y lo volvió a armar, e hizo lo que quería con el género.
-¿Compones canciones para los grupos que integrás?
-Después del proyecto de mi TFG no volví a encarar la idea de canciones en forma individual. Pero me gusta escribir canciones. Y con la poesía se abrió un abanico re lindo de cosas para contar, le dio curso a la música.
En mi condición de cantante a veces me planteaba que voy decir que ya no se haya dicho ni cantado. Pero siempre hay algo para decir y alguien que se identifica y lo toma.
En realidad mis maestros son la cantidad de canciones que conozco y poetas de la música. Jugando, buscando herramientas, en forma autodidacta me fui abriendo caminos en eso de crear letras.
Me acuerdo que hubo un tema que marcó un poco como una bisagra en recorrido. Yo venía cantando mayormente música brasileña, y allá por 2002-2003, un compañero de la universidad me propone para una audición un tema de Horacio Sosa, “Quiero amar mi país”, que lo grabó Mercedes Sosa en un disco.
Con ese tema en uno de los ensayos sentí que por primera vez había “dicho” una canción, como que me sentí interpretándola; no era solo cantarla sino que como que estaba pasando por mi filtro. Y me dio una profunda emoción interpretarla.
La Cantarola
Fer comparte este grupo con Laura Alberti, Magalí Castro e Ivana Perren. Han grabado un disco y girado por provincias como Formosa, Santa Fe, entre otras. Además de una serie de presentaciones en Ecuador en 2015, y en Chile en 2016.
Un TFG, una indagación en lo autorreferencial
Fernanda se recibió de licenciada en Composición Musical en la UNVM en el 2014, con un trabajo final de grado llamado “Constelación” con mucho contenido autobiográfico: el yo referencial en la obra de arte. “Fui abordando la música desde la poesía, desde referentes musicales y conceptos filosóficos como el relato del tiempo, la historia personal, entre otros temas.”