Ubicada en la plenitud del Valle de Punilla, la aldea respira pegada a la montaña y los verdores. Su peculiar trazo urbano, la pureza de su balneario y los paseos naturales
ESPECIAL PARA EL DIARIO
Son lindas nuestras sierras, no quedan dudas. Más cuando conocemos rincones como Huerta Grande (6.000 habitantes). Una agraciada aldea enclavada en la plenitud del Valle de Punilla, 235 kilómetros al norte de Villa María, pegadita a La Falda (al sur) y Villa Giardino (al norte). Allí, las casas señoronas se despliegan en un plano de pequeños repechos, como colinas, que de entrada muestran la intrínseca conexión entre la localidad y la montaña. Rondarle el centro, vecino a la ruta nacional 38 (columna vertebral del valle) será un llamado al relax. Husmearle los alrededores, a 1.000 metros de altura y bendecidos de aire puro, implica fijar cita con la naturaleza.
Nacida como caserío a finales del siglo XIX, Huerta Grande tomó su nombre de la fertilidad de la tierra donde se asienta, lo que permitió desde sus comienzos los trabajos en huertos. De allí, acaso, le viene lo verde, lo tupido del paisaje que viene a besar el Río Grande de Punilla, y que conecta hacia el este con las Sierras Chicas, muy cercanas ellas.
En el paseo por el centro, viene bien conocer la centenaria Iglesia Nuestra Señora del Carmen (ayer en manos de la Orden de los Capuchinos) y en la contemplación agradecer nuevamente la cortina de lozanía que muestran las sierras en este sector de Córdoba. Acompañan en el caminar las grandes arboledas y residencias bien de la región, los arcos en el pórtico y los muros anchos.
Rumbo al agua
Después, y aprovechando los calores del verano, visita obligada resulta el balneario municipal. Un precioso espacio que consta de tres piletas naturales formadas por embalses enanos, todo ofrenda del río Grande. Playitas, césped y más arboledas completan el rincón prometido, junto a asadores y las clásicas mesitas para disfrutar del almuerzo criollo o la picada.
Pegado al balneario aparece el Naguan Tica. Una reserva natural, forestal y arqueológica de 30 hectáreas de extensión, donde el viajero podrá disfrutar de quebradas y vertientes y la mirada de algún zorro curioso, y de cuevas y morteros que exhiben la huella de los comechingones. También ubicada en el área, la gruta de Garabandal se ofrece como alternativa. Un paseo entre la vegetación, que culmina con la imagen de la Virgen traída desde España.
Otras opciones como para sumergirse aún más en la magia de Huerta Grande son las excursiones cortas que llevan al Camino del Dragón, Piedras Grandes, Las Muyunas y la Cascada de Olmos. La primera es un circuito que viborea por las laderas y lleva a un balcón natural ideal para apreciar este sector del Valle.
Por su parte, Piedras Grandes corporiza un rincón de enormes y llamativas rocas que dan nombre al lugar. Las Muyunas, en tanto, es un área protegida privada en la que destaca un piletón natural, también repleto de piedras y colorido autóctono. Finalmente, surge la cascada de Olmos. Emplazada a 1.100 metros de altura, deja correr el agua pura, mientras los pajaritos cantan y el viajero se hace sierras.