Se trata de Sergio Avila, quien confesó haber agredido a su mujer luego de insultarla y amenazarla de muerte. La víctima, Carina Amaya, resultó con lesiones graves, entre ellas una fractura de tabique nasal. El hecho ocurrió hace 15 meses en Villa Nueva
Un albañil villamariense fue condenado ayer a tres años de prisión de cumplimiento efectivo por haberle propinado una brutal golpiza a su esposa luego que la mujer le dijera que se quería separar.
La pena recayó en Sergio Félix Avila, de 45 años, quien fue declarado autor responsable de “lesiones graves calificadas” al cabo de un juicio abreviado sustanciado en la Cámara del Crimen local.
Avila, con último domicilio en Teniente Ibáñez sin número de Villa María, se declaró culpable de los violentos episodios registrados el 9 de diciembre de 2014 en la vivienda que por entonces ocupaba junto a la víctima, Carina Amaya, y dos hijas menores del matrimonio, en 9 de Julio 1281, en barrio Residencial América de Villa Nueva.
Allí, alrededor de las 10.30 de la mañana de aquel martes y luego que Amaya le expresara sus deseos de concluir la relación, el trabajador de la construcción reaccionó agresivamente con insultos y amenazas y de inmediato pasó a los golpes.
Tomándola del cuello, Avila le advirtió “te voy a matar, eso es lo que querés”. En la violenta acción, la mujer cayó al piso y recibió golpes de puño en el rostro y la cabeza, además de varios puntapiés.
“¡Hija de mil puta, te voy a cagar matando!”, continuó el agresor, pero en esas circunstancias apareció una de las hijas del matrimonio, menor de edad, quien se interpuso entre ambos y logró separar a su padre de su mamá. Simultáneamente, la otra hija de la pareja, también menor, llamó a la Policía, que concurrió al lugar pocos minutos después.
Cuando los efectivos llegaron, Amaya ya estaba en la calle y escucharon que Avila volvía a amenazarla, al decirle a viva voz: “Te tendría que haber matado, hija de mil puta… voy a ir a la cárcel, pero cuando salga te mato”.
El agresor fue inmediatamente detenido y se encuentra privado de la libertad desde ese mismo día, es decir que lleva poco más de 15 meses entre rejas.
Producto de la agresión física, Amaya resultó con traumatismo contuso en el cuero cabelludo (región facial derecha), traumatismo en la región ocular, equimosis (moretones) en el cuello, escoriaciones en el brazo derecho y fractura de tabique nasal, lesiones que demandaron 40 días de curación y que, por ende, fueron consideradas “graves”. Asimismo, la Justicia encuadró el hecho como “lesiones calificadas” por el vínculo matrimonial, lo que agravó la situación procesal de Avila.
Qué dice la ley
Como se trata de un convicto primario (no registra antecedentes de ningún tipo), estaría en situación legal de obtener la “libertad condicional”, a tenor de lo establecido por el artículo 13 del Código Penal de la Nación.
Dicha norma precisa que “el condenado a prisión (…) por tres años o menos, que hubiere cumplido ocho meses de prisión, observando con regularidad los reglamentos carcelarios, podrá obtener la libertad por resolución judicial, previo informe de la dirección del establecimiento e informe de peritos que pronostique en forma individualizada y favorable su reinserción social”.
Requisitos básicos
Sin embargo, para que se conceda dicha beneficio excarcelatorio, el presidiario no sólo debe tener buena conducta durante todo el período de detención, sino que además deberá sortear exitosamente una pericia psicológica que acredite que se encuentra en condiciones de reinsertarse socialmente.
Si el condenado no cumple satisfactoriamente alguno de esos dos requisitos fundamentales, no podrá obtener la “condicional” y deberá seguir en prisión hasta que la autoridad judicial competente lo disponga, incluso pudiendo tener que cumplir la pena de manera íntegra.
Asimismo, cabe señalar que pese a que Avila era un convicto primario, la pena aplicada fue de cumplimiento efectivo por la gravedad del hecho. La ley prevé que cuando la condena no supera los tres años, puede imponerse una sanción de ejecución condicional, es decir en suspenso), con lo cual el agresor habría recuperado la libertad inmediatamente después de concluido el juicio.
No obstante, el fiscal Correccional, Horacio Vázquez, consideró que la pena debía ser efectiva y así lo solicitó puntualmente en su alegato, postura a la que luego adhirió la defensora oficial, Silvina Muñoz. Y como había acuerdo entre las partes, el juez René Gandarillas terminó imponiendo la condena requerida al dictar sentencia, cuya lectura estuvo a cargo de la secretaria Marcela Mattalía.
Finalmente, cabe señalar que al pronunciar sus “últimas palabras”, previo al veredicto, Avila dijo que estaba arrepentido de lo que había hecho.