La obra testimonial, publicada por Eduvim, narra sus días como detenida en el Campo de la Ribera y en la UP1 de Córdoba durante la última dictadura cívico-militar
Fue una tarde/noche preñada de emociones. Abrazos prolongados y sentidos antes de ingresar al auditorio y palabras de complicidad etárea, de ideas, de sufrimiento y de luchas, que fluían como ríos candorosos entre las butacas de la Medioteca Mariano Moreno.
Arriba del escenario se encontraba la autora de “Corredores de la memoria”, Susana Barco de Surghi. A la par, Soledad García Quiroga.
Ambas detenidas durante la última dictadura cívico-militar. Ambas con pesares y vivencias comunes. Entre medio, como una presencia etérea y por qué no vívida, se hallaba Eduardo Requena, desaparecido villamariense que fuera el gran amor de Soledad.
En la platea, se hallaban exdocentes, exalumnas, compañeros y amigos de Susana junto a su marido, el “Flaco” Surghi, a quien definió como “coautor” del libro.
“Gracias a todos ellos porque nunca dejaron de estar, nunca me negaron”, manifestó Barco entre lágrimas.
Antes de darle paso a la introducción de García, la escritora y académica -que estuvo secuestrada durante tres años y 23 días en el Campo de la Ribera y en la UP-1 de Córdoba- citó a Saramago respecto a la responsabilidad que se debe ejercitar sobre la memoria, y sentenció: “Este libro es un acto de docencia y todos somos sobrevivientes”.
El día de presentación no fue azaroso. Los jueves eran el día en que Susana, inmersa en el horror de un campo de exterminio, se acercaba a la mirilla que la comunicaba con otras presas para relatar -con una memoria prodigiosa- distintos cuentos o pasajes de obras literarias.
Soledad, quien mechó la lectura de poemas propios sobre el cautiverio, ofreció pantallazos del libro testimonial y no cronológico donde se abona “la vida, la muerte y la resistencia”. “Desentraña lo sucedido desde lo cotidiano y con extrema precisión pero sin crueldad, porque la crueldad ya estaba en todo lo que pasaba en aquel lugar”, reflexionó.
Por último, repitió aquello que había dicho ante los propios militares en la megacausa de La Perla: “Nos queda la honra y dignidad que ellos nunca tendrán”.
- R. S.