El melodrama regresó a las noches de la televisión con dos tiras nacionales «La Leona» (Telefe) y «Los ricos no piden permiso» (El Trece) en el prime time ocupando el horario central del que había sido desplazado en los últimos años por la comedia costumbrista, en un retorno que parece impulsado por el auge reciente de los culebrones turcos y que promete una vuelta al lenguaje pasional del amor desde el cual, con autores como Alberto Migré y Nené Cascallar, Argentina cautivó al mundo.
Heredero de la estructura episódica del folletín por entregas y del radioteatro, el melodrama o culebrón brilla en la historia de la producción local con la fuerza de un clásico, sus mapas narrativos con pares antagónicos (básicamente «buenos» y «malos») canales para que la tensión de clases despliegue su lógica de acciones, venganzas, villanos, señales del destino y la ineludible pregunta por los orígenes, siempre alrededor de una pareja de enamorados, tuvo exponentes maravillosos aquí.
Para muestra basta mencionar a «Rolando Rivas, taxista» o «Una voz en el teléfono», una versión del radioteatro «0597 da ocupado» y de un programa homónimo de 1965, ambos escritos por el maestro Alberto Migré, quien junto a Alma Bressán, Abel Santa Cruz y Nené Cascallar escribieron melodramas entrañables, intactos en el imaginario popular.
El resurgir de la telenovela no se limita a la producción nacional, sino que brilla en toda la grilla de los canales líderes: El Trece tuvo «Las mil y una noches» y ahora suma, también de la factoría turca, «Esposa joven»; mientras que Telefe promete el desembarco de la producción coreana «Escalera al cielo» y está emitiendo también «¿Qué culpa tiene Fatmagul?» y «Sila, esclava del amor», además de repeticiones de «Avenida Brasil» y «Dulce amor» que en la tarde obtienen más de 7 puntos de rating, imponiéndose como los programas más vistos de su franja.
De hecho, los cinco programas con mayor audiencia de lunes a viernes en la televisión argentina son telenovelas: «Los ricos no piden permiso» (13.5), «¿Qué culpa tiene Fatmagul?» (13.5), «La Leona» (12.2), «Sila» (11.5) y «Esposa joven» (11.4), según datos del martes pasado de Ibope.
«Internacionalmente el mercado se movió hacia la esencia del melodrama con las telenovelas turcas que cuentan el cuentito eterno, siempre hay necesidad de una historia que te atrape, de un mundo bipolar con el cual puedas identificarte o proyectarte», dijo la investigadora y escritora Nora Mazziotti, en charla con Télam, para justificar el nuevo auge del que empieza a gozar un género que en Argentina hace pocos años algunos quisieron dar por muerto o antiguo.
«Veníamos -continúa- de las narconovelas mexicanas muy cínicas, sin romanticismo, o del costumbrismo de Polka nacido en 1995, relatos corales más orientados a lo cotidiano que intentaban mostrar mundos reales como el del barrio o del trabajo, pero siempre idealizados: no hay panaderías o conventillos que luzcan como los de las tiras de esa productora».
En esa línea se encuentran las ficciones de situación como «Guapas» (El Trece) y «Sres. papis» (Telefe), ambas de 2014 o una comedia familiar tan exitosa como «Esperanza mía» (El Trece), pero aunque los conflictos sean similares a los narrados por el melodrama, los colores y el tono varían.
«A esta altura no vamos a pretender que los temas planteados por la telenovela sean originales, lo que varía es la manera, el cómo los contamos», dijo a Télam, Susana Cardozo, una de las autoras junto a Pablo Lago de «La Leona», definida por la dupla creativa como «un cuento de amor, con buenos y malos».
Las tramas nacionales tienen el plus de «generar una mayor identificación, no sólo por mencionar lugares reconocibles usando modismos, códigos y muletillas nuestras, sino porque el público se identifica mucho con sus actores, ellos son los que se hacen cargo de la gestualidad que subraya el sentimiento de la gente», puntualiza Mazziotti, autora de «Telenovela: industria y prácticas sociales», entre otros textos dedicados al tema.
La carga emotiva de las escenas, los planos atentos a los detalles y la música para subrayar las vivencias del corazón son algunas de las señales que identifican al culebrón, un género con un extenso recorrido en la cultura masiva y popular y que, según el realizador mexicano Arturo Ripstein, es «una de las marcas fuertes de lo latinoamericano».